4 de octubre de 2024

Avatar: la buena, no la de Cameron

Existe cierta polémica friki entre los que consideran anime a Avatar y los que no. A nosotros nos la rasca lo que digan los frikis: anime o no anime, nos encanta esta serie.

Avatar: la leyenda de Aang es el título completo de esta gozada que no es nipona ni procede de un atorrante colección de libritos de esos que se leen del revés. Ni falta que le hace. Al igual que su calvo protagonista, se puede decir que Avatar es una rara avis en su especie: un producto totalmente inusual del canal Nickelodeon presentando una historia en la que la magia, las aventuras y la espiritualidad oriental se combinan para dar lugar a esta increíble serie, alcanzando momentos de tal calidad que aunque técnicamente no pueda considerarse anime, los japoneses deberían declararla anime de honor.

Avatar se ambienta no en Pandora, sino en un mundo dividido en cuatro naciones: Fuego, Tierra, Agua y Aire. En la época en la que se desarrolla la serie, el reino del Aire está prácticamente extinto y la nación del Fuego lidera una guerra para conquistar al resto. El único que puede restituir el equilibrio entre naciones debería ser el Avatar, una especie de espíritu capaz de gobernar los elementos y que se reencarna en cada generación, a lo budista. Pero el Avatar actual desapareció cien años atrás y todo el mundo lo ha dado por desaparecido.

Lógicamente en una serie llamada Avatar, sabremos que en breve alguien encontrará al Avatar y el Avatar resucitará para ir a repartir leña. La gracia de esta historia es que el Avatar resulta ser un niño pequeño que huyó de tamaña responsabilidad y que nunca llegó a aprender a controlar más elementos que el aire. El chaval es encontrado por un par de hermanos que se responsabilizan de su lanzamiento en sociedad y de ahí a triunfar como la Coca-cola sólo hay un paso (bueno y tres temporadas).

A poco listo que uno sea comprenderá que cada temporada se basa en que el niño Aang consiga dominar cada uno de los tres elementos que le quedan, pero aunque esto reviste un indudable interés no deja de ser una inversión de a largo plazo, Lo que capta la inmediata atención del espectador es la increíble fantasía del conjunto, los viajes por parajes exóticos que van desde los hielos árticos hasta las vivas e intrigantes ciudades sureñas, todo servido con unos personajes muy bien trabajados a los que se coge un cariño tremendo y cuyas aventuras les llevan a pasarlas canutas y reforzar los lazos de amor y amistad que van creciendo entre ellos.

Comentario aparte merece lo que sin duda deja con la boca abierta y que son los impresionantes combates de fuerzas elementales que se suceden a lo largo de la serie y de los que se enamorará locamente cualquiera que aprecie un buen toma y daca con mucha imaginación y visualmente impactante. El gran tapiz de protagonistas y secundarios de diferentes naciones permite disfrutar de diferentes técnicas de lucha, siendo la más reconocible los movimientos de tai-chi con los que Aang formula sus ataques de aire. Cómo no, los combates con fuego son los más espectaculares a primera vista, pero particularmente me quedo con las técnicas combinadas de sonido + vibración + tierra que emplea Toph, una niña ciega que tendrá un papel relevante a partir de la segunda temporada.

Desanimarse ante el tono infantil que la serie tiene en parte de su primera temporada es perderse una obra mayúscula de entretenimiento, diversión y espectáculo. Y descartarla por la mutilada versión que realizó Shyamalan en imagen real, una barbaridad. El visionado de Avatar: the last Airbender es una historia que deja el inconfundible sabor de la aventura de toda la vida potenciada por las infinitas posibilidades visuales de la animación. Para no perdérsela.

4 comentario en “Avatar: la buena, no la de Cameron

  1. Voy por la tercera temporada, a punto de terminar ya la serie. Está bien y es entretenida aunque en los últimos capítulos estoy echando de menos a un personaje en concreto. El gran error de Shyamalan en la adaptación fue sobre todo en el montaje. Si fue culpa suya o de la productora/distribuidora es algo que desconozco. Ya se sabe lo que se suele decir: "quien mucho abarca, poco aprieta". E intentar llevar 20 capítulos de 23 minutos a una película de hora y tres cuartos se acaba notando demasiado, es una película apresurada y mal contada. Con algunos destellos que por algo está dirigida por un tío al que el talento le sobra.

  2. Por lo visto Shyamalan tiene la manía que ninguna de sus películas supere los 110 minutos y lo más probable es que sea él quien haga el montaje para evitar sobrepasar esta duración. Una lástima, porque la serie tenía muchas posibilidades y para que la película funcionase hubiera tenido que rondar las dos horas y media. De todos modos no me pareció tan mala, los actores infantiles son bastante regulares, pero la banda sonora es una pasada y tiene alguna escena de quedarte con los deos de los pies abiertos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *