19 de abril de 2024

Scream Queen: cuando la fuerza se va por la boca

Un acecho peligroso en la sombra, tenemos acción.  Una mujer de atractivo especial y un pecho donde quepa todo ese aire que se necesita para el grito, tenemos forma. Gritar y gritar y gritar, tenemos fondo.  Y nosotros, encantados de contar algo de esas Scream Queens que nos han hecho disfrutar a lo largo de la historia en la gran pantalla.  Sólo nos falta ponerlo en práctica: ¡¡¡¡Aaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!

 

Fay Wray (1907 – 2004)  por mnemea

Alguien tenía que dar el primer paso, ser única en su especie, avanzar hacia el estrellato y enfatizar el terror más apabullante no sólo con un rostro desencajado y unas manos que intenten ignorar el peligro al que debe enfrentarse.  En la industria del cine se inventó algo nuevo: añadir a esa cara bonita un sonoro grito que hiciera temblar al más entero en su butaca.  Vale, vale, igual exagero, está claro que no fue el primer alarido, pero ¿quién tiene el honor de ser la primera scream queen de la historia del cine?  Ella y sólo ella, Fay Wray, que tras pasar por varias películas de terror donde destacaba por su frescura y amplia mirada como El malvado Zaroff, Doctor X o Los Crímenes del Museo, no sin dar algún gritito ante todo tipo de malvados, llegó a manos de un enorme gorila que perdió los papeles por ella en King Kong (1933), donde sufrió lo indecible y fue condenada al grito espasmódico, el prolongado, el lastimero, el sollozante, culminando la variedad con un agotado ¡ay! casi imperceptible.  Rubia por contrato, con un hermoso cuerpo, gran carisma y garganta a prueba de afonías, los meneos de un gorila enamorado crearon escuela para futuras hembras dispuestas a morir a lo grande, porque ella dijo basta, y aunque disfrutó de una larga trayectoria cinematográfica en su muy prolongada vida, no se preocupó del terror hasta la nueva King Kong (2004),  donde iba a hacer un cameo al que nunca llegó a tiempo.

 

Janet Leigh (1927 – 2004)  por Favio Rossini

Psicosis tiene dos partes muy diferenciadas. En la primera, nos adentramos en un thriller psicológico en el que el miedo a ser pescados in fraganti llega a convertirse en la más terrorífica de las paranoias. En la segunda, la aparición de Norman Bates y su extravagante complejo de Edipo nos sumerge en un relato que hace de estas paranoias una realidad mucho más terrorífica de lo que hubiéramos imaginado, reconvirtiendo la cinta en un agobiante film de terror puro y duro.  Entre las dos, como punto de encuentro de los dos subgéneros, Janeth Leigh, una ducha, el chi chi chi acongojante y un grito que envió a su emisora directamente al hall of fame de chillonas del celuloide. Nunca una escena había provocado tanto shock en el espectador. La protagonista había sido asesinada, y aún quedaba todo por resolver. El gordito se había vuelto a quedar con todo el mundo.

Hitchcock hizo de Leigh una auténtica scream queen,  no por ser la pionera en dar grititos delante de una cámara, honor que sin duda debe ir para Fay Wray y sus berridos en King Kong (1933), sino por hacer de esa escena y su protagonista un auténtico icono del siglo XX, repetida, copiada y parodiada hasta la saciedad. Y encima, no conforme con esto, Leigh pariría a una digna Scream princess como Jaime Lee Curtis, que nos encandilaría a todos con sus gritos huyendo de Michael Myers en Halloween(1978).

