6 de noviembre de 2024

Sitges '11: Sección Oficial (II)


Continuamos con el análisis de una SO donde hablaremos sobre el premio a Red State y muchas cosas más. No sin antes dar las gracias a Cristina en esta ocasión por la ayuda prestada.

Si el otro día iniciábamos nuestro repaso al cine de género que pudimos ver en esta última edición del Festival de cine fantástico de Sitges ofreciendo un espacio a lo más sorprendente en este ámbito, y a las propuestas de cine español que llegaron al Auditori, hoy continuamos con una mirada que, como no podría ser de otro modo, arranca con la ganadora, que no es otra que la ya citada Red State de Kevin Smith. Y es que tras la extraña decisión de pasarse al terror después de tantos años sin moverse del género que mejores resultados le ha dado se esconde un film tan disperso como irregular, pero en el que el autor de Clerks decide arriesgar la estructura narrativa (confiriéndole giros constantes) en pro de un discurso que resulta más que interesante, y aunque hace medrar las posibilidades del film, ofrece empaque a esa línea creada, que en más de un momento resulta tan incisiva como irónica, para terminar desembocando en otro terreno lejano al que rara vez vemos redirigirse al cine de terror. Contemplando una cinta tan desproporcionada e imperfecta, sin embargo, uno se preguntará si realmente el premio debió ser para Red State, y la cuestión es que pese a intentar alejarse de los cánones habituales, el nivel de este año fue tan grande, que el hecho de otorgarle un premio a un film tan descompensado como el de Kevin Smith, sólo se puede atribuir a un favor del propio festival a un director que lo está pasando mal con la distribución de su película. Y con ello no estoy apuntando que su trabajo no merezca la pena en cierto modo, pero sí que en un festival con tanto bagaje en el género habría que cuidar más detalles como éste, en especial si tenemos en cuenta que el listón estaba bien alto este año, y no solamente debido a películas fijadas en otros marcos lejanos.

Siguiendo en esta línea, y ya que comentábamos el genial trabajo de una Sección Oficial, también hay que otorgar un pequeño espacio a esas otras cintas que, en algunos casos merecen la pena, y en otros no tanto. Para empezar, otra de las destacadas fue la marroquí Mirages, una de esas sorpresas que ni se estiman (por la rareza del país y lo malas que pueden a llegar a ser producciones que provengan de lugares donde ese tipo de cine nunca ha destacado), y que deja un cine inteligente, metafórico y con uno de esos desenlaces no conclusivos que tanto daño puede hacer, pero que visto el caso, generará más debate que otra cosa. Continuando en una línea alejada del tono humorístico que lleva ya unos años asaltando al género, también merece la pena comentar El páramo, film en el que su director merma las posibilidades de una propuesta que hubiese funcionado mucho mejor intentando retratar una calma tensa, y que hace de sus actores una de las mejores armas, tanto que en alguna ocasión incluso terminan salvando el propio material. Concluyendo ya con este pequeño apartado Troll Hunter, otro de esos productos del hype que emergió como un interesante mockumentary que se va apagando a medida que avanza, pero cuyos detalles cómicos y su potente último acto lo elevan un pelín por encima de la media, y Juan de los Muertos, comedia zombieficada que logra mantener el ritmo y el dinamismo con bastante éxito, además de resultar bastante divertida, daban el punto final a un género con el que este año se ha podido disfrutar de lo lindo. Ojito también a un par de propuestas como Kill List, cuyo primer tramo termina dando paso a una tremenda explosión de violencia, intentando ofrecer algo nuevo y extraño, o Mishen, de la que solo diremos ante la imposibilidad de asistir al pase, que muchos ya han trazado comparaciones con Tarkovsky, proclamándola como una propuesta densa, excesiva, sarcástica y cerebral.

 

Como otra de las temáticas del festival resultó el fin del mundo, no deberían ser menos las propuestas presentadas en ese ámbito, que con Hell colmaban de competencia un trabajo cuyo usual camino y su poco riesgo en la toma de decisiones no lo hacían elevarse más alto, con The Divide, un más bien rutinario ejercicio cuyo efectismo y labor actoral prácticamente la hacían caer, pero que recobraba aire con una destacable conclusión y una mala leche dignas de mención, y con The Mortician presentaba un mundo postapocalíptico sin ley que juega a la perfección con el 3D, posee actuaciones sólidas y se desvela como una película paciente.

Quizá no hubo tanto material en ese aspecto, como tampoco en el de cine independiente norteamericano, que dejaba con Bellflower una fantástica cinta revulsiva, inquieta y con ganas de jugar con los géneros y dar vueltas de tuerca a un género que nunca se termina de decantar entre una comedia romántica única, un thriller absolutamente acongojante o una comedia descocada y bestial, y conseguía con Another Earth un curioso drama que sólo empleaba la premisa inicial de ciencia-ficción para componer el típico personaje en busca de la propia redención, y se despachaba con un final totalmente indigno que rompía todas las posibilidades de una propuesta que, bajo otra batuta, hubiese sacado mucho más provecho de sus aptitudes.

 

Echando el cierre a este extenso análisis, nos topamos con ese grupo que nunca se sabe exactamente donde encajan en el marco Sitgesiano. Obras como Womb, un drama que nunca sabe bien como explotar sus posibilidades, y cuyo mejor presente para el espectador son unos diez primeros minutos luminosos, o Trabalhar Cansa, un extraño drama social que se mezcla de modo bastante bizarro con el fantástico y deja en su desenlace una potente secuencia, serían de lo mejor en este apartado, mientras otras como Sleeping Beauty, que se intenta despojar de los elementos más comunes de las películas sobre prostitución, pero termina perdiendo el rumbo y ahogándose en silencios y tiempos muertos, The Murder Farm, una suerte de La cinta blanca exenta de medios, o The Other Side of Sleep, una especie de meditación sobre el dolor enterrado con creatividad a la hora de crear atmósferas, pero poca fuerza en el momento de traducirla en tensión, completaban un marco de lo más curioso que ni siquiera afecta al nivel general de un Sitges que ha sorprendido, deleitado, divertido y hecho vibrar a un público que, este año sí, se puede proclamar más orgulloso de un festival que ni siquiera ha necesitado de polémicas (como la de A Serbian Film) para volver a demostrar que sabe aunar calidad, talento y muchísima perspectiva, y del que esperaremos prontas noticias para poder disfrutar de nuevo en 2012.

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