Queridos compañeros:
Ya nos gustaría que ésta fuera una de las cartas que os solemos remitir, ya quisiéramos que hablara de la próxima película que vamos a ver, del redactor que vamos a enviar, en fin, lo de siempre.
Lamentablemente no es así, realmente nunca hubiéramos querido escribirla y es que, desde ayer por la noche, todo el equipo de la web se siente un poco huérfano, una orfandad cinéfila que no se refiere sólo a las películas que Alta traía, siempre interesantes pese a que veces nos gustaran y otras no, sino a la calidez de trato de todos vosotros, a la profesionalidad y la cercanía que demostráis y por la que siempre os estaremos agradecidos. Parece que en estos momentos siempre se regalan los oídos pero lo cierto es que con frecuencia os hemos puesto de ejemplo y todos pensamos igual, estamos jodidos por el golpe al cine que supone pero lo estamos más, si cabe, por vosotros.
Siempre hay cosas que uno piensa en estos casos, ojalá hubiéramos podido promocionar mejor las películas, ojalá hubiéramos convencido a más gente de ir al cine, ojalá hubiéramos sabido expresar mejor la magia que supone cuando las luces de la sala se apagan, ojalá… que sé yo. Sólo nos queda volver a agradeceros vuestro trabajo y pediros que si se os ocurre alguna forma de colaboración para ayudar en lo que sea podéis contar con todos nosotros.
Hoy, esta carta que nunca hubiéramos querido escribir, la firmamos colectivamente.
Cinema ad hoc.
Hace 26 años. Fui a Madrid con mi padre con la excusa de acompañarle a ver a mis abuelos, pero en realidad iba a escaparme a una sesión de "Los siete samurais" que se reponía en Renoir. Con el tiempo justo, corrí como Toshiro Mifune y llegué 10 minutos tarde. No me dejaron entrar. "Vengo expresamente de Sevilla para verla", lloré. Hube de volverme, no dejaban pasar con la película empezada. Una lección de cinefilia que hoy agradezco. Gracias por todos estos años.
A mí tampoco me hubiera gustado leerla.