6 de octubre de 2024

L’Alternativa 2023

Resumimos lo que pasó por el L’Alternativa 2023.

El pasado mes de diciembre tuvo lugar una nueva edición del Festival de Cine Independiente de Barcelona, L’Alternativa. Una iniciativa que este año ha celebrado su treinta aniversario y que todavía hoy sigue apostando por un cine comprometido con el lenguaje cinematográfico y la expresión creativa.
L’Alternativa surgió de la necesidad de descubrir un cine habitualmente invisible en una Barcelona post-olímpica, defendiendo la libertad creativa y priorizando ser un espacio de encuentro, celebración, intercambio y aprendizaje colectivo. A lo largo de los treinta años por el festival han pasado las obras de cineastas internacionales, por entonces poco conocidos como Jean Gabriel Périot, Sergei Loznitsa, Oskar Alegria o Sebastián Leilo, entre otros y a nivel nacional figuras de la talla de Elena López Riera, Isaki Lacuesta, Carla Simón, Oliver Laxe o Elías León Siminiani.

Fallen Leaves del director finlandés Aki Kaurismaki ha sido la película elegida para la sesión inaugural de l’Alternativa. Premio del jurado en la última edición del Festival de Cannes, la cinta, lejos de narrar las bondades del país con más calidad de vida del mundo, se centra en la historia de dos personajes solitarios de clase baja, “las hojas caídas” a las que, probablemente, se refiere el título, que viven en la periferia de la ciudad. Ella trabaja de reponedora en un supermercado, él, alcohólico, malvive como puede mientras va dando tumbos de un empleo a otro. Ambos llevan una vida anodina y repetitiva, pero todo cambia cuando se conocen en un karaoke y deciden tener su primera cita. En un cine para ver una película de zombies que, para más inri, está dirigida por Jim Jarmush. Tras varios desencuentros, ambos fantasean con la idea de seguir de mal con su vida, pero juntos y con un perro.
Kaurismaki, fiel a su estilo, nos presenta una descripción sucinta y sin drama del sufrimiento, la soledad, el alcoholismo o la pobreza de la clase trabajadora finlandesa. Encuadres fijos, diálogos lacónicos, una expresividad cromática de lo más peculiar y una maravillosa selección musical de los años 50, conforman el marco en el que se desarrolla esta historia de amor, atravesada por las noticias sobre la guerra de Ucrania, que no por ser sintética y repetitiva, deja de encerrar una emotividad arrebatadora. Fallen Leaves es tal vez la película más dura y la más corta de Kaurismaki pero también la más necesaria.

Notre Corps

El proyecto de Notre Corps surgió cuando el productor de la cineasta Claire Simon, le ofreció la posibilidad de documentar la unidad de un hospital local francés que atiende a las mujeres a lo largo de todo el ciclo reproductivo vital. La idea interesó de inmediato a Simon, que vio la oportunidad perfecta para estudiar y diseccionar los cuerpos femeninos, algo que sentía que no había podido conseguir en su anterior película Los oficios de Dios (2008).
La historia empieza con Simon, en voz en off, saliendo de su casa en dirección al hospital. Durante el trayecto, pasa por delante del cementerio. Una decisión que no estaba contemplada al inicio de la película, pero que la cineasta decidió añadir posteriormente cuando le detectaron un cáncer de mama lo que hizo que el documental terminara por convertirse también en su historia. Tal vez por ello, el interior del hospital, en el que Simon tuvo que pasar mucho tiempo debido a las constantes hospitalizaciones de su padre, es narrado desde un punto de vista totalmente objetivo.
Más que ninguna de sus películas anteriores, Notre Corps, se siente como un abrazo. La cámara busca el cuerpo, siempre el cuerpo, porque está muy escondido. La belleza de las mujeres, ya sea en la alegría o en el dolor insoportable, que es lo que impulsa la escena. La intención de Simon es filmar los cuerpos femeninos, descartando la sexualización, pero también la estigmatización de la vergüenza, mostrando las transformaciones que se producen y estructurándolo a partir de las etapas de la vida. El resultado es una obra bellísima de amor y respeto hacia el cuerpo, las mujeres y la voluntad de vivir, algo que le valió el premio al mejor Largometraje internacional de l’Alternativa.

