20 de abril de 2024

Críticas: Un dios salvaje

Tan controvertido como personal, el genuino Polanski nos regala esta pequeña gran película basada en la obra homónima de Yasmina Reza.

En una época cinematográfica en la que hasta grandes directores de la vieja escuela como Scorsese, Wenders, Spielberg o Argento se han dejado llevar por la moda del 3D, el director de origen polaco ha optado por filmar una película sin elipsis y rodada íntegramente en una casa (excluyendo las escenas inicial y final, igualmente notables). Habrá quien achaque esto a su situación jurídica, sin embargo la historia del cine está repleta de ejemplos de cómo transformar obstáculos y limitaciones en virtudes, y desde aquí pensamos que este film es toda una declaración de principios: una descarnada y ácida crítica del hombre occidental.

Podemos conformarnos con ver una comedia sencilla y de humor negro, y disfrutar plenamente de ello; pero también podemos escarbar más allá de esa superficie y ver en el detalle de esta pareja de matrimonios el reflejo de lo universal: incomunicación absoluta, hipocresía, egocentrismo, incapacidad para admitir errores personales, entender por solidaridad y ejemplo moral escribir un libro sobre el continente africano, machismo y feminismo en sus sentidos más peyorativos… Durante hora y veinte minutos de metraje, estas son algunas de las lindezas que encajamos riéndonos y siendo un tanto inconscientes del bofetón que nos estamos llevando. Porque esos personajes despreciables que interpretan magníficamente un John C. Reilly que necesitaba un papel así, Christoph Waltz, Kate Winslet y Jodie Foster (en ese orden de calidad interpretativa, destacándoles a ellos que para nosotros se las comen con fatatas), representan muchos de los rasgos de nuestra cultura. El magnífico guión, además de lo mencionado, tiene la virtud de no ser discursista. Cada personaje posee su propia voz y opinión, y somos los espectadores quienes debemos interpretar y meditar esas reflexiones que se nos ponen sobre la mesa casi sin darnos cuenta.

Los ecos de El ángel exterminador son evidentes, aunque el guión de Buñuel y Alcoriza no conllevaba las mismas dificultades formales que la historia coescrita por Polanski y Reza. Si respecto al fondo esta es una película ejemplar, en la forma se queda bastante desdibujada. El pie forzado de rodar todo en espacios tan mínimos (y que tenemos tan vistos como el salón, donde se produce casi toda la acción) supone una complicación en ocasiones no superada del todo. Da la sensación que Polanski se ha centrado tantísimo en dirigir a su elenco de intérpretes que ha dejado un poco de lado el aspecto visual del film, como si hubiese olvidado el reto y la complicación técnica que suponía rodar un guión de estas características. Se ha volcado todo en la puesta en escena, en resolver los problemas que pudieran surgir moviendo a los personajes de posición. Y sabe a poco, se echa en falta una mayor imaginación puramente cinematográfica que se desmarque plenamente de lo teatral.

A esta rémora espacial y visual que arrastra la película hay que sumarle la ausencia de un elemento básico en el séptimo arte: la elipsis. El hecho de que la historia esté narrada en tiempo real teatraliza aún más el film. Aunque en este aspecto las armas narrativas de las que se vale Polanski, guión aparte, para contar esta historia (interpretación y la puesta en escena, como ya hemos dicho) sí le solucionan de forma brillante la falta de este recurso. A los inteligentes giros de guión hay que sumarle las excelsas actuaciones de los intérpretes. En este sentido hay que destacar a Christoph Waltz, que lleva el peso de las supuestas pausas dramáticas (que no hacen más que aumentar la tensión entre los personajes) con esas archirrepetidas llamadas telefónicas que recibe y efectúa que, lejos de resultar reiterativas, se convierten en un elemento cómico magnífico que agiliza el relato de forma muy eficiente.

En definitiva, Un dios salvaje se revela como una propuesta que agradará a todos y noqueará a algunos casi con total seguridad, pese a no poder huir de cierto ensimismamiento. Y después de haber producido películas como la última de Woody Allen y la que nos ocupa, los futboleros odiamos a Jaume Roures un poco menos. O quizá no.

 

por Dean Moriarty, con la colaboración de Sergio de Benito

5 comentario en “Críticas: Un dios salvaje

    1. Pues en que, como coincidíamos en prácticamente todo, Dean escribió la crítica y yo introduje varias anotaciones sin modificar nada de lo suyo.

      La suscribo casi palabra a palabra, de no haber coincidido sería un cara o cruz.

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