16 de abril de 2024

Entrevistas: Zaza Urushadze

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Entrevistamos al director de Mandarinas.

La última de las cinco películas nominadas al Oscar a la mejor película extranjera que quedaba por llegar a nuestras carteleras, se estrena por fin en nuestro país la semana que viene avalada por las buenas críticas y varios premios en los distintos festivales por los que ha pasado. Mandarinas es un drama antibelicista situado en la guerra civil georgiana, y en concreto en los comienzos del conflicto de Abjasia, protagonizado por un veterano estonio que decide acoger en su casa a dos combatientes heridos de distinto bando. Para presentarla ha pasado por Madrid su director, el georgiano Zaza Urushadze, quien considera que no sería una mala idea que los dirigentes que toman las decisiones de ir a la guerra se encuentren de vez en cuando como los protagonistas de Mandarinas a tomar algo juntos, e incluso que pudieran ver este tipo de películas.

Junto con varios compañeros de otros medios hemos podido hablar con él de su película, de lo absurdo de los conflictos armados e incluso de Almodóvar.

– ¿Por qué retrata la guerra desde una perspectiva tan íntima?

Zaza Urushadze: Esto hace que la película se vuelva más interesante. Hay una serie de personas que se encuentran en un sitio y en un momento en el que no debían estar, y la película no está centrada en las escenas de la batalla porque en ese entorno pequeño se aprecia más la tragedia de la guerra. Y es ahí donde aparece en primer lugar la humanidad de las personas y la tragedia dentro de esa humanidad. 

– En la película hay partes en las que hay escasez de movimientos de cámara, ¿es una forma de representar la idea de vidas detenidas por el conflicto?

Z. U.: No estoy de acuerdo en que se haya hecho sin movimientos de cámara porque hay episodios donde es necesario y otros donde no. La relación de los movimientos depende de la situación.

– Al hilo de esto, al principio de la película precisamente la cámara no está estática sino que hace un barrido por el paisaje de una manera casi circular, como presentando el contexto en el que se va a situar la historia.

Z. U.: Sí, como decía dependiendo del carácter de la escena en algunas tenía que grabar cámara en mano incluso en el interior. Algunas de las escenas en la cocina están grabadas así. Yo grabo según veo la escena, según el contexto que requiere cada una.

– El protagonista reconoce en un momento de la película que su familia de Estonia lleva más de cien años viviendo en Abjasia, ¿es posible que la película hable de que las raíces son más importantes que la propia etnia? ¿Que importa más el lugar en el que uno se establece que en el que nace, que es precisamente la base en la que se asientan las guerras territoriales como esta?

Z. U.: Ambas cosas son importantes. Igual que lo es la religión, las tradiciones o el entorno en el que se vive. Pero el mensaje principal es que los argumentos humanos están por encima de todo esto, la humanidad no se define por la religión o por los entornos. En cuanto a Georgia, que es un país muy pequeño, siempre se ha luchado por nuestra identidad contra los países vecinos durante toda nuestra historia. Luchábamos por ser georgianos, por tener nuestra propia identidad tanto a principios de los 90, cuando está ambientada la película, como ya en el siglo XXI cuando hemos perdido los territorios. La película sin embargo no tiene mensajes políticos. Lo que dice es que la vida es corta y en primer lugar hay que ser humanos y no depender de la política.

Mandarinas
Mandarinas

– En unos tiempos en los que hay tantos conflictos como los que hay ahora mismo entre chechenos y rusos o israelíes y palestinos, etc. ¿cree que ese concepto de tolerancia y humanidad del que se habla en la película realmente se puede llegar a universalizar y no tiene restricciones a nivel cultural y religioso?

Z. U.: Tal como hemos visto en el transcurso de la proyección de la película en diferentes partes del mundo, la idea de la película no es local sino que es bastante universal. No pretendo que la película cambie el pensamiento mundial, pero sí me gustaría que pudiera influir en determinadas personas que toman estas decisiones en todas partes del mundo.

– Uno de los aspectos más interesantes de la película es cómo van surgiendo momentos de cotidianeidad y de convivencia en unos personajes que están inmersos en una guerra, ¿cree que las personas son capaces de adaptarse a cualquier contexto y que esa capacidad haga que aceptemos como normal un contexto como el de la guerra?

Z. U.: En este tipo de situaciones se crea un mecanismo de defensa propia, el instinto de sobrevivir, pero algunas personas toman esto de la manera más agresiva provocando unas consecuencias más inadecuadas. Aquí no se enfoca solamente el sobrevivir de manera física, sino el hacerlo moralmente.

– El cine georgiano aquí en España no es demasiado conocido, pero lo que hemos podido ver en algún festival es bastante interesante. Películas como Mandarinas, Blind Dates de Levan Koguashvili o I’m Beso de Lasha Tskvitinidze tienen en común aparte de la calidad el mostrar, aunque de maneras muy distintas, las consecuencias que para la población y el país tienen los conflictos que se han vivido en él. ¿Hay una industria emergente del cine en su país y más después de que su película sea la primera georgiana en aspirar al Oscar?

Z. U.: Bueno, el cine georgiano tiene más de cien años y aunque no sea muy conocido fuera, se han hecho grandes películas y tiene una gran tradición. Hubo un periodo de unos 10 o 15 años, coincidiendo con el estallido de la guerra a principios de los años 90, que hubo reformas y muchos cambios por la salida del país de la Unión Soviética por lo que hubo muchos problemas de financiación, pero en los últimos años sí que ha llegado una oleada de películas muy buenas porque se tiene más oportunidad de hacerlas y se pueden proyectar en distintos festivales de cine de todo el mundo. Sí se podría decir que hay un nuevo empuje en la industria de las películas georgianas. Es una realidad que se hace presente. Por otro lado, la presencia en los Oscar y en los Globos de Oro por supuesto ha sido muy importante para Georgia pero también para Estonia, porque Mandarinas es una coproducