19 de abril de 2024

Críticas: Gremlins


Hoy en Terror cinema os traemos la crítica de una de esas emblemáticas cintas ochenteras navideñas: Gremlins.

Los ochenta fueron una época donde se hizo cierto cine infantil que no idiotizaba a los más pequeños y con el que los mayores podían asistir a los proyecciones sin temor de pasar un mal trago. Tras una década anterior donde el cine americano convulsionó la sociedad con propuestas harto arriesgadas, innovadoras y viscerales, sobrevino otra década, en general desprestigiada por parte de la cinefilia, donde los vencedores absolutos de aquello que se llamó el New Hollywood, con George Lucas y Steven Spielberg a la cabeza, lanzaron un sinfín de propuestas donde los valores familiares volvieron a invadir la gran pantalla. Una gran pantalla que había experimentado un enorme cambio con los multicines y los grandes centros comerciales. En resumen, cuando se cumplió aquella máxima en el que ir al cine no era más que una pequeña parte del ocio de un centro comercial.

Por otro lado, también es una época donde se evoca cierto cine con aroma de serie B pasado por el filtro de serie A (no se me ocurre otra manera de definir la trilogía de Indiana Jones, por ejemplo). Lo que supuso el fin del reino de Roger Corman y su modo de entender y hacer cine, entre otras cosas.

Es en este contexto cuando aparece Gremlins.

Dirigida por Joe Dante, que curiosamente había debutado en una producción típica de Corman, Piraña (1978), Dante se había destacado en Aullidos (1980), y en uno de los episodios de En los límites de la realidad (1983). Digo todo esto, porque con la distancia, uno entiende perfectamente que hiciera una cinta de serie B, una película de género y una cinta taquillera antes de acabar haciendo Gremlins. Al guión, nada más y nada menos que Chris Columbus, conocido por ser el guionista de Los goonies y sobre todo, el director de los Solo en casa o de las dos primeras partes de Harry Potter. Juntos no podía salir otra cosa. Una maravilla. Puro divertimento.

«No darle de comer después de medianoche, no mojarlo y evitar que le dé la luz del sol». Como todo el mundo sabe, son las tres normas básicas para cuidar un Gremlin. Normas que no se van a llevar a rajatabla para nuestro disfrute.


Lo primero que llama la atención es esa mezcla de película de serie B, cinta de género y un humor gamberro no exento de cierto homenaje a otras cintas que se conjuntan a la perfección. Es sorprendente lo fresco que resulta este combinado y lo lejos, lo jodidamente lejos, que estamos hoy en día de algo así con obras idiotas para los más pequeños.

Y es que hoy en día sería imposible hacer una escena como la de la cocina, con esa madre aniquilando a los malvados gremlins de una y mil maneras imaginativas, precedida de unos momentos de puro nervio con una intensidad y sustos que siguen quitando el hipo. Y lo cierto es que la cinta, aunque camuflada de esa comedia gamberra tan particular, tiene una violencia que hoy causaría estupor. En la actualidad la madre no acabaría con ellos usando una batidora, un cuchillo de cocina o un microondas, todos momentos igual de divertidos que violentos. La madre es una maldita sádica, vaya.

Los homenajes de la cinta son constantes, pero volviendo al tema del tono, elemento indispensable para que una obra funcione tan bien, recuerdo con especial cariño la escena del cine, donde todos los gremlins malotes vestidos de kinkis y con gafas de sol (es por la noche, obvio) disfrutan del visionado de Blancanieves, el clásico de Disney. Maldita sea, hasta se ponen a cantar a coro.

Porque hasta los malvados en esta cinta tienen su gracia y parte de nuestra simpatía. Se matan entre ellos y no paran de reír. Es como cuando jugamos al GTA a ir atropellando a la gente. Es divertido. De hecho el más soso de todos es el prota, Gizmo, lo que pasa es que tan adorable que se le perdona todo. Vamos a ver, ¿Quién no ha querido nunca tener un Gizmo? Eso sí, recordad que Gizmo es más de montaña que de playa.

Gremlins se revela como una de las cintas más significativas del espíritu de los 80. Una comedia juvenil con aroma a lo mejor de la serie B de Roger Corman, sin rehuir cierto espíritu comercial, con toques del mejor cine de género y salpicado por constantes homenajes fílmicos.

Que digan lo que quieran de los 80.

Gremlins mola.

Un pensamiento en “Críticas: Gremlins

  1. Grandes. Me han entrado ganas de revisionarla, que no la tengo ni votada de FA. Y sí, entre esta, Regreso al futuro e Indiana Jones, hacen el espíritu de los ochenta.

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