El sueño de la sultana

El sueño de la sultana de Isabel Herguera toma como punto de partida la obra de Begum Rokeya, escritora, pensadora y activista social bengalí, fue una firme defensora de los derechos de la mujer. En 1908 escribió El sueño de la sultana, que sirve como punto de partida de la película de Herguera, donde imagina un país gobernado por mujeres llamado Lady Land y en el que los hombres han quedado relegados al ámbito privado.
La propuesta de animación es muy interesante, fusionando tres técnicas distintas: las acuarelas y transparencias que sirven para narrar el viaje de la protagonista Inés, el tatuaje de henna retrata a un grupo de artistas y finalmente, los recortables sobre la mesa son los encargados de ilustrar la vida de Hossain. A pesar del titánico esfuerzo creativo, El sueño de la sultana propone un discurso feminista simplista y explícito, que utiliza metáforas desgastadas que en muchas ocasiones rozan el sermón, como las escenas en las que interviene el filósofo Paul B. Preciado.
El problema discursivo se agrava con una falta de estructura narrativa coherente, que hace que la película parezca al final un desfile de piezas cortas ensambladas entre sí de manera forzada, más que una obra completa en sí misma. Una verdadera lástima para una propuesta visual y cromática de lo más estimulante.

Here, de Bas Devos, bien podría dialogar con Fallen Leaves de Aki Kaurismaki. El director belga firma una obra minimalista en la que un trabajador de la construcción rumano y una bióloga oriental se encuentra de manera fortuita en Bruselas antes de que él regrese a su país para pasar unas vacaciones. El relato sobre la inmigración da paso a un ejercicio reflexivo y contemplativo sobre la soledad humana, el desamparo, el existencialismo y la necesidad de conexión, no solo con el país, sino también con el entorno tanto natural como urbano.
Los días previos a la partida de Stefan a su país natal se convierten en un paseo serpenteante por la ciudad. Una sensación de hacer balance de lo vivido, de atar cabos sueltos, empezando por la necesidad de vaciar la nevera y regalar tazones de sopa de verdura a todos sus conocidos. En sus expediciones, Stefan busca de manera inconsciente una conexión profunda, una conexión profunda del alma que termina encontrando en Shu Xiu, una estudiante de doctorado que recolecta y analiza especímenes de musgo. Su trabajo de campo le fascina. A través de sus escapadas al bosque, ambos encuentran la manera de compartir, de perderse y reencontrarse, en una especie de oasis inesperado en medio de la ciudad.
Sin embargo, Here parece, en ocasiones, perderse en sí misma, algo que provocó que algunos espectadores abandonaran la sala durante la proyección, y en una ingenuidad que Davos intenta compensar con una cinematografía muy cuidada en 4:3, envuelta por la música de Brecht Ameel y el diseño sonoro de Boris Debackere.

Here

Una de las películas más impactantes del festival fue Un volcán habitado de David Pantaleón y José Victor Fuentes, que se llevó el Premio DOCMA de largometraje en l’Alternativa. El film es una crónica de la erupción del volcán Tajogaite en 2021 en la isla de la Palma a través de los mensajes de audio de Whatsapp intercambiados por un grupo de amigos desde el inicio hasta buena parte de la permanencia de la actividad volcánica. Una historia de amistad y solidaridad que termina necesariamente en un reencuentro.
La propuesta de Pantaleón y Fuentes resulta estimulante por la decisión de realización, que invita a la meditación poética y reflexiva de la majestuosidad de la naturaleza. Las imágenes del volcán en erupción, brutales y sobrecogedoras, se yuxtaponen con las de las consecuencias en la vida de los habitantes de la isla. Poco a poco, el relato va virando hacia preocupaciones más prácticas, como la falta de información clara puede dar lugar a rumores, el sensacionalismo de los medios de comunicación o la falta de herramientas para combatir la ceniza que se va depositando a lo largo de la isla y en las plantaciones bananeras, tan cruciales para la economía local.
Para siempre quedará en nuestras retinas la toma aérea del río de lava de color rojo dorado, que avanza sin piedad devorando todo lo que encuentra a su paso. Uno de los observadores compara el volcán con la nada de La historia interminable y en cierto modo, no le falta razón.

