25 de abril de 2024

El director olvidado de Sarajeski

Sarajeski nos trae al serbio Goran Paskaljevic

Puede que la elección no vaya muy en consonancia con el título del subforo, y que más que olvidado, Goran Paskaljevíc siempre ha sido el segundo de a bordo de la cinematografía yugoslava, el “otro”, por detrás de la larga sombra de Emir Kusturica.  Y es curioso lo cerca que han estado siempre ambos cineastas con infinidad de temas comunes y compartiendo actores e intenciones, tal vez la mayor diferencia ha terminado por ser la lealtad de Paskaljevíc consigo mismo, manteniendo un estilo, y sobre todo, una visión de su mundo y de los Balcanes que poco ha cambiado a lo largo de sus 15 largometrajes y más de 30 años de profesión. En el otro lado, tenemos al archiconocido director nacido en Sarajevo, que ha sufrido un lenta transformación desde posiciones más críticas con su país (cualquiera que sea ese país suyo) hacía un cierto nacionalismo moderado algo euroescéptico; de considerarse yugoslavo hace menos de 10 años a abrazar el cristianismo Ortodoxo y a nacionalizarse serbio (lo que a mucha gente le ha solucionado la vida, porque era un maldito quebradero de cabeza deducir de donde cojones era. ¿Serbio?¿bosnio? ¿serbobosnio?¿yugoslavo?). Irónico. Uno comienza hablando de Goran Paskaljevíc y tras unas pocas líneas acaba opinando sobre Kusturica. Típico, vaya.

Volviendo a nuestro director, hay que hablar de esa visión que ha mantenido a lo largo de su carrera, tan particular y única, tan inamovible, luchando siempre contra viento y marea, ya sea contra la hoz y martillo, contra las banderitas y sus himnos o simplemente contra quien se tercie, normalmente la historia reciente de los Balcanes, en definitiva una visión negra y llena de mala leche por todas partes que te cagas. Un cine crítico y autocrítico, mordaz, cruel, reflexivo y que no suele dejar títere con cabeza.

El cine de Goran es el cine de alguien con muy malas pulgas, que no duda en atacar a su país donde más duele, lleno de la rabia y la desesperación de los que verdaderamente aman a su patria y no les gusta lo que ven en ella. Es por ello que su primera película fuera censurada por los camaradas checos o que en el 92 tuviera que salir por patas ante su posición y enfrentamiento contra los nacionalistas que lo acusaban de traidor mientras masacraban al país, o a lo que quedaba de él, no volvería hasta 1998, y como regalo de bienvenida trajo una de las obras más negras que se recuerden de la ya por si negra filmografía yugoslava o serbia, El polvorín (Bure Baruta).

Seguramente por todas las circunstancias de la historia reciente yugoslava, su cine también es ante todo político y combativo. Hay que entender que, como muchos otros directores yugoslavos, Goran cursó estudios en la prestigiosa escuela de cine de Praga, la FAMU. Por aquel entonces Checoslovaquia vivía su “primavera” y la idea del ”socialismo con rostro humano”, todo fue muy bonito hasta que una mañana más de 2.000 tanques rusos entraron en Praga y se lió la de San Quintín, nuestro buen amigo tomó conciencia y un año después, en el 69, ya estaba tocando los cojones a las autoridades con su proyecto Mister Hrstka, filme acusado de “una ofensa al sistema socialista y un peligro para el orden social”, film, por cierto, perdido para siempre.

De vuelta a su país, Goran compaginó sus cortometrajes con algunos trabajos documentales. Es en el 76 cuando da el salto al largomentraje con Un vigilante de playa en invierno (Cuvar plaze u zimskom periodu). Y es desde este pistoletazo de partida en el que podemos ver el universo Paskaljevíc, ya encontramos esa desesperanza de una juventud sin futuro y el enfrentamiento generacional que iría perfilando en buena parte de sus cintas hasta llegar a su mejor obra, por una vez más llena de nostalgia y tristeza que de malas pulgas, The Elusive Summer of ’68 (Varljivo leto`68).

Volviendo a su primer trabajo en pantalla grande, ya encontramos al que fuera su primer actor fetiche, Danilo “Bata” Stojkovic, que prácticamente se llevó casi toda su filmografía representando al estado yugoslavo y su dictadura paternalista, con su bigotito a lo Hitler y sus eternas quejas sobre la juventud. Otra vez se ha de mencionar The Elusive Summer of ’68 (Varljivo leto`68) pues es el paradigma de esto que digo junto con otra cinta, pera ésta de otro director (ocasional), El espía de los Balcanes del dramaturgo Goran Kovacevic. Bata fue un actor extraordinario que termino por ser el Alfredo Landa yugoslavo, aunque con la diferencia que su personaje era siempre un personaje que servía para criticar y meter el dedo en la llaga de la sociedad yugoslava de los ochenta.

En sus primeras obras hay también ganas por experimentar, usar el sonido y la cámara de manera poco convencional para entonces en esas latitudes, con rodajes de guerrilla y sin ningún pudor hacía ciertos convencionalismos cinematográficos. En otras palabras, Goran se contagia de los nuevos cines, donde Praga y su prestigiosa escuela habían sido uno de sus mayores exportadores.

Vislumbramos también una de las obsesiones del cineasta serbio, la emigración, tema abordado en varias de sus películas, incluyendo su último trabajo hasta la fecha, Lunas de miel (Medeni Mesec). Y el tren, símbolo de esa migración, que siempre va a estar presente no sólo en su cine, sino en la casi todos los artistas de la zona.

