Tras hablaros en Terror Cinema sobre esa propuesta llamada The ABC’s of Death, os traemos hoy una selección hecha por nosotros mismos de algunos de los mejores cortos presentados a concurso.
Con ganador ya decidido (T is for Toilet de Lee Hardcastle), desde Cinemaadhoc hemos decidido realizar una selección que ha salido de los cortos con más votos en la web de The ABC’s of Death, y de un pequeño escrutinio realizado por nosotros mismos. Así, podemos encontrar desde trabajos que se colaron en el Top como el cortometraje ganador, T is for Turbo o T is for Table, hasta alguna aportación patria (T is for Tiles), pasando por propuestas de lo más potentes como T is for Talk o T is for Tips.
Antes de iniciar este repaso a través del cual os dejamos una crítica de cada cortometraje, así como el propio cortometraje íntegro, me gustaría agradecer al autor de T is for Table (único corto del que no tenemos enlace), Shane C. Free su colaboración cediéndonos su trabajo para poder darle un último visionado y así incluirlo en este Top 10 (+1) elaborado por la web. A continuación tenéis los cortos escogidos, que hemos decidido ordenar a raíz de los votos logrados en el concurso realizado por The ABC’s of Death, propuesta que desde aquí nos gustaría reivindicar como lanzamiento para talentos desconocidos sin tanta promoción como deberían. Bueno, vamos al lío:
T is for Turbo por Ghibliano
T is for Turbo no es ni más ni menos que una gamberrada gore, en la que se narra la fugaz aparición de un superhéroe para salvar a la chica de turno de una banda de moteros. Concebido como parodia tanto del cine de superhéroes como de los escenarios post-apocalípticos a lo Mad Max, el cortometraje no duda en tirar de absurdo y sobreactuaciones.
Lo que hace destacar a este corto por encima de muchas obras paródicas por el estilo es que el proyecto cuenta con un talento y una competencia completamente inesperados en unos debutantes. Para empezar el trabajo técnico es colosal. No se nota para nada la falta de medios, toda la imaginería visual queda plasmada casi a la perfección. Los actores realizan un papel a la medida de lo que se les pide, es decir, sobreactuando pero sin caer en niveles patéticos, quedando en un excelente término medio. Incluso su pronunciación deficiente y afrancesada del inglés añade un toque de humor a los diálogos. Y la historia, presentada a partir de una premisa sencillísima, esconde una idea brillante y muy cabrona que no desvelaré por aquí.
El nivel de sofisticación que alcanza T is for Turbo me resulta simplemente inexplicable, no me veo capaz de entender cómo los dos directores son capaces de sacar un material de tanta calidad con tan pocos medios. A nivel de actuaciones, ambientación, música e historia, tanto en su planteamiento como en su desarrollo, está muy por encima de lo que cabría esperar.
T is for Toilet por Caith Sith
El miedo infantil es el protagonista casi absoluto de T is for Toilet, una pieza de animación en plastilina creada por Lee Hardcastle, un superdotado animador que ha convertido Internet en su campo de cultivo poblándolo con numerosas obras animadas que han llamado la atención de todo el mundo (quizá la más destacada, Pingu’s The Thing, un trabajo en el que reinventaba la película de John Carpenter usando al icónico pingüino suizo como eje), si bien quizá su mejor trabajo sea aquel realizado para la serie Done in 60 Seconds. With Clay, donde resume películas en menos de un minuto.
Aprovechando la premisa de The ABC’s of Death, Hardcastle recurre ese ya mentado miedo, llevándolo a terrenos que no se exploraban desde que Paul Berry firmase la notable The Sandman en 1991. Si bien allí el objetivo era capturar esos temores en su pura esencia, Hardcastle apuesta por el humor y el splatter más visceral para contarnos cómo un niño tiene miedo a ir al baño al sentirse atemorizado por la figura del váter. Surrealista, sí, pero cosas más raras se han visto. El realizador se muestra cómodo con el material con el que trabaja, la comedia funciona, la figura monstruosa impone cierto respeto y su falta de moraleja (algo que dificilmente es separable de una pieza de animación convencional) se suple con una imagen que abre y cierra este pequeño relato con una mala hostia de mucho cuidado. Divertidísimo y con una animación fantástica, es éste un ejemplo de una forma de hacer que se había perdido… hasta ahora.
