19 de abril de 2024

San Sebastián 2016: Crónica 6

Rara

Emociones por doquier en el ecuador del festival.

Antes de meterme con las pelis de hoy, para mí es un placer informaros de que Hong Sang-soo ya está por tierras donostiarras y eso hará que yo duerma más tranquila. Además, no ha venido solo, que le acompañaban los protas de la peli Kim Joo-hyuck y Lee You-young. Una vez informados de tan magno evento (?) ya voy al lío.

Hasta ahora no os había hablado de ninguna de las pelis de Horizontes Latinos, pero todo llega y es el turno de contaros qué me ha parecido Rara de Pepa San Martín, directora con una reconocida trayectoria en el corto y que se estrena con esta cinta en el largo. La historia está  inspirada en el caso de una jueza chilena que perdió la custodia de sus hijos por su orientación sexual.

El desencadenante de toda la historia es el malestar que siente una adolescente que está a punto de cumplir 13 años. ¿Quién no se ha sentido rara (o raro, aquí la protagonista es femenina pero los hombres se sientes raros igual) alguna vez?. Pues seguro que todos en algún momento de nuestra vida, así que imaginaos en plena adolescencia. Sara se siente rara. Tiene una hermana a la que adora y a la que a veces mataría, como pasa entre todas las hermanas que se llevan pocos años de diferencia a esas edades, y estos os lo digo por experiencia (las escenas de las discusiones entre las hermanas son brillantes). Sus padres están divorciados y en un momento de cabreo monumental con su madre comenta con el padre que las cosas por casa no van bien y que su madre últimamente discute mucho con su nueva pareja, que es otra mujer. En realidad las cosas van como en todas las familias, bien la mayor parte del tiempo y regular en otras ocasiones. Entonces el padre aprovecha que el Pisuerga pasa por Valladolid para pedir la custodia de sus hijas alegando que al vivir con dos mujeres el hogar no es normal y que por eso la niña no está bien.

Es cierto que Sara empieza a sentir vergüenza de la relación de su madre con otra mujer, aunque a su mejor amiga le parezca lo más cool, pero también siente vergüenza de mil cosas más que están cambiando en esa edad tan complicada. Además empieza a plantearse cómo puede afectar la situación amorosa “rara” de su madre a sus relaciones con los compañeros del colegio, con el chico que le gusta (cuyos padres no ven con buenos ojos las relaciones homosexuales) y a su vida en general. Cuando tu cuerpo y tu cabeza están en plena ebullición no piensas con claridad y a veces dices cosas de las que te arrepientes. El padre utiliza el conflicto adolescente de su hija para su propio beneficio, y de paso, hacer daño a su ex mujer.

Pepa San Martín nos muestra con una gran maestría, narrando la historia desde el punto de vista de Sara, como son vistas las relaciones homosexuales por su entorno. En el colegio un profesor le dice que no debe avergonzarse si quiere pasar a una situación “normal”, la abuela no soporta que su hija sea lesbiana y eso sus nietas lo perciben, los padres de la mayoría de los compañeros del colegio de Sara tampoco ven la relación de su madre con buenos ojos. Todo esto, obviamente hace que la madre de Sara se desquicie, las tensiones vayan en aumento, no entienda lo que le está pasando y los conflictos afloren por doquier. Llegados a este punto tú ya siente una impotencia bastante grande porque ves como se va a romper una familia y no se puede hacer nada. Nadie escucha lo que quieren las niñas, que es seguir con sus madres y no irse con su padre y mujer, y nadie quiere entender las consecuencias que esto puede traer.

En definitiva, la película ha resultado una gratísima sorpresa en la que las actrices están espectaculares y Pepa San Marín ha sabido dar con el punto de equilibrio entre los temas sociales, el drama, las risas, los conflictos adolescentes, y el día a día de la convivencia familiar.

Frantz
Frantz

Me traslado a la sección de Perlas para contaros, muy emocionada, la maestría con la que Ozon hace de un personaje ausente el eje sobre el que gira su última película. A partir de ahí, el director francés nos va mostrando en Frantz, toda una serie de emociones, de búsquedas, de heridas.

La cinta está ambientada en 1919, tras la primera guerra mundial, en una pequeña ciudad alemana. Anna, lleva flores a la tumba de su prometido, Frantz (el primer plano de la cara de Anna al inicio de la película es verdaderamente portentoso), caído en París durante la guerra. Ella vive con los padres de Frantz, que la acogieron como a una hija después de la tragedia. Es una relación simbiótica. Para los padres, Anna es un consuelo y reemplaza, en cierto modo, al hijo que han perdido. Anna se esconde detrás de ellos para no retomar su vida y seguir viviendo en ese paréntesis infinito.

Un día, Adrien, un joven francés, también deja flores en la tumba y a partir de ahí el misterio está servido. ¿Quién es Adrien?, ¿Cuál era su relación con Frantz? ¿A qué ha venido? Todas estas preguntas tienen respuesta, aunque algunas de ellas no nos gusten. Adrien pasa a formar parte de la familia, casi sin proponérselo, ya que es el único vínculo que les queda a todos con Frantz. Quieren exprimir cada momento con él, quieren sentir a su hijo y a su prometido vivo a través de él, lo que termina siendo demasiada presión para Adrien por el secreto que esconde.

La cinta nos habla de remordimientos, del perdón, de la cobardía, del amor, del engaño. También es una búsqueda; del hijo perdido, del amor perdido, de una reconciliación entre dos países irreconciliables tras la terrible guerra, de la forma de seguir adelante. Todo ello está filmado, en su mayoría, en un inmaculado blanco y negro (la fotografía es una maravilla), que Ozon alterna con momentos filmados en color, recurso que resalta los pocos momentos de felicidad que se permiten los personajes. Es un recurso, que en un principio yo no terminé de encajar durante el visionado, pero que según ha ido reposando en mi cabeza la película, me resulta muy acertado. Otro de los prodigios de la cinta es como mima Ozon a sus actores con la cámara, que los acaricia de una manera delicada y elegante.

No quiero terminar sin destacar las interpretaciones de los protagonistas; el francés Pierre Ninney y la actriz alemana Paula Bee, que para mí ha sido todo un descubrimiento. Tampoco puedo dejar de mencionar la soberbia banda sonora de Philippe Rombi. No cabe duda de que Ozon lo ha vuelto a hacer. Ha logrado una película emocionante, serena y elegante sin por ello perder ni un ápice de ritmo narrativo. Otro acierto del francés del que he podido disfrutar.

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