BURBUJAS
Uno de los primeros términos que empezamos a utilizar para hablar de la caída del mercado internacional fue el de “burbuja”. “Burbuja”, refiriéndonos a algo que se había inflado hasta más allá de sus capacidades. “Burbuja” económica, especulativa, inmobiliaria. Al hablar de una burbuja expresábamos algo que ocupaba un espacio de importancia (la esfera es la geometría capaz de encerrar el mayor volumen en la menor superficie posible). Pero también hablábamos de algo recubierto de una membrana demasiado débil, que tenía que terminar por estallar.
Esta imagen de la burbuja es recurrente en el lenguaje cotidiano. Representa también el aislamiento de un individuo, según la expresión popular “vivir en una burbuja”. Es precisamente una forma de aislamiento que relacionamos con el egoísmo del trabajador en la época del capitalismo tardío. El ascenso en la escala de la empresa tenía que ver con la reivindicación de las capacidades individuales frente a una forma de trabajo colectivo. Es eso que llamamos “competitividad”.
Simon, el personaje protagonista de La cuestión humana, es uno de esos profesionales que relacionaríamos con la “burbuja económica”. Su trabajo es el de instruir a sus compañeros para que sean competitivos, para que se encierren en su “burbuja”. Es psicólogo en el departamento de recursos humanos de una gran empresa petroquímica. Sobre su historial (y sobre su conciencia) pesa, además, el despido masivo de trabajadores durante un estado de “crisis” en el pasado reciente, proceso en el que jugó un papel decisivo.
El puesto que ocupa Simon se sitúa en un punto intermedio entre los trabajadores y la cúpula directiva de la empresa. De nuevo, el término “cúpula” aparece en el lenguaje común como metáfora de la superficie esférica para simbolizar el nivel superior en la escala de los trabajadores, el nivel de los jefes.
Este continuo salto entre los distintos niveles de “burbujas”, es el que da sentido a la obra maestra de Nicolas Klotz y Elisabeth Perceval. Su protagonista se mueve entre distintos niveles de la empresa, pero siempre encuentra personajes sometidos a alguna forma de aislamiento. Si en el uso del significado de la palabra “burbuja” existe una ambigüedad lingüística (desde la cúpula de poder hasta la burbuja económica), es porque la estructura de la empresa funciona como un sistema de engaños y revelaciones para el trabajador, donde no está claro lo que una metáfora puede referir.
Finalmente, La cuestión humana va a proponer un paralelismo entre todas las posibles “burbujas” que componen la empresa y la más terrorífica de las formas de célula de aislamiento: la utilizada por los nazis durante el Holocausto para gasear a sus presos. Simon va a descubrir extrañas vinculaciones entre el sistema corporativo y el diseño del método de los “camiones Saurer”, que consistía en utilizar el humo procedente del tubo de escape de un camión que se conectaba directamente a la cabina de carga para producir la asfixia.
Estos camiones Saurer, funcionando como “burbujas” para el confinamiento del individuo y su asesinato, se relacionan en La cuestión humana con el trabajador capitalista encerrado en un sistema de esferas.