 

Susan Cabot (1927 – 1986) por Adrián Esbilla

Morena, curvilínea y menuda. Secundaria de carácter o muchachita casadera, que tanto daba. Pareja de western b con el aniñado héroe de la 2ª GM Audie Murphy. A Susan Cabot algo retorcido le asomaba a los ojos de starlette cincuentera. Se consagró como divinidad menor de la edad del autocine y el programa doble cuando Roger Corman la recuperó en el 57 como sádica manipuladora para su exploit colegial Sorority Girl, consagrándola dos años después en The Wasp Woman donde, trasteando con la idea de la mad doctress, la presentaba como implacable ejecutiva que se transformaba a si misma en avispa humanoide mediante un suero antievejecimiento. Si le sumamos su ladymacbethiano personaje en Machine Gun Kelly, entre medias de los títulos citados y en comandita con las muy baratas The Saga of the Viking Women and Their Voyage to the Waters of the Great Sea Serpent o War of the satellites, tal pareciera que Corman sublimaba, a través de la gélida maldad de la Cabot, el terror a una femineidad dominante, arrogante, poderosa. Pero la diva con b no daba tanto miedo desde como fuera de la pantalla. Babilónica y hollywoodiense su vida es su obra. Una parodia grotesca. Material para la viperina lengua de chismosa de Kenneth Anger. Se casa con el rey Hussein de Jordania, que la deja por su ascendencia judía. Vive la vida de la gente guapa desocupada, la internacional millonaria de los últimos 50 y primeros 60. A la altura del 65 tiene un hijo prematuro y con enanismo de un padre misterioso. Aconsejada por un siniestro doctor centroeuropeo (como todos los doctores siniestros que se precien) somete a la criatura a un tratamiento para forzar su desarrollo. En amarillo: inyecciones de pituitaria de cadáveres recientes. Enclaustrada y progresivamente enloquecida se convierte en mantis maternal de una criatura desequilibrada. Todo mezclado con dosis generosas de narcisismo a lo El crepúsculo de los dioses. Química y decadencia. El 10 de diciembre de 1986 Timothy Cabot mata a su madre de una paliza. Asesinato involuntario y exoneración por incapacidad mental. «Nunca quise hacer daño a mi mamá», declaró.

 

Diana Lorys (1940 – act.) por Maldito Bastardo

¿Por qué irse fuera cuando lo tienes en casa? Con esa premisa decidí buscar dentro los gritos patrios… de ese bocata de jamón ibérico con suficiente campanilla y pechonalidad antes que divagar entre el chillido extranjero y, por lo tanto, ajeno a mí día a día. Las japonesas no gritan igual que las suecas que a su vez no gritan igual que las norteamericanas. Cada campanilla está afinada de acorde a su patria (y potestad).  Pero… ¿dónde podía hallar la verdad? Los fanzines son el perfecto punto de mira para nuestro cine castizo fantástico inexistente para muchos, grotesco para otros pocos y reivindicado por los enterramientos de mitos y leyendas: Jess Franco, Paul Naschy y compañía (si es que la tuvieron, claro). En la lista se erigía un icono desconocido por muchos llamado Diana Lorys como la mejor scream queen española. Se citaba una película de su filmografía: Malenka (1968). Es cierto que en la cinta que protagonizaba Anita Ekberg, y que se inspira y mucho en La marca del vampiro de Tod Browning, tiene su papel secundario de mesonera austro-húngara. Enseña dote, chicha y cebada pero no grita ni una sola vez. Sí es en Gritos en la noche, clásico indiscutible e imprescindible del fanterror patrio por mano, obra y gracia de Jess Franco y en el papel de Wanda Bronsky, donde encarna a la perfección la fragilidad, elegancia, exuberancia y el terror reflejado en un rostro que se hace cuerpo… y que se hace grito a voluntad. En Los ojos de la noche, otra cinta sexplotation con tendencias giallocidas de ese director que la sacó tanto jugo tonal, enseña todos sus insinuantes y curvilíneos recursos epidérmicos. También utilizó a la Lorys en El proceso de las brujas como lozana y gritona sirvienta.

 Y es que Diana Lorys, nacida en 1940 y que fue capaz de hacer comedias con Mariano Ozores, chillar y enseñar pechuga a las órdenes de Jess Franco, lucirse en el spaghetti western y hacer acto de presencia hasta en Curro Jiménez, tenía todos los atributos de la paella bien hecha para seducir a todo tipo de paladares. Se retiró antes de que llegaran los ochenta en una carrera que duró poco más de veinte años y se completa con más de cincuenta producciones. Cuentan que lo dejó todo cuando se casó con el hombre de su vida. Sus gritos, a partir de ese momento, serían en privado.

