Desde Canadá llega la que podría ser la gran rival de la favorita para ganar el Oscar a la Mejor película de habla no inglesa, Nader y Simin, una separación.
El mayor defecto de una cinta tan meritoria y estupenda como Profesor Lazhar es que quedan todavía muy recientes las olas con las que emergió la indispensable La clase de Laurent Cantet. El territorio dramático, no obstante, en el que se mueve la película de Philippe Falardeau es completamente distinto posiblemente a lo visto y vivido en las aulas en las que tantas veces hemos estado atrapados en la ficción. La película me parece la rival más importante y directa de Nader y Simin, una separación para alzarse con el Oscar a la Mejor película de habla no inglesa. Y, precisamente, lo hace con una historia que en realidad es una fábula sobre la educación y la sanación interior de las personas frente a una tragedia que son capaces de comprender.
Difícil separación de la pedagogía, psicología y educación; que parecen ir por tres caminos totalmente separados en la sociedad. En Polisse de Maïwenn Le Besco, uno de los policías de la unidad del Departamento de Policía de París especializada en menores lava a su hija pequeña en la distancia, por miedo a tocarla, dándole indicaciones de cómo tiene que enjabonarse sus partes íntimas. Me gustaría saber cómo los profesores tienen que educar a sus hijos dentro de esas otras cuatro paredes que conforman su hogar. Actualmente el menor es sobreprotegido desde todas sus perspectivas y desde su base primordial: su enseñanza y supuesta educación. El detonante de Profesor Lazhar es el suicidio, en la propia aula donde imparte clase, de una profesora. Sus alumnos que no superan los doce años son incapaces de entender esa decisión y dos de ellos ven su cuerpo inerte colgado. Precisamente son ambos los que establecen el diálogo y conexión con el profesor sustituto, un inmigrante argelino que se ofrece para el puesto al leer la noticia en un periódico. Pero esa capa de suave thriller sobre el secreto de una muerte se convierte en el reflejo del misterio que envuelve el pasado de ese ‘profesor Lazhar’. La película, adaptación de la obra de teatro de Évelyne de la Chenelière, trata sobre la imposibilidad de sanación del individuo y más de un joven traumatizado si no existe un contacto físico, propio de nuestra condición y la naturaleza del ser humano.
El fin justifica los medios, y el sentido pedagógico clásico de Lazhar contrasta con los métodos modernos mientras que la sanación de su tragedia personal y familiar cicatriza paralelamente a la de esos pequeños que no entienden por qué la maestra a la que querían decidió abandonarles sin despedirse. No obstante, la película no está exenta de clichés: padres ausentes o antagónicos a los intereses del maestro, confrontación de culturas de Oriente y Occidente y, sobre todo, que la falta de educación y cultura provoca muchas veces la soledad, la ira, el fundamentalismo y las escisiones violentas del ser humano. La puesta en escena está plasmada desde el transcurso y paso del tiempo y las estaciones. Del duro y gélido invierno al sol primaveral que derrite esa endurecida y enraizada capa de hielo que se había clavado en el corazón de todos los protagonistas. Esta es la historia realmente de un triángulo compuesto por Lazhar, el profesor, y sus dos alumnos, Simon y Alice, que son los únicos capaces de restablecer el equilibrio del resto de compañeros de aula.
Los paralelismos entre dos profesoras difuntas, la mujer de Lazhar y la profesora que se ahorcó en una esquina del aula durante el recreo de sus alumnos, parecen construir un relato sobre las bases del recuerdo y la memoria. Ambas dejan un paquete con el material didáctico que utilizaban con sus alumnos al protagonista del filme como relevo, como esos libros que comparten el profesor y su alumna preferida y aventajada. Es cierto que la película de Falardeau parece buscar la catarsis grupal como clímax que marque el cambio de todos sus personajes, pero nada de lo que ocurre en Profesor Lazhar me parece impostado sino sincero y parido desde el interior del alma y sensibilidad humana.
Posiblemente sea una película fundamental para maestros por esa separación entre la psicología, pedagogía y educación del individuo. La separación de las anteriores ramas también acaba separando al ser… tal vez por eso la bellísima fábula que cuenta Profesor Lazhar sea que únicamente un ser humano predispuesto y no un profesor ni un psicólogo es aquel que puede curar a esas pequeñas criaturas perdidas y con pesadas losas en su conciencia. La película de Falardeau habla de abrazos y despedidas, de honestidad y de continuar el camino pese a las rutas quebradas por las que pasamos en la vida. Un bellísimo y sencillo cuento, plasmado gracias a unas grandes interpretaciones, y un sentido de la sensibilidad y la emoción. Merece la pena, merece la pena dejarse emocionar y enseñar a otros el camino a la catarsis y la paz interior en esa lección de la vida dentro de un(a) aula.
Parece en la línea de 'Hoy empieza todo' o 'La clase'. Me han entrado bastantes ganas de verla.
La pondría por detrás de estas. Sobre todo de la notable película de Tavernier. Pero puede ser que me guste mucho "Profesor Lazhar" por apreciar mucho a las anteriores. Yo la recomiendo a todo el mundo por su mensaje humanista y escasamente artificial, algo muy difícil de conseguir en estos tiempos.