El término Samsara, que deriva del sánscrito samsarí, significa ‘fluir junto’ es el ciclo budista de la vida que siempre termina en una reencarnación, en un renacimiento. La última película del gallego Lois Patiño nos invita a embarcarnos en un viaje espiritual partiendo de la materia cinematográfica como un ente que muere y resucita para convertirse en algo diferente. Desde los templos de Laos, donde conviven un grupo de monjes adolescentes, acompañamos a un alma en su tránsito de un cuerpo a otro a través del bardo.
La película se estructura en dos partes; la primera, en una escuela de monjes budistas en Laos, y la otra, en una comunidad de mujeres que trabajan en granjas de alga en Tanzania. Ambas están separadas por una transición no apta para epilépticos. Si Apichatpong Weerasethakul, en sus películas Tropical Malady y Syndromes and a Century se sirve del corte o el fundido a negro para identificar las reencarnaciones, Patiño opta por una secuencia de 15 minutos formada por imágenes de colores estroboscópicos que el cineasta invita a experimentar con los ojos cerrados.
La influencia de Weerasethakul atraviesa también la cinta en lo estético, rodada en 16 mm por dos directores de fotografías diferentes, Mauro Herce para una parte y Jessica Sarah Rinland para la otra, y se convierte en una experiencia sensorial para el espectador. Una mirada hacia otras culturas, una aproximación a las diferentes percepciones que ofrece la película, tanto en lo real como en lo onírico.

El rostro de la medusa

El toque cómico lo puso Liebenthal con El rostro de la medusa, su primera aproximación al terreno de la ficción después de sus cortometrajes documentales Aquí y allá y Patio, y el largometraje Las lindas. La cinta narra las desventuras de Marina, una joven que descubre un buen día su rostro ha cambiado por completo. Tras múltiples consultas médicas, de las que no extrae ninguna explicación, Marina intenta retomar su vida, pero descubre que salir a hacer la compra, renovar el DNI o encontrarse con su novio, se han vuelto situaciones complejas y confusas.
Este proyecto surgió cuando la realizadora estaba grabando imágenes en zoológicos y acuarios y empezó a preguntarse por la importancia de la cara y su relación directa con la identidad, especialmente con animales que no tienen rostro como las medusas. ¿Qué pasa cuando no hay rostro? ¿Se puede no ser nadie? ¿Qué tan liberador puede ser no tener identidad? Son algunas de las películas que se abordan durante la cinta, que bascula de manera constante entre la comedia y la ficción.
La propuesta de Liebenthal es fresca, audaz e inesperada. La directora argentina rehúye las posibilidades dramáticas de la premisa, para esbozar una suerte de ensayo experimental donde juguetea con el rostro de los animales, animaciones y collages visuales.

Dentro de la sección de treinta años realizada en colaboración con la Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica (ACCEC), se han recuperado algunas de las películas que se han proyectado en alguna de las ediciones previas del festival.
Entre los títulos propuestos encontramos El silencio es un cuerpo que cae, un documental o cine ensayo sobre la figura de Jaime, el padre de la directora Agustina Comedi, realizado a partir de más de 100 horas de found footage tanto en VHS como en super 8 rodado por el propio Jaime.
El viaje que propone Comedi transpira valentía y honestidad. La realizadora argentina crea un artefacto explosivo alrededor de la figura de Jaime, que murió tras caer de un caballo cuando ella apenas tenía 12 años. Minutos antes del accidente, Jaime empuñaba la cámara Panasonic con la que grababa cada ápice de su vida, en una pulsión que evoca al trabajo del director lituano Jonas Mekas y sus diarios. A lo largo de la cinta vamos descubriendo como detrás de la figura de abogado de éxito y padre abnegado de familia, Jaime fue otro. Una persona que vivió en silencio, un silencio que constriñe, oprime y forja maneras de estar en el mundo. Con esta película, Comedi realiza un ejercicio de memoria personal y busca convertir la cinta en un arma con la que romper el silencio y dar voz, no solo a la figura de su padre, sino al colectivo LGTBI que sufrió la represión sexual de los años 70 y 80 en Argentina.
Otros aspectos de la película es el tratamiento de las imágenes. El montaje se realizó de manera manual. Agustina y su montador trabajaron con una casetera abierta y cogían el material, lo estiraban, lo cortaban, lo apretaban contra otro objeto… Para que el material reaccionara, la cinta, como lo podría hacer un cuerpo ante una caricia, una emoción o una palabra. El resultado de este experimento es un compendio de imágenes bellísimas, casi poéticas, que parecen evocar los recuerdos de Jaime y se contraponen con las entrevistas a las personas que le conocieron antes de que Agustina naciera.