 

Shelley Duvall (1949 – act.)  por Vian

Traigo la inclusión bastarda que no puede faltar en una lista como ésta. Reputada reina gritona por una única actuación, además de por el horrendo doblaje que le otorgaron en castellano, Shelley Duvall, más conocida como Wendy Torrance, se cuela por méritos propios en esta lista. La entregada esposa de nuestro loco del hacha preferido en El resplandor (Kubrick, 1980) sufre, ¡y cómo!.  Ríos de sangre, fantasmas, laberintos imposibles y, por supuesto, su queridito. Porque, dejemos clara una cosa, pocas tienen lo que hay que tener para enfrentarse a un Nicholson desbocado que, totalmente inmerso en su paranoia, no me extrañaría lo más mínimo que quisiera asesinarla en la realidad. Fuera coñas y especulaciones, Shelley se lo curra. Pocas veces he visto el sentimiento de pánico tan interiorizado en un personaje como en esta construcción de Wendy, temerosa y compasiva a ratos, desquiciada en otros. Y ¿por qué no decirlo? Demuestra un coraje digno de mención. ¿Cuántos hubiéramos salido pitando de esa casa al primer indicio de mal rollo?

Dicen que sale en otra película de terror, El cuarto piso (John Klausner, 1999), pero eso no nos importa. Sólo queremos oírla gritar tras la puerta, con el bueno de Jack soplando y soplando. «Here is Johnny».

 

P.J. Soles (1950 – act.) por Taylor

Pamela Jayne Soles… No la conocéis ¿verdad? Normal. A decir verdad, hasta hace muy poco su nombre también era completamente desconocido para mí. Pero no su careto. Su odioso careto me sonaba. Y tanto me sonaba que no tardé demasiado en descubrir que el repelente careto de la ex de Dennis Quaid (otro dato que desconocía) lo había visto ya en dos pelis de terror míticas: Carrie y Halloween. Dos films en los que el “talento” de la Soles se había visto ensombrecido por Sissy Spacek y Jamie Lee Curtis, respectivamente, y en los que ese pelito rubio, esa sonrosadita tez y esa cursilona expresión la habían convertido, para más inri, en lo que yo calificaría como «perfecta chica asesinable del montón». Una condición —si no admirable— sí del todo necesaria en un género en el que los sacrificios vestales siempre han constituido un recurso iconográfico esencial y en el que las siniestras y morbosas demandas del espectador jamás pueden ser desdeñadas.

 

Marilyn Burns (1950 – act.) por Cristian Perelló

De entre las muchas scream queens que ha dado el cine, una de las que más destaca es Marilyn Burns por su maravillosa labor interpretativa en el último tramo de La matanza de texas (Tobe Hooper, 1974), obra maestra del horror más crudo, connotativo y enfermizo. Marilyn Burns, ataviada con un atuendo de lo más convencional y cotidiano, nada glamouroso, nos aproxima al terror que debe suponer una larga persecución nocturna por un bosque con un espeluznante hombre con máscara y motosierra corriendo detrás de nosotros. Y nos aproxima a ello con un realismo fuera de lo común gracias a su naturalidad y persistencia en el grito, interminable grito de huida a ninguna parte que refuerza y enrarece las imágenes, y gracias, qué duda cabe, a las indicaciones de dirección de Tobe Hooper en el momento de mayor inspiración de su carrera. Marilyn Burns no volvió a disponer jamás de un papel tan suculento, pero quedará para siempre en la historia del cine por su interpretación de scream queen descomunalmente histérica y desbocada en La matanza de Texas, uno de los personajes más creíbles y sinceros de todos los que han sufrido el pánico que a menudo recorre el celuloide.

