1 de mayo de 2024

Fancine: Día 5

Young Ones

Contrastes cuando se acerca los últimos días del Fancine.

Young ones, como otras muchas, coge el escenario de Mad Max (véase un desierto en un mundo postapocalíptico) para hacer, como otras muchas, una película floja. Si la historia es tópica y el devenir de los minutos lo confirma, queda rebuscar en ella para encontrar otros enfoques. Diferentes puntos de vista, ideas… No demasiados. “La lluvia vendrá”, repiten en esta cinta sobre los cambios generacionales en las sociedades extremas. Nosotros seguimos esperando que venga esa película prometedora que intuíamos. Los actores que están al servicio de este guión hacen lo que pueden. En el caso de siempre estimable Michael Shannon, que casi logra salvar la película a pesar de no salir en más de un tercio, y en respuesta opuesta Kodi Smit-McPhee, que hace de vástago y que no logra convencer. Aunque él al menos tuvo la oportunidad, no así Elle Fanning, relegada a un papel de mujer florero. No deja de parecerme curioso que una cinta titulada Young ones tengan unos personajes adolescentes tan desacertadamente definidos.

Cuando falla todo lo demás podemos agarrarnos a una imagen potente. No sería el primer caso de un director que debe lidiar con un texto carente de alma y para ello decide arriesgar en la narrativa audiovisual. La fotografía y la BSO son bastante correctas, recordándome, a bastante distancia pero aun así, a Pozos de ambición. Ahí acaban las ligerísimas semejanzas en estas dos facetas concretas y comienza el despiporrio de los fundidos. Un claro ejemplo de mala planificación de rodaje que se intenta solucionar en la sala de montaje o una bula autoral. En cualquier caso es muy excesivo: no los conté pero la sensación es que hay más fundidos que cortes y en algunos momentos se funden hasta tres planos para dar paso a un cuarto. El lastre definitivo a este relato sobre el paso de la juventud a la madurez que cae por su propio peso.

Housebound

El problema con esta película que se cree traviesa y rebelde es que falla en sus objetivos y, además, no puedo dejar de sentir vergüenza ajena. Si fuera un amigo en un punto le pararía y le diría “mira, déjalo por hoy, mañana será otro día” pero desgraciadamente no puedo decírselo. En Housebound, Kylie es una joven delincuente y exadicta que, tras un último golpe fallido, es condenada a pasar ocho meses de arresto domiciliario en casa de sus padres, casa que parece esconder muchos secretos entre sus paredes y con un oscuro pasado. Los esfuerzos del director en jugar con el género para hacerlo una comedia están por debajo de la saga Scary Movie. No intenta construir un mundo a través de parodias concretas de otras cintas pero sí de tópicosdel género fantástico, casas encantadas, y de autores como Cronenberg o Tim Burton. Lo malo es que sigue estos tópicos a rajatabla, con lo que parece una mala imitación y no una parodia, y las escasas risas logradas se pueden contar con los dedos de una mano (tampoco es que viera demasiadas bromas). Ni el escudo del homenaje o lo naif le vale para escapar de la quema. La mezcla de géneros (pasando del terror a la acción a lo fantástico y al gore) está siendo una constante en muchas películas del festival, pero cuando una falla prácticamente en todos esos puntos, la sensación de caída es más grande. Sus más de 100 minutos de duración la hacen además de una sátira mala, pesada. Un sólo momento, una única escena en Housebound, logra provocar una reacción unánime en su audiencia y se encuentra en los diez últimos minutos. Si no fuera por ese rallador de queso no habría prácticamente nada que salvar.

Alleluia

No conozco a Fabrice Du Welz, no he visto ninguna película suya. Muchos dicen que Alleluia es su cinta más certera a pesar de ser su cuarto largometraje. Me lo puedo creer teniendo en cuenta la condición casi suicida que posee. Tiene al espectador receptivo al borde de la navaja, a veces hipnotizado y a veces con ganas de salir huyendo. Al no receptivo lo expulsa desde el minuto dos y es algo con lo que hay que convivir cuando se visiona en un festival con un marco popular y festivo. Gracias a decisiones tan osadas como programarla en un marco “hostil”, pude disfrutar de una poderosa historia (Asesinos natos a través de un prisma religioso) con una más que poderosa dirección. Alleluia es Gloria, Gloria es Lola Dueñas. Gloria limpia los pecados de aquellos que han dado el paso al más allá. Sus inseguridades mutan en un ente gobernado por un sentimiento: llámenlo amor o posesión o lujuria. La otra mitad del rostro pertenece a Michel; el pecador. Con personalidades tan frontales sólo podemos pensar en el choque pero Du Welz las complementa. Esos amantes atrapados en el eterno retorno se repelen y se atraen como polos imantados.
En la Fe, Gloria ve con total nitidez a Michel y lo acepta como tal. Ella expurga los pecados de él por amor, por ese sentimiento que sólo ella comprende, con cada asesinato cometido. Para Gloria no hay frialdad en sus crímenes, sólo amor en su forma más primitiva. El determinado infantilismo del que hace gala en ocasiones lo reafirma. No hay una línea ascendente pues todos sus crímenes son atroces pero el sentimiento va en aumento. La trama sigue una línea paralela a la religión cristiana con dos de las tres mujeres que desfilan por Alleluia: el matrimonio y la misión. Esta visión es sucia, oscura y sórdida y contrasta con Solagne, creando el único modelo de familia tradicional y siendo Michel esta vez quien de fin. Porque Alleluia es el viaje de Gloria expurgando el mal, castigándolo, y reconociendo el amor verdadero en la sangre de su sangre. El plano final, deudor de Persona, refleja el impacto, el rostro deformado. Una parábola que exalta los sentimientos extremos y una arriesgadísima propuesta de su director.

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