T is for Time por Grandine
T is for Time arroja una introducción que deja las cosas bien claritas y que, acompañada por una banda sonora que le da el punto de tensión necesario, entreteje uno de esos prólogos cuya función se cumple perfectamente. Acto seguido, con una de esas baterías que servidor suele repudiar, pero que está realizada y montada con la suficiente maña como para no tener que llevarse las manos a la cabeza, se adereza el tono. Un aderezo que otorga el contrapunto necesario para abordar un clímax que, precisamente unos minutos antes, nos ofrece el punto de ruptura necesario para comprender en qué desembocará todo, trenzando uno de esos finales tan brillantes que le dejan a uno maravillado.
Con profesionalidad, una cuidada selección de planos, y un repertorio musical que solo falla en esa batería, T is for Time nos deja una de esas paradojas donde la muerte y la vida parecen fundirse para que una deje paso a la otra y nos regale una de esas joyas del formato de corto que, aunque se cimiente solamente en una idea, sabe como dar la talla tanto a nivel narrativo como emocional, culminando así unos fundamentos que, por suerte, no quedan sólo en eso.
T is for Tamales por Tarko
T is for Tamales está basado en el caso real de Trinidad Ruiz Mares, la tamalera asesina, que con el tiempo se ha acabado convirtiendo en una leyenda urbana. Los tamales son un plato típico de Latinoamérica, en México son toda una institución y se remontan a la época azteca. Tradicionalmente se preparan con harina de maíz cocida al vapor, envuelta en hojas de mazorca y con un relleno que puede ser dulce o salado. El relleno de los tamales del cortometraje quizás tenga sabor a pollo.
Desde el inicio del cortometraje se respira una atmósfera malsana muy lograda, la protagonista parece ausente en su puesto de tamales, en otro mundo, pronto sabremos la razón. Llegar a casa después del trabajo supone la llegada al infierno, un cerdo machista sin oficio conocido le espera aposentado en su sofá delante de la televisión, este saco de grasa y alcohol se ocupa de maltratar a su hijo para robarle el dinero que ha conseguido por la venta de los tamales. No contento con eso también propina constantes maltratos y vejaciones a su mujer. Una situación límite en que la tensión va in crescendo hasta que todo estalla por los aires y comienza una ola de violencia redentora, con mucha frialdad y en ningún caso gratuita.
T is for Tamales funciona además de como un angustioso relato, también como una denuncia a la lacra social de la violencia machista que sufrimos en el mundo entero. Algo que sin duda hay que aplaudir.
T is for Table por Diego Casero
Un trapo rojo recorre la pantalla, y nos muestra una mesa antigua con un agujero en el centro. Dos amigos que entre risas descubren una herramienta y un librillo bajo la mesa. Uno de ellos introduce la cabeza en el agujero y se queda atrapado en una postura un tanto incómoda. No pasa nada, la presencia femenina llega para solucionar el asunto.
La intriga está bien llevada, pese a que vayamos adelantándonos de manera intencionada a los hechos finales. La atmósfera malsana se ve acrecentada por chirriantes efectos de sonido más o menos continuos, y por el extraño contenido de las instrucciones que nos va mostrando el librillo, mientras vemos cómo el hombre trata de liberarse. Una vez más se ponen de manifiesto la estupidez y la impaciencia humana. El hombre atrapado, que actúa de manera muy natural -no ocurre lo mismo con los otros dos actores; se les ve algo más forzados-, quiere liberarse cuanto antes, y por ello se lanza precipitadamente a tratar de buscar posibles soluciones, cuando su situación no se lo permite. Su amigo no es que ayude mucho, y muestra esa curiosidad característica del ser humano, que a veces puede ser su perdición.