 

Jamie Lee Curtis (1958 – act.) por Grandine

Su carrera nació junto a uno de los slashers que dieron el arreón definitivo al género, y qué mejor que hacerlo siendo la protagonista total y absoluta de Halloween (junto a un tipo de blanquinosa máscara y dudosas intenciones). Pero la cosa no quedó ahí, porque más allá de repetir con Carpenter y protagonizar otras películas de la saga que inauguró a finales de los 70 y donde volvería a aparecer hasta en tres ocasiones más, Curtis participó en cintas de directores de género como Richard Franklin (Roadgames) o Paul Lynch (Noche de graduación), sin olvidar la estimable El tren del terror, films que a la postre transformarían a aquella cándida muchacha que hacía de niñera en su debut, en una verdadera especialista en esquivar psicópatas a cada cual más peculiar aprendiéndose las máximas del género: correr, gritar y, cuando no hay otra opción, defenderse del mejor modo posible. A muchos les podrá parecer que fue una más que corrió y gritó como tantas otras, aunque en su rostro el terror se sentía más puro e inocente que nunca, como en un estado primigenio, pero la cuestión es que el logro de Curtis está más allá de toda duda, pues no todas pueden presumir de haber nacido al lado de un mito como Michael Myers sabiendo construir el suyo propio, el de una muchacha llamada Laurie Strode, sin la que a día de hoy el género no sería lo que es.

 

Neve Campbell (1973 – act.)  por Diego Bejarano

En el año 1996 una desconocida Neve Campbell interpretó un papel que la lanzaría a la fama: el de Sidney Prescott en Scream. Por aquel entonces se trataba de una guapísima adolescente que consiguió enamorar, con su candidez y naturalidad, a toda una generación de chicos que creció viendo esta película. La escena de Scream que mejor representaba qué tipo de chica era Sidney (huérfana de madre, llena de inseguridades y perseguida por un psicópata enmascarado durante todo el film) era aquella en la que Billy, su novio, se colaba por la ventana de su cuarto y le soltaba un discurso en el que le explicaba el paralelismo entre la versión censurada de El exorcista y su relación de pareja: en ambas faltaban «los mejores momentos». Mientras, de fondo, sonaba la melódica versión de Gus del clásico Don’t Fear The Reaper (probable homenaje de Wes Craven a La noche de Halloween), que quedaba en la escena como un guante. A lo largo de la película Sidney iría haciéndose fuerte a marchas forzadas, pero siempre conservando ese toque de dulzura que tanto realzaba su atractivo (sería ya en las secuelas cuando se alejaría del estereotipo virginal que interpretó en esta primera entrega). Teniendo en cuenta que Scream supuso el resurgimiento del slasher y la deconstrucción más brillante que se ha hecho nunca del género, podemos decir sin miedo a equivocarnos que nadie podría haber sido más digna sucesora de Jamie Lee Curtis que Neve Campbell como la Scream queen por excelencia de los años 90.

 

Asia Argento (1975 – act.) por Nacho Villalba

Curiosear en la filmografía de terror de Asia Argento es asistir a una forma inesperada de perversión. Es, para entendernos, la historia de un padre (Dario Argento) intentando matar a su hija. Él la introdujo, ya desde pequeña, en sus oscuras pesadillas cinéfilas, primero como productor y luego filmándola él mismo y viéndola sufrir en pantalla. Sí, claro, son simulaciones, pero estas películas no dejan de ser representaciones de muerte y dolor ilusoriamente reales. Lo eran, desde luego, Demons II y El engendro del diablo, donde una púber Asia sobrevivía a los embates del averno con una firmeza impropia de su edad. Estábamos ante una scream queen todavía en estado embrionario, pero ya preparada para afrontar las futuras pruebas de fuego diseñadas por papá. La mejor de ellas fue El síndrome Stendhal, un giallo extraño en el que Asia interiorizaba el trastorno psíquico de su agresor basado en la demencia catatónica inducida por la belleza. Más tarde encarnaría al objeto de deseo romántico del célebre fantasma de la ópera, permitiéndonos comprobar su valía en territorio gótico. A partir de aquí, Asia volvió al terror sólo de forma puntual, incluyendo una colaboración con Romero donde dio rienda suelta a su faceta más guerrera y amazónica, para volver a los brazos del padre en La terza madre, reivindicable culminación de la trilogía fantástica de las madres que inició Argento con Suspiria. Afortunadamente, papi e hija siguen dispuestos a hacernos sufrir (o gozar) a través del cine y ya están ultimando la esperada adaptación del Drácula de Stoker. Decepcione o no, sólo esperemos que Dario, movido por su pasión cinéfila, cierre de una vez el círculo y vampirice, literal y definitivamente, a su querido retoño para deleite de todos nosotros.

