26 de abril de 2024

Críticas: San Andrés

San Andres

Derribando las defensas

Llega una película que revienta todo al mercadillo veraniego dispuesto –a su vez- a reventar las taquillas de los cines. Derriba rascacielos, embalses, carreteras, fronteras, ciudades y también prejuicios. San Andrés ofrece un film de desastres destinado al público familiar, protagonizado por Dwayne Johnson -The Rock-, con una historia que tendría algunos problemas para lograr el aprobado en un examen de guión, tanto por verosimilitud como por el uso de lugares comunes. A primera vista las expectativas estaban muy bajas, pero desde la primera secuencia el director Brad Peyton y el resto del equipo técnico y artístico se saltan todas las normas menos una: prohibido aburrir al espectador.

Con un presupuesto de superproducción, se consigue un producto tan entretenido y carente de complejos como la serie B de toda la vida. Si esta película hubiera sido una imitación como las que solían rodar italianos y españoles durante los años setenta y ochenta, la frase promocional podría ser algo como “la película que se rodó sobre las ruinas de San Francisco” porque desde el inicio no hay espacio para la confusión en este film. Cuando se inicia San Andrés ya intuimos que aquello promete cabriolas, subidas largas y descensos vertiginosos, tanto si elegimos verlo en dos dimensiones como en un 3D que maneja, de forma efectiva e incursiva, los recursos de la profundidad de texturas e imagen junto al movimiento de la cámara dentro de la escena.

SAN ANDREAS

En un alarde contra algunos empresarios que quizás podrían pagar el presupuesto del largometraje, vemos a una chica que conduce por un puerto de montaña, más atenta a un batido y a escribir mensajes de móvil, que al volante del coche. Al sufrir un despiste y perder el control del vehículo, debido a un temblor de tierra, la joven se precipita a una grieta de la que parece difícil rescatarla. Al menos hasta que llega Ray, un bombero y piloto aéreo especializado en misiones imposibles, al que acompaña una presentadora de televisión y su cámara, encargados de grabar un reportaje. La secuencia engancha por la situación de dificultad extrema en un angosto paraje, la sucesión de accidentes encadenados que dificultan todavía más el rescate, sumados a la forma ordenada y clara en la exposición de los puntos de interés, rematados por un desenlace acorde al planteamiento y espacio propuestos.

En apenas cinco minutos que no adolecen de dilataciones artificiales y tediosas de la acción, con esa economía narrativa propia del espíritu de un cine que ya no se asoma mucho por las pantallas, se nos presenta a varios personajes que tendrán protagonismo e importancia hasta el final del metraje. A partir de ahí todo suma y sigue.

San Andrés se apropia con respeto de clásicos del subgénero de desastres, reciclando ideas, fragmentos y moldeándolos en casi dos horas de acción sostenida gracias a la tensión que se conseguía en largos como La aventura del Poseidón, El coloso en llamas o Tiburón, tres ejemplos que funcionaban por acumulación del riesgo pero siempre inyectando emoción a la fórmula. Aunque quizás es más curioso cómo maneja las citas, reciclando algunos momentos icónicos de la filmografía de megalómanos como James Cameron, sobre todo de la acuática Abyss. O destilando al Christopher Nolan de Interstellar y Origen. Lejos de ser plagios, estas apropiaciones funcionan con buen ritmo en San Andrés.

San Andres 3

Tanto el guionista como el director muestran un interés poco habitual en dar relevancia a las mujeres en un film que tiene a ese pedazo de carne de protagonista. Sobre todo en el caso de la hija de Ray, una veinteañera con tanto valor y recursos como cualquier héroe del género de aventuras.

También destacan ideas un poco más extrañas que le dan un barniz humorístico a la propuesta, con la inclusión de un arquitecto malvado que se convierte en el ser más despreciable de la función, interpretado por Ioan Gruffud, sí, el mismo que hizo de Mr. Fantástico en Los 4 fantásticos. O los dos hermanos de origen británico, aunque interpretados por un actor australiano y el benjamín, de origen irlandés, un personaje tan anacrónico que no sería raro verlo en alguna pandilla de chavales del cine adolescente de los ochenta.

La acción se desarrolla con tres o cuatro momentos simultáneos. Por una parte con Ray y su ex mujer mientras buscan a su hija, perdida durante su peligroso viaje de regreso por la desolada ciudad de San Francisco. Al mismo tiempo que los reporteros del inicio junto a un grupo de científicos, guiados por Paul Giamatti, vigilan y alertan a la población de la velocidad y fuerza de los terremotos. Todos estos cambios de acción discurren de manera fluida y sin la necesidad de forzar el encuentro entre todos los personajes, porque esto no es una película de desastres, sino algo más cercano al cine de aventuras.

Un párrafo se merecen los efectos especiales y sonoros, de un nivel tan convincente que si revisáramos ahora la filmografía de Roland Emmerich, quizás la tendríamos que enviar para hacer un tuneado urgente en la Industrial Light and Magic de Lucas, y aún así sería complicado conseguir estos mismos niveles de espectáculo.

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San Andrés puede que no llegue a la recaudación de sus competidoras estivales en la taquilla, poblada por dinosaurios mutantes, superhéroes traumatizados y robots a punto de llegar al presente desde el futuro. Nos quedamos con esta película protagonizada por un madelman que pilota helicópteros, aviones y lanchas motoras. Un film que demuestra muy buen pulso, y no solo el de su protagonista, esa mole capaz de soltar diálogos de saldo que incluso Van Damme rechazaría. Antológico es ese en el que les comenta a varios supervivientes que para protegerse lo mejor es acercarse a un lugar robusto. Y eso que The Rock no se aplica su propio ejemplo, claro está, porque él no lo necesita.

Quitando estas tonterías, junto a la bandera estadounidense -generada por ordenador- más ridícula e innecesaria de las vistas en toda la historia cinematográfica, el logro de San Andrés es un producto sin complejos que, de haberse estrenado hace treinta años, ahora se estaría reivindicando igual que sucede con Los goonies.

¿Qué más se le puede pedir a este largo? ¿Qué salga Kylie Minogue? No hace falta, también aparece un par de minutos.

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