20 de abril de 2024

Filmadrid 2017: Crónica 1

Primera crónica desde Filmadrid 2017.

The Last of Us va en búsqueda del contacto con lo puramente primitivo. El concepto, mostrado multitud de veces en pantalla, puede resultar interesante pero su trabajo de exposición y desarrollo narrativo termina por convertir la película en algo inherentemente racista. Las adversidades a las que se enfrenta un africano dispuesto a llegar a Europa es el contexto con el que abre el film. Entre lo terrenal y el misticismo, el protagonista decide abrazar el carácter más primitivo del ser humano. Todo esto sucede sin una clara coherencia, pues en ningún momento se nos desvelan sus intenciones. Completamente ausente de diálogos, la única muestra de profundidad se da en la mitad de la película a través de textos en pantalla que se usan a modo de conexión entre sus dos mitades bien diferenciadas. Por un lado, sus desesperados intentos por llegar a Túnez; por el otro, su naufragio y posterior llegada a una isla en la que solo habita un ermitaño que lo acoge.

El leve lirismo que surge por el naturalismo de su segunda mitad termina por difuminarse. La gratuidad comienza a surgir cuando el director Ala Eddine Slim decide rehusar de las elipsis para mostrar las actividades de caza y pasa a filmar la tortura de dos animales en planos detalle, recreándose en cada segundo de manera despreciable. The Last of Us no se encuentra demasiado lejos de Naufragio de Pedro Aguilera, películas que usan como base situaciones tan delicadas como la inmigración para hablar sobre cuestiones humanas y que, inexplicablemente, terminan criminalizando antes al inmigrante que a la sociedad.

The Dust Channel

La estructura del cortometraje The Dust Channel es una ficticia parrilla televisiva israelí. Alegorías sobre la suciedad, el polvo y los electrodomésticos de limpieza le sirven al director Roee Rosen para componer una supuesta crítica sobre la situación de los refugiados en su país. El distinto contenido de los canales se va sucediendo a modo de zapping para dar lugar a un collage ridículo, en el que se premia más el fetichismo del cineasta antes que a un verdadero sentimiento crítico y condenatorio. Fragmentos de la obra de Harun Farocki, números musicales con un deje algo escatológico, imágenes en las que se muestra una relación explícitamente sexual y sórdida que tiene una persona con su aspirador, debates televisivos y telediarios… La idea queda reflejada con el sketch que abre la película. El metraje que resta, que llega a abarcar más de la mitad, no es más que un subrayado fútil.

Homenajes a Buñuel y su Un perro andaluz, encuadres circulares, sobreimpresiones de distintas frutas sobre axilas… En The Dust Channel parece tener cabida cualquier cosa. Es ahí donde radican sus virtudes y el defecto que derrumba toda la obra. Su aspecto lúdico y formalmente televisivo empaña todo lo demás. La base termina por erguirse y ensombrece lo discursivo. Lo que pudo ser memorable se convierte en olvidable.

Vendredi 13

El 13 de noviembre de 2015 Europa se paralizó. Un atentado en la sala Bataclan de París dejó más de 100 muertos. Aún recuerdo la tristeza y la inseguridad que se apoderaron de mí cuando ese día, saliendo del cine Doré, me enteré de este trágico y lamentable suceso. Dos días después, el programa musical de rock presentado por Michka Assayas (hermano del director Olivier Assayas) decidió no alterar la programación y usar ese espacio como una catarsis, quizá como una panacea al dolor que vivía Francia en aquel momento. Algunos de los temas musicales más míticos del género acompañan a distintos fragmentos de la cotidianidad de los transeúntes, de los familiares y amigos que se reúnen en ese jardín de rosas improvisado para llorar y rendir respeto a las víctimas.

Vendredi 13 es un documental de contrastes pero ante todo es una película sobre cómo la música es uno de los conductores de emociones más sinceros y respetuosos que existen. Nicolas Klotz captura lo que para un servidor es uno de los momentos más bellos que puede regalar el cine, una emoción tan desnuda y pura, tan sincera y real que justifica la obra en su totalidad: Assayas, por petición de Bono pone Peace on Earth de U2. El locutor de radio rompe a llorar y, casi como un reflejo, gira su silla y da la espalda a la cámara. En una carta que escribe el cantante a Assayas hace mención a una dicotomía por la que se rige el mundo: el amor y el odio, y finaliza la carta con una frase mu concisa, una variación de lo que dijo Mark Twain: No nos convirtamos en un monstruo para combatir a un monstruo. Quizá Vendredi 13 busca eso: combatir al monstruo y su odio con cine y música.

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