14 de diciembre de 2024

Críticas: Joven y bonita

Joven y bonita - Cinema ad hoc

Poco después del éxito de En la casa, con la que consiguió la Concha de Oro en San Sebastián y una notable acogida de público y crítica, François Ozon vuelve a la adolescencia con Joven y bonita. En ella recoge el periplo de una muchacha a lo largo de cuatro estaciones y cuatro canciones de Françoise Hardy, pero no son las únicas importantes: la música vertebra un trabajo tan inteligente y medido como bello y poderoso en su contemplación de un personaje cuyas acciones no juzga. El fluir de las estaciones marca su posición, la misma que tomamos como espectadores.

VERANO

El sol aprieta en una localidad costera francesa. Contemplamos la inusual belleza de Isabelle por primera vez a través de los prismáticos de su hermano menor, que vive su descubrimiento sexual, mientras toma el sol en la playa. Al igual que él, desde ese momento, el espectador queda marcado como voyeur de su periplo adolescente. Ozon decide que es la mejor manera de penetrar, sin juicios, en una etapa tan crucial y complicada de la vida. El flechazo de su cámara con la portentosa Marine Vacth, cuya frescura y belleza cuesta creer, es instantáneo.

Isabelle, personaje atractivo a ojos de cualquiera, tiene un novio alemán, cuya relación se contempla sin atisbo de seriedad. Pierde la virginidad y parece dejar atrás el miedo. La secuencia prepara al espectador para lo que vendrá después. Porque el idilio veraniego queda atrás cuando abandona la localidad junto a su familia. Pero a partir de entonces sabemos que no volverá a ser la misma, que ha quedado señalada por la huella del momento.

Françoise Hardy suena por primera vez. La simbiosis que se produce con la imagen es casi mágica.

Joven y bonita (2) - Cinema ad hoc

OTOÑO

El otoño es el inicio de una nueva etapa: la mirada familiar del hermano es sucedida por la de un extraño que paga por disfrutar de la belleza de Isabelle en una habitación de hotel. Empezando a ser consciente de la fascinación que provoca entre los hombres, ha decidido prostituirse. Ahora será Léa. La decisión no se juzga ni se indaga en sus posibles causas: Ozon sabe que la envolvente realidad es más compleja que cualquier etiqueta que pueda colocar al personaje.

En el instituto, los chicos experimentan su despertar a la sexualidad. La aventura prohibida ha fracturado la rutina del descubrimiento de Isabelle. Por eso, durante la lectura colectiva del poema de Rimbaud que afirma que “nada es serio a los 17 años”, intuimos connotaciones muy distintas a las del resto en su rostro, como si conociera algo que los demás ni siquiera podrían alcanzar a comprender.

En casa, mira páginas de encuentros mientras escucha a Citizens! (I found a place to make a stand – True romance). La mirada limpia del que aprende se contrapone al desgaste que irradia la actriz porno que aparece en la pantalla de su ordenador. Se hace hincapié en la distancia, aún intacta, con la que lo tierno contempla a lo raído.

Un cliente asegura que la puta de un día lo es para siempre (“pute d’un jour, pute toujours”) a Isabelle. Nosotros sabemos que no. Al final de este episodio, su impoluta belleza queda significativamente –y de forma temporal– mancillada por un incidente que otorgará el necesario punto de intriga, marca de la casa, al resto de la película.

Hardy vuelve a hacer acto de presencia.

Joven y bonita (3) - Cinema ad hoc

INVIERNO

La llegada del invierno marca el primer desmoronamiento, inevitable, de Isabelle. En esta ocasión, somos cómplices de lo que se cuece en el seno de su familia burguesa y contradictoria, otro sello personal del director: la madre, de corte moderno y comprensivo, entra en shock al enfrentarse a la presencia de la sexualidad en su hija perfecta. Su padrastro no sabe cómo reaccionar y el hermano menor sigue evolucionando con ella como referente.

El morbo se añade a través de la investigación policial y la terapia psicológica a la que es sometida. Pero no tarda en quedar aparcado: la vida fluye alrededor de Isabelle, de lo que experimenta en su bache. Cuando acude a una fiesta, en la secuencia capital de la película, es el centro del plano. La música suena y conoce a un chico que puede, o no, presentarse diferente al resto. Se besan mientras irrumpe Baptism de Crystal Castles. Isabelle es feliz, baila rodeada de gente y el tiempo se detiene para que vuelva a sonar Françoise Hardy.

Los candados en el puente, tan idénticos entre sí, marcan el regreso a la vida colectiva de Isabelle, su retorno a la normalidad a través del amor como una suerte de compensación a la diferencia única de lo que siente. Pronto llegará la primavera.

Joven y bonita (4) - Cinema ad hoc

PRIMAVERA

El chico al que Isabelle conoció en la fiesta parece ahora formar parte del seno burgués de su familia. Comparte su vida con él, le hace partícipe de sus experiencias y, sin embargo, no tardan en romper.

Vuelve a las escaleras mecánicas que conducen al hotel, a la escena del principal incidente, y se ve proyectada en el personaje de Charlotte Rampling, en el que se intuye un poder de seducción ya caduco, una tremenda cualidad ahora marchita. Este personaje comprende su situación, no la juzga, y se revela casi como una extensión del director en el plano. La elección de casting, además, es inmejorable. Marine Vacth deja de manifiesto que su mirada es capaz de expresar cualquiera de las emociones de una Isabelle cuyas acciones no necesitamos comprender, de un ser complejo y rebosante de matices.

Por última vez, su mirada se dirige al horizonte. El episodio ha quedado como algo pasajero: pronto llegará otro verano, le sucederán muchos más. Sin que necesitemos pistas extraordinarias, sabemos que Isabelle ha crecido y nosotros con ella. La turbiedad de la adolescencia, nada sencilla, acaba resultando bella y enriquecedora. Hemos sido testigos de una de las películas más inteligentes de los últimos años y de un retrato de la primera juventud sin apenas fisuras.

En los créditos, por supuesto, la música es de Françoise Hardy.

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