14 de diciembre de 2024

Críticas: Nightcrawler

Nightcrawler - Cinema ad hoc

Una historia de superación.

En la luminosa noche de Los Ángeles, un hombre reclama el puesto de trabajo que cree que le corresponde al dueño de una obra. La promesa de ejercer temporalmente de forma gratuita y un discurso basado en el esfuerzo no son suficientes para hallar el puesto en la sociedad que piensa que le pertenece, para dejar de sentirse desplazado. Louis Bloom cree que para que le toque la lotería debe reunir primero el dinero necesario para comprar el billete, aunque eso suponga en última instancia anularse a sí mismo. El rostro de un Jake Gyllenhaal aterrador, ejerciendo un complejo papel que pocos actores habrían asumido con tamaña solvencia, indica con leves destellos un desequilibrio que poco a poco irá explicitándose. Y el despojado Louis encuentra de repente su oportunidad. Al fin y al cabo, siempre hubo un emprendedor en él.

A través de una comedida construcción, que interioriza tics ajenos reciclándolos en un desarrollo con alma propia, el debutante Dan Gilroy ofrece una irónica vía de reconciliación con el mundo a un personaje del que se nos opta por ocultar todo detalle acerca de su pasado, haciendo más evidente mediante este recurso el carácter fangoso del mismo. El retrato de unos medios de comunicación que ejercen como aves de rapiña sobre cualquier suceso, olvidando a menudo el foco de la noticia, puede resultar un reclamo escasamente novedoso en unos tiempos en los que faltan dedos de la mano para contar los ejemplos de realidades que se han revelado más aterradoras que cualquier ficción. Lo que interesa en Nightcrawler es captar el mudo pulso de un ser nublado, cuya desviación encuentra la horma de su zapato en una vocación que requiere a la fuerza una frialdad alejada de todo atisbo humano.

Nightcrawler (2) - Cinema ad hoc

Hasta el giro que evidencia esta estructura, la ópera prima de Gilroy –con numerosa experiencia previa como guionista, no obstante procede de una familia de renombrados escritores– se comporta como una sátira de mecanismos engrasados a la perfección, que halla en el recital de Gyllenhaal el instrumento perfecto para equilibrar su notorio componente paródico y la premisa de un thriller sin un gramo de trivialidad. Las escenas iniciales del personaje en la soledad de su piso muestran un patrón de distancia con el mundo que se repite en sus sucesivos trabajos, más cuando siente que acceder a un mínimo de poder puede legitimarle para cualquier cosa, incluyendo el acceso a seres que refuercen su nueva posición social. A través del chantaje y la comercialización del sensacionalismo, su psicopatía encuentra la razón de ser que desde fuera se le negaba hasta entonces. No es menos interesante que el contrapunto al personaje de Bloom lo ejerza un joven inexperto dispuesto a desarrollar cualquier tarea con tal de embolsarse unos dólares para sobrevivir, extremo que no parece ser el punto principal para un protagonista que pretende encontrar en la notoriedad una suerte de reafirmación personal contra los argumentos que aporta un mundo al que creía no pertenecer. Su aparente entusiasmo ante la cruda labor que desarrolla puede verse como la consecuencia de un proceso de búsqueda interior que nunca pensó que pudiera resultar tan fructífero.

Nightcrawler (3) - Cinema ad hoc

En el camino, Gilroy se revela como un excelente constructor de magnéticas secuencias –véanse la incursión en la escena del asesinato o el clímax frente al restaurante–, sabiendo jugar sus cartas con descaro para sostener una creciente tensión hasta el final. Se le puede acusar de subrayar en exceso el discurso, cargando las tintas en la deshumanización de su protagonista en un punto en el que ya somos plenamente conscientes de la incierta carga que arrastra consigo, pero la insistencia en remarcar su naturaleza satírica casi hasta el paroxismo no lastra el alcance de la misma. Es más, Nightcrawler logra alzarse como un título de entidad sin importar demasiado que, en efecto, la actualización de la diatriba contra el amarillismo mediático tenga bastante poco de originalidad y mucho de solvente absorción estilística y temática. Al final, sin descuidar ninguna de sus líneas, puede sentirse como un sórdido relato de irónica superación personal en una sociedad que ha perdido el norte, como el lúcido estudio de una psicopatía marcada por un pasado sin respuesta y como un ejemplo de pulso a la hora de construir un thriller totalmente impropio en un debutante. Supondría una excelente noticia que, a pesar de que su avanzada edad y oficio hagan complicado tratarle como a un joven novato más, el californiano hubiera llegado para quedarse.

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