El plano final se desplaza hasta un fotograma teñido de un color rojo intenso, pero, desgraciadamente, ya no es ese trapo rojo que al inicio limpiaba cuidadosamente la inofensiva mesa.
T is for Temptation por FullPush
Rodar tu primer corto pinta complicadete. Hablar sobre ellos, lo sé, es casi imposible: siempre te quedas corto. Pero toca hablaros de uno: desconozco el “background” del individuo tras la cámara, aunque se le ve considerablemente suelto (únicamente al final hay un cambio de plano que no encaja, os lo dice alguien sin reputa idea de montaje). Además, en los primeros segundos, fijándonos mucho, se ve cómo respiran las niñitas muertas. Si no fuera porque debo promover “somehow” el talento global montaba un pifostio del copón. Pero hoy rajaré lo justo, y continuaré diciendo que fotografía y labor actoral también están muy curraditas. Ahora bien, mi fobia a las niñatas repelentes me insta a gritar –es un momento- “que la cuelguen, por los dioses”. Y si hablamos de originalidad, sinceramente, tenemos poca: el corto es una revisitación, muy mañosa, en realidad, de Hard Candy. Como a mí ésta me produjo arcadas infiero que el corto es bastante menos obvio, menos “rompedor porque yo lo valgo”, y eso es bueno, es más honesto para lo que representa. ¿Qué representa? Pues que, en efecto, con una idea medianamente decente, unas pelas que invertir y un pulso y conocimiento mínimos cualquiera puede rodar lo que le plazca y que el resultado no te espante. Lo que no significa que yo vaya a intentarlo. Hay puertas que es mejor no abrir: podría saltarte al cuello un vendedor de biblias… quizá sólo un retaco de trenzas rubias que colecciona relojes (tiene su gracia esto). Sean felices, cada uno con sus hobbies.
T is for Teenagers por Nacho Villalba
Uno de los grandes peligros del cine de terror que se ampara en un final sorpresa es… que la sorpresa no funcione, que no exista. Un caso paradigmático de esto puede ser El otro, de Robert Mulligan, que en su primera mitad intentaba mantener oculta una realidad que cualquier espectador avezado ya había intuido prácticamente desde el principio. La película, pese a ello, no llegaba a hacer aguas porque como estudio de la infancia resultaba riquísimo e inquietante. Este cortometraje de David Brakha juega una baza parecida de forma muy maliciosa y, aunque también yerra a la hora de meter un gol por la escuadra al espectador, hay que reconocer a su creador el haber entendido bien los motivos que hacen que un corto funcione: generar expectación en el respetable, comprimir con habilidad el relato, y rematar la faena sin caer en trampas baratas ni dejar cabos sueltos o contradicciones. T is for teenagers (dirigido con bastante profesionalidad, por otra parte) no supone la hostia en la cara que su realizador quizás esperase, pero sí una grata, malévola y negrísima variación sobre el tema de las psicopatías y los juegos criminales, con algo del espíritu del gótico americano en su forma de sembrar de crueldad y muerte los sótanos de familias tan normales como la tuya o la mía. En fin, una joyita de humor negro que hará que las visitas a la yaya nunca vuelvan a ser lo mismo.
T is for Tiles por Cristian Perelló
Con una depurada factura técnica y un aguzado sentido del ritmo narrativo, el cineasta español Víctor García nos ofrece una pieza de terror directa y efectiva, si bien habría resultado más atractiva con una pequeña dosis de humor. T is for Tiles sigue la línea de la tradición española de películas basadas en juegos mortales entre cuatro paredes, como Palabras encadenadas o La habitación de Fermat, aunque en éstas la participación era impuesta y en el cortometraje de Víctor García parece ser voluntaria, una suerte de ruleta rusa o, como en la francesa 13 Tzameti, una competición macabra, sólo que en T is for Tiles tiene cabida, además de la suerte, la destreza intelectual. Destaca la tendencia al ludismo y la falta de pretensiones en este ejercicio de atmósfera algo vacuo que nos adentra en el mundo de las apuestas haciendo de un juego tan supuestamente inofensivo como el Scrabble una sangrienta experiencia a vida o muerte.
T is for Teddy por Favio Rossini
T is for Teddy es una divertida reflexion sobre los devenires de un peluche obligado a escuchar los problemas de una chica y su ex-novio. El cortometraje comienza presentándonos a una ex-pareja que se pelean por la separación de enseres. Aquí entra en juego el típico problema en este tipo de casos: ¿Deben los regalos hechos a nuestra pareja durante la relación ser devueltos? Cualquier persona bien educada contestaría negativamente, pero no Teddy, un tío loco capaz de todo por recuperar el osito de peluche que le regalo a su novia tras haberlo comprado en una gasolinera por la nada despreciable cifra de 14 dólares.
La novia, que ha usado el peluche como paño de lágrimas durante todo el periodo de separación, se niega a devolverlo. Al dejarlo sobre la encimera para encontrar consuelo en su hermano, el peluche desaparece misteriosamente. Teddy no ha podido cogerlo, puesto que esta en el baño. ¿Ha cobrado vida el osito? ¿Irá el peluche a tomarse venganza por las horas de lloriqueos de la chica que ha tenido que soportar por culpa del sinvergüenza de Teddy?¿Será el nuevo Chucky versión asesina ex-novios pesados?. Tendrán que verlo para comprobarlo, les aseguro que el final no les dejara indiferentes.
T is for Talk por mnemea
Habla. Muy bien, mi turno. Nos introducimos en el oscuro trance de las torturas ajenas, en la acción que comienza en un pasado desconocido para nosotros, donde no existe la necesidad de explicar unos antecedentes cuando las víctimas ya están más que enseñadas en este juego macabro con una regla: haz lo que diga el lector digital, y es así como se resumen dos amplios conceptos como la vida y la muerte. Un escenario sencillo, unas pocas víctimas que representan a todos los esquemas sociales predeterminados y un ejecutor ausente. Muertes que se enredan en palabras cuando no hay nada más que decir o el bloqueo destruye la exasperante inteligencia, con los efectos de maquillaje desparramados por encima de los supervivientes. Silencio. Habla. Lo que resulta atractivo del corto es la rapidez de ejecución y la falta de explicaciones que permite destacar a T is for Talk, donde subsistir es tan sencillo como ser un estudiante aplicado o un experto jugador del pollito inglés. No es necesario entender los discursos al unísono con los que se comienza cuando tajantemente un silencio a destiempo destroza cráneos con salvaje facilidad. No hay engaños ni dobles lecturas, sólo ese regusto amargo que destaca en la actualidad, las torturas morbosas que ni la víctima ni el espectador pueden comprender. Y cuando se busca la profundidad, siempre queda recordar que en cuanto te despistas, alguien comienza a mover los hilos. Silencio. Habla.
T is for Tips por Martín Cuesta
En los escasos cuatro minutos que dura T is for Tips aparecen muchos de los rasgos que definen la horror comedy moderna: el friki gordito objeto de menosprecios que rumia su sangrienta venganza, las pijas acomodadas y altivas con grandes posibilidades de convertirse en despiece de casquería, incluso un hilarante ¿vikingo? heredero de las mejores tradiciones del género en cuanto a psycho-killers enmascarados se refiere, al fin y al cabo si hay máscaras de hockey, facciones sumidas en un eterno grito y capuchas confeccionadas a base de piel humana ¿por qué no podemos asumir una buena cornamenta?. Por Odín que a mi me vale.
En definitiva T is for Tips, con sus guiños cinéfilos (¿no les recuerda esa escena en el coche con la cinta de autoayuda a la Annette Benning de American beauty?) y su irónico sentido del humor resulta una de las propuestas más divertidas de este ABC’s of death, además de recordarnos que no seamos excesivamente tacaños con las propinas y es que uno nunca sabe quien estará al otro lado de la puerta esperando… con una 4 estaciones.
T is for Turbo mola. Mola mucho.