 

Jennifer Love Hewitt (1979 – act.) por Álex P. Lascort

Si hiciéramos una encuesta entre aficionados al cine en general posiblemente el nombre de Jennifer Love Hewitt sería prácticamente desconocido. Si reducimos el rango de la encuesta a los aficionados del fantástico y el terror posiblemente su popularidad aumentaría aunque no mucho. Sin embargo si preguntáramos por la chica que va eternamente en camisón insinuando ubres en la serie Entre Fantasmas más de un 90% de la población sabría quién es. Quizás no sabrían describir su cara, pero que le vamos a hacer si sus atributos artísticos están ligeramente desplazados hacía el sur de su anatomía.

Pero, ¿Qué pinta entonces esta chica en la selección de Scream Queens? Pues que, para suerte o desgracia del genero slasher, la amiga Jennifer protagonizó dos infumables films de género que surgieron a rebufo del éxito de Scream de Wes Craven. Se Trata de Sé lo que hicisteis el último verano y la todavía peor Aún sé lo que hicisteis el último verano. ¿De qué iba el asunto? Pues de lo de siempre, jóvenes estúpidos haciendo estupideces que más tarde acabarán pagando con su muerte a manos del psicópata invencible de turno; esta vez disfrazado de pescador con garfio como arma mortífera. ¿Y Jennifer? Pues se limita a cumplir con su papel, corre, medio chilla y sobrevive mientras da vueltas sobre si misma. Total ¿Por qué es una scream queen? La respuesta es fácil: ver sus películas provoca chillidos de espanto y desesperación. Grande entre las grandes.

 

La otra cara por FullPush

A ver, ¿cómo va esto? Ah, sí, me dicen que elija a mi scream queen favorita… ya. Una vez consultado el término en Internet, un pensamiento sobrevuela mi cabeza: ¿cómo elegir entre unas actrices diseñadas para dar asquete? ¿Cómo quedarse con una si aun tratándose de empatizar con ellas lo único que despiertan es la mala leche? Véase el caso de La matanza de Texas, donde servidor descubrió lo más parecido a un cruce entre humano y gallina jamás visto (¡los graznidos de la tipeja son inaguantables!); véase también el caso de El resplandor, donde, más que nunca, espectador y psicópata se funden en el mutuo entendimiento (semejante aberración de mujer merece su hachazo); véase ese otro caso en Carrie, la cual me comentan comienza siendo un drama adolescente terrible ante el que toca rendirse, ahora que a ti te ponen delante a la Spacek y tardas en dejarla aireándose en el campo, colgá de un palo; ¿y qué decir de la Curtis en Halloween con la que es la interpretación más casposa de la historia? «Que sí, que hago de adolescente, ¿no me ves cómo jugueteo con el pelo?» En fin… de mentar a la puta inútil de [·REC] paso, que no quiero agriarme. Por suerte existen cosas como Stigmata, que vale, es una mierda de película, pero dispénsenme un momento… flap flap flap flap. Qué a gusto me he quedado.

 

 

 

 

 

9 comentario en “Scream Queen: cuando la fuerza se va por la boca

    1. Yo creo que lo más idoneo es la castración. ¡Por lo menos que no procree y nos deje monstruitillos por el mundo rajando de Halloween, La matanza de Texas o La cosa! ¿Stigmata? Para darle de comer aparte…

  1. Sr. Bejarano. ¿Neve Campbell una desconocida? Ella y Love-Hewitt ya eran estrellas muy populares por la serie 5 en familia antes de dar el salto al cine. Si en 1994 ya hubiera existido Internet como lo conocemos, ellas habrían sido las más buscadas por los pajilleros de entonces.

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