Le Carré vuelve a la pantalla.
Para su tercer largometraje, Anton Corbijn vuelve a adaptar un texto ajeno y a darle vida con su personal dominio de la cámara, que ya demostrara en sus dos primeras películas, haciendo de cada una de ellas un ejercicio de estilo fotográfico de una elegancia exquisita al servicio de guiones con tendencia a la circunspección, potenciando aun más si cabe el talento técnico del director. En esta ocasión, Corbijn adapta El hombre más buscado, un best seller de uno de los escritores que han basado mucha de su obra en el espionaje como es John le Carré, y lo hace equilibrando fondo y forma, acercándose a una narración más dinámica que en sus anteriores trabajos, pero sin un alarde técnico tan sorprendente como en ellos. Se diría que con este tercer film busca la convencionalidad que hasta ahora había ignorado, sin que ello suponga renunciar a su personalidad.
La acción de El hombre más buscado se sitúa en Hamburgo, puerta de entrada de los terroristas islámicos que llevaron a cabo los ataques del 11-S, donde opera una agencia de espías en busca de cualquier conexión que les lleve a evitar que su ciudad se convierta de nuevo en refugio de nuevas células yihadistas. Tanto el equipo que dirige Günther Bachmann, agente de seguridad relegado a su pequeño grupo de espías, como sus antiguos superiores e incluso los servicios de inteligencia norteamericanos, emprenden la búsqueda por toda la ciudad de Issa, un fugitivo checheno convertido al Islam, que ha escapado de una cárcel turca y llega a Hamburgo con la sola intención de encontrarse con un banquero importante. Todo el entramado de espionaje se mezcla con el político a partir del momento en el que chocan los intereses de unos y otros en cuanto a la idoneidad de la captura de Issa, bien para limpiar conciencias o como chivo expiatorio para contentar a la ciudadanía, o bien para utilizarlo como medio para llegar a objetivos mayores. En este punto, la historia entra en una espiral de carreras contrarreloj del servicio de espionaje que lidera Bachmann para realizar su trabajo, mientras enfrente tiene que luchar contra colegas más preocupados por capturar y torturar a posibles sospechosos por el mero hecho de pertenecer a la religión islámica, que por saltarse protocolos pasando por encima de otros que intentan que sus esfuerzos y su trabajo sirvan para “hacer del mundo un lugar más seguro”.
Corbijn añade a su buen hacer para cuidar con mimo la estética y fotografía del film, el ritmo necesario para contar una historia de espías que en ningún momento decae o trata de desviarse con tramas que la entorpezca. Además, se mantiene fiel, si no tanto al argumento de la novela en sí, a las constantes que inundan las historias de Le Carré como la complejidad de las intrigas políticas, sus personajes solitarios y una tensión que va in crescendo hasta desembocar en un final ágil e inesperado.
Sin duda, quien lleva a sus espaldas todo el peso interpretativo de la película es Philip Seymour Hoffman, quien realiza un retrato de un agente cansado, física y moralmente, pero fiel a sus convicciones, en una de sus últimas actuaciones con la que se muestra más contenido que nunca sin dejar de exhibir toda su grandeza interpretativa. Pero a pesar de contar con la enorme actuación de Hoffman, es quizá la parte actoral la que más se resiente en la película, en primer lugar con actuaciones que no terminan de convencer por parte de Willem Dafoe o Rachel McAdams, y también por la intrascendencia de algunos papeles secundarios. Es posible que el afán por no alargar probables tramas paralelas que se dejan intuir para centrarse en la principal, sea el motivo por el que varios de los personajes queden algo desdibujados y veamos en pantalla a intérpretes tan reconocidos como Daniel Brühl o Nina Hoss más probablemente como una forma de incluir a actores alemanes en un relato ambientado allí, que como parte importante de la historia. Esto nos lleva también a preguntarnos, ¿por qué ser fiel a la ambientación internacional de la novela original, incluyendo actores de distintas nacionalidades, para hacer que todos hablen inglés entre sí?
El hombre más buscado es un thriller de espías que se muestra más apasionante a medida que avanza y que las piezas del puzzle que nos presenta van encajando unas con otras, hasta llegar a un final en el que, en lugar de completarlo, se destroza componiendo una imagen distinta de la que el espectador estaba a punto de formarse. Una intriga perfectamente hilada con la que además poder paladear sin prisa la presencia en pantalla de Hoffman del que ya, por desgracia, pocas actuaciones inéditas nos quedan por ver.