6 de octubre de 2024

Críticas: Beau tiene miedo

La odisea de Beau.

Beau Wasserman, el protagonista de la última película del aclamado director Ari Aster (Hereditary, Midsommar), es un hombre de mediana edad víctima del trauma de haber crecido con una despechada y sobreprotectora madre; un frustrado sexual con una dolencia en los testículos y una culpa irreprimible; en fin, un hombre con el que todos nos podemos que sentir identificados.

Aster trabaja muy bien sus miserias a través del suspense. Todos los elementos se muestran esporádicamente para ser recuperados más adelante. Si la medicación de Beau no puede tomarse sin agua bajo peligro de muerte, el agua del edificio es cortada; si una araña de letal picadura anda suelta por el edificio encontrará la manera de esconderse bajo su sofá; si las noticias reportan a un demente en pelotas apuñalando viandantes, éste terminará por pasearse por su calle. El resultado es una serie de gags entre hilarantes y terroríficos, surrealistas también, y tan creativos como sádicos.

Entre todos ellos está aquel que pone en marcha la historia y que ya fue utilizado por el director en su cortometraje de 2011: alguien roba las llaves de Beau de su cerradura cuando está a punto de coger un avión para ir a ver a su autoritaria madre (Patti LuPone) en el aniversario de la muerte de su padre. “Mommy Issues”, los hay, están presentes, no hay duda. Es la nota común que acompaña todas sus cintas (incluso se puede rastrear desde su mediometraje The Strange Thing About The Johnsons). Aster lo deja claro desde la segunda escena, porque tras empujar a este paranoico ser desde dentro de la vagina de su madre en los primeros segundos de metraje (con pretendido realismo, de una manera muy personal alejada de otras escenas recientes que me vienen a la cabeza y que son superiores) lo pone ante su psiquiatra (Stephen McKinley Henderson) para revelar sus edípicas inclinaciones.

Hay al menos dos partos recientes más emocionantes que el de Beau: uno está embadurnado en aceite de motor y lo podemos encontrar en Titane de Julia Ducornau; otro lo vimos en la estrambótica y sonrojantemente soberbia última ocurrencia de Iñárritu, Bardo, en una secuencia que es, por muchas razones, la mejor de la película. Beau tiene miedo comparte con la cinta del mexicano la libertad creativa, la ausencia de límites o de un productor ejecutivo con carácter, puesto que las obsesiones de Aster se explayan hasta desbarrar a lo largo de las tres horas que siguen al nacimiento de este niño de mamá, inseguro y paranoico, que interpreta Joaquín Phoenix.

Durante la primera hora y media de metraje (la mejor) la película transita el terreno de la comedia y el terror existencialistas, llevándonos por unos impredecibles pasillos que recuerdan a los de Barton Fink y con un tratamiento de los detalles (anuncios de televisión, graffitis obscenos, situaciones surrealistas con personajes asociales) muy parecido al que Charlie Kaufman utiliza en su maravillosa Synecdoche New York. Incluso la interpretación de Phoenix, por su lamento constante de indeciso impotente, se parece mucho a la que realizó el tristemente fallecido Philip Seymour Hoffman. Pero Aster no es tan inteligente como Kaufman y pierde a su audiencia a mitad de metraje.

No hay duda de que elige bien a sus protagonistas, y es por eso que Phoenix está tan increíble como Beau, en un papel que puede ser tan icónico como el de Florence Pugh en Midsommar y tan valioso como el de Toni Collette en Hereditary. Aun así no deja de parecerse, por muchas razones, en la distopía que construye (no sabemos si real o fruto de lo empastillado, deprimido y perdido que está nuestro protagonista), al último e irregular Terry Gilliam, aunque con la factura afectada de la miseria en segundo plano de Hijos de los hombres de Cuarón.

Toda la maestría técnica del director está al servicio de hacer cuanto más desagradable se pueda la odisea de Beau hacia casa de su madre. El momento álgido, más visualmente exigente, corre a cargo de una colaboración con los directores chilenos Cristóbal León y Joaquín Cociña (La casa lobo), quienes idean un segmento teatral animado que demuestra la visión privilegiada del director neoyorquino pero que también revela sus limitaciones filosóficas y literarias. Es este el momento en el que la cinta se va a pique: deja de ser un infernal viaje a Oz para convertirse en un paseo por el País de las Maravillas, aunque sin el ingenio subversivo y pretendidamente ilógico de Lewis Carroll.

Hasta aquel momento la risa funcionaba por una suerte de absurdo paródico de la sociedad estadounidense, decididamente impredecible e incómodo y muy parecido al que desarrolla Donald Glover en su interesantísima serie Swarm. Éste llega al paroxismo en la mejor parte de la película, cuando Beau, tras ser atropellado, es acogido en su casa por un gentil matrimonio (interpretado por Nathan Lane y Amy Ryan) que le promete llevarle con su madre. Allí conocerá a un veterano de guerra interpretado por Denis Ménochet (As Bestas) quien en esta ocasión cambia su papel de perseguido a perseguidor, además de a la hija de la familia, una Kylie Rogers que supera con creces el delirio adolecente de Sadie Sink en La ballena y que junto al excombatiente no hará nada apacible la estancia de Beau en la casa.

El resto del metraje, una vez el protagonista se pierde en el bosque, acaba decayendo hacia un absurdo no demasiado ingenioso que termina tonteando con el Cronenbreg más desagradable y cuyos giros dejan de ser graciosos para volverse indignantes conforme la audiencia deja de sentir sus piernas. Aster juega con su público de una manera en la que no se sabe quién se ríe de qué.

Al final, Beau tiene miedo acaba siendo víctima de su desbordamiento creativo, algo que Hereditary y Midsommar evitaban por su acotamiento al género de terror. No está de más reconocer su valentía (Scorsese ya lo ha hecho), la de los productores y A24 sobre todo, que dejan otra cinta interesante y de culto para el recuerdo no sabemos si demasiado feliz de un público sin duda agotado (aunque nunca aburrido) tras sus tres horas de duración.

Un pensamiento en “Críticas: Beau tiene miedo

  1. Tres horas y si no me equivoco existe aún una cuarta hora pendiente de,seguramente,una edición especial en su lanzamiento en blue ray… Alucinante.Dudo muy mucho de que esta película hubiera visto la luz con otra productora aparte de la ya icónica A24.

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