Brett Ratner, director comercial donde los haya, regresa con esta entretenida comedia de acción que intenta rescatar a Eddie Murphy.
Sería sin duda atrevido situar una producción de corte tan comercial como la que nos ocupa en el contexto de la crisis económica, pero sí es cierto que no es la primera auspiciada por un gran estudio (recordemos, por ejemplo, la reciente Los otros dos) que introduce en la trama elementos referentes a ella. En este caso se trata de un magnate, encantador a primera vista, que tiene engañados a todos los trabajadores del edificio en el que habita e involucra sus ahorros en un fraude de enormes proporciones que les llevará a intentar tomarse la justicia por su mano.
Obviamente Un golpe de altura no viene a aportar nada nuevo ni esconde sorpresa alguna, se sirve del guión tramposete de turno y rebosa clichés por todas partes. Sabemos de antemano las cartas que va a jugar, comenzando por las espectaculares y bien rodadas escenas de acción alrededor del lujoso edificio en el que se ubica la mayor parte de la trama.
Pero esto no es impedimento para que proporcione momentos disfrutables, gracias entre otras cosas a un elenco de actores (la mayoría en horas bajas, todo sea dicho) que no son ninguna maravilla pero a los que se agradece ver en este tipo de producciones, sobre todo teniendo en cuenta los negados que nos suelen colar habitualmente. Entre ellos destaca Eddie Murphy, que después de varios hostiazos épicos como Atrapado en un pirado o Imagine (ni tan siquiera figuran en su filmografía en el libreto para la prensa) intenta reciclarse en otro tipo de comedias menos estomagantes, una vez visto que aquéllas son veneno para la taquilla. Casey Affleck, quien a pesar de la incipiente carrera como director de Ben siempre será el hermano medio listo, está bastante desaprovechado al contrario que un Matthew Broderick ideal para este tipo de papeles en comedias menores. Y es de cajón que Alan Alda no va a recordar al que trabajó con Woody Allen, pero cumple perfectamente con el perfil que requiere su personaje. Del protagonista, un Ben Stiller cada vez más visto pero al que no puedo evitar seguir admirando por sus últimos dos trabajos como director, tampoco hay mucho que decir.
Párrafo aparte merece la participación de Gabourey Sidibe (¡la mismísima Precious!) en el papel de Odessa, una empleada de la limpieza cuyo nombre nos gustaría creer malintencionado. La madre de Mongo tiene ahora un registro de chica mala dispuesta a lo que sea para recuperar lo que es suyo, cosa fina.
Con un ritmo adecuado, va al grano y no se enreda en pretensiones inútiles, ofreciendo un entretenimiento tan vacío como sincero que en ningún momento ofende la inteligencia del espectador y es consciente de su dimensión. Para saberlo es muy probable que no hiciesen falta las 500 palabras de rigor, pero si uno se topa con Un golpe de altura en un futuro pase televisivo o compromiso no ha de temer: pasará un rato distraído, olvidará en breve lo visto y a otra cosa. Que para eso sirven este tipo de filmes, vaya.
¿Casey desaprovechado? Pues merecen morir por ello. Casey Affleck es el puto amo.