In praise of nothing

Otra de las obras recuperadas de la edición de 2018 ha sido In Praise of Nothing del director serbio Boris Mitic, un videoensayo humorístico basado en preguntas relacionadas con el marco dramático de, por un lado: “si la nada pudiera hablar, ¿qué nos diría?”, y, por otro, a la estética cinematográfica: “¿cómo se puede mostrar Nada de manera documental?”. El resultado es una cinta compuesta por una recopilación de tomas, en su mayoría inmóviles, que alternan paisajes impresionantes, imágenes abstractas y escenas mundanas, filmadas por 68 cineastas en 70 países a lo largo de casi una década.
Un retrato ficticio de la Nada donde Boris Mitic nos acompaña por un viaje global en el que Nada, al que pone voz un Iggy Pop en estado de gracia, comenta el estado de la humanidad desde su punto de vista único. El montaje, a modo de mosaico, hace que las imágenes sobre el tema se complementen y enriquezcan mutuamente hasta el exceso, momento en que, paradójicamente, nada lo abarca todo.
A veces, hay una armonía entre las palabras y las imágenes que resulta encantadora y deliciosa y que evocan, en cierto modo, a la manera de ver el mundo tan peculiar y naíf de la serie de HBO, How to With John Wilson. También existe un linaje cinematográfico que se encuentra en el ADN de obras como Sans Solei de Chris Marker o Londres y Robinson, de Patrick Keiller, aunque intelectualmente no es tan estimulante o trascendente.
In Praise of Nothing podría tratar de la necesidad urgente de la observación silenciosa y la celebración de todo lo que el mundo puede ofrecer sin filmar realmente nada en particular. La idea de que todos fuimos una vez nada y un día volveremos a serlo, y entre medias somos humanos que a menudo sentimos que no somos nada. “Soy a la vez nada y durante un tiempo, un hombre”. Todo ello acompañado por un increíble trabajo musical de Pascal Comelade y The Tiger Lilies.

Iván Z narra el encuentro entre Andrés Duque, su realizador y el cineasta Iván Zulueta, artista y diseñador español conocido por su película Arrebato y por su trabajo como cartelista de las primeras películas de Pedro Almodóvar.
Grabado con una pequeña cámara digital, la cinta nos invita a recorrer la casa del director, refugio en el que el cineasta ha pasado las últimas décadas. Tras un breve y emotivo encuentro con su madre (personaje pintoresco donde los haya), empezamos a descubrir la parte más desconocida de Iván: su reticencia a crecer, su compleja relación con el mundo y su fetichismo por los cromos de las películas de Walt Disney. Este aspecto más simpático y adorable del personaje, que pasa la mayor parte del tiempo envuelto en un albornoz, va evolucionando para sumergirnos en sus aspectos más claroscuros como su relación con la heroína y el rodaje de su obra más conocida, Arrebato.
Duque estructura Iván Z en un viaje constante entre presente y pasado, contraponiendo las imágenes actuales de Zulueta con fragmentos de sus películas para conformar el retrato de un hombre que parece haberlo vivido todo. “Ocuparse es un coñazo” espeta en un momento de sinceridad cuando habla de su precaria situación laboral. Duque conforma así una pieza humana y honesta que logra hacernos empatizar con el ocaso de un mito y quien sabe, si quizá también de una generación.

Iván Z

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