Voy a volver a hablar de Kusturica, para comentar la extraña relación que tienen ambos directores. Y es que siempre se están pisando, me explico; Goran utilizó a Bata, y luego el reconocido director de Sarajevo lo explotó. Pero les pasó también con muchos otros actores, eran descubiertos por alguno de ellos y el otro decidía comenzar una fructuosa relación laboral, caso de Slavko Stimac, pero no sólo pasa con los actores. El colmo es la temática de las cintas que abordaban, si Goran lanzaba su mirada al viaje de los gitanos hacía Europa en Andjeo Cuvar, poco después Kusturica hacía lo mismo con la conocida El tiempo de los Gitanos, si Kusturica miraba a su adolescencia y el despertar sexual en ¿Te acuerdas de Dolly Bell? Goran hacía lo propio con The Elusive Summer of ’68 (Varljivo leto`68) usando incluso al mismo actor principal, por no hablar de que fueron a la misma escuela de cine o de la crítica a la guerra de los Balcanes que filmaron, uno en el 95 con Underground y el otro más tarde (pero más valientemente, con mayor vergüenza para Serbia) con Sueños de una noche de Invierno (San zimske noci), donde en ambas pelis encontramos al mismo actor protagonista, Lazar Ristovki. Y así un no parar de lugares comunes, pasando por trabajar con los mismos guionistas (Dusan Kovacevic, Gordan Mihic…) y parte del equipo técnico.

Pero al final el emblemático Kusturica ha cambiado, mientras que Goran simplemente se ha hecho más viejo, más cruel, más desesperado y más fiel a si mismo.

Su primera etapa tiene un fuerte componente político, pero no tan marcado como a partir de mediados de los 80 con el punto de inflexión que supuso The Elusive Summer of ’68 (Varljivo leto`68). De todas formas, en esta época ataca al comunismo con su dictadura, representado en la figura de Bata, retrata a una juventud que terminó traicionándose, a un país sin futuro, pero no supo ver el problema del auge del nacionalismo hasta que no fue demasiado tarde (la guerra le pilló hablando de su otro gran tema, la emigración). Esto tampoco es una característica exclusiva suya, ya que a todos los artistas yugoslavos parece que les cogió el asunto desprevenido y, como a todos, su discurso cambio a marchas forzadas para dedicarle todo su tiempo a la nueva Serbia surgida de la guerra y hacer una radiografía del país sin concesiones. “Que le den por culo a este asqueroso país”, decía uno de sus personajes en El polvorín (Bure Baruta) y estoy seguro que esas palabras iban con todo el amor que Goran le profesa a su patria. Después de una cinta rodada fuera de Serbia, Goran continuó contando historias con el puñal en la mano con Sueños de una noche de Invierno (San zimske noci), secuela espiritual de Bure Baruta y a esta siguió Optimistas (Optimisti), las tres protagonizadas por Lazar Ristovski, por cierto.

Aquí, Goran ha llegado a su estado más alto al conseguir mezclar su simbolismo (normalmente político) con el humor negro y desesperado que le caracteriza, y es que al igual que otros artistas yugoslavos y/o serbios, Goran siempre cuenta otra historia dentro de sus relatos, es decir, se dedica a contar una historia que encierra simbolismos e intenciones más profundas, pero fácilmente reconocibles, sobre todo para un ciudadano serbio y en sus últimas 4 películas ha terminado por ser mucho más críptico, cuando en sus primeras cintas no lo era en absoluto. Otra manera de verlo, es que sus simbolismos le tienen secuestrado y al final su cámara ha dejado de moverse como hacía en sus primeros trabajos (estoy recordando un hermoso travelling circular de una pareja desnuda en Un vigilante de playa en invierno) para centrarse más en lo que cuenta y en lo que quiere decir; en la intención, lo que a nivel plástico se puede juzgar como una derrota, pero a nivel de dirección es un salto significativo, al menos para mi persona, pues considero que la plasticidad puede terminar siendo vacía si sólo se apoya en el “preciosismo” y deja de lado una de las posibilidades del arte, el hacerte pensar.

Goran ha acabado refugiándose en festivales, y poco a poco comienza a reconocérsele como alguien a tener en cuenta en la filmografía serbia aparte de Kusturica (verdaderamente desconozco la relación personal que existe entre los dos, pero siempre me he imaginado que no debe ser nada buena). Ha ganado tres veces el festival de cine de Valladolid, dato tan curioso como inútil, pero es de lo poco que podemos encontrar suyo si cliqueamos su nombre en el google.

En suma, y recuperando lo inicialmente dicho, es un director más desconocido que verdaderamente olvidado (un director olvidado podría ser Dusan Makavejev, que de liderar la ola negra yugoslava ha acabado abandonando el séptimo arte para refugiarse impartiendo clase en alguna escuela de cine de Australia), pero que los buenos cinéfilos deberían darle una oportunidad, porque van a encontrar un mundo negro tirando a oscuro, pero siempre con una mirada tierna hacía sus personajes, con un subtexto rico en matices y una interpretación en los actores que suele ser ejemplar.

Ahora que Kusturica se ha diluido tanto artísticamente como ideológicamente y el cine serbio empieza a tratar de dejar el pasado (de una vez) atrás, sólo nos queda el bueno de Goran. El último patriota, tal vez el único de verdad.

Texto de Sarajeski.

3 comentario en “El director olvidado de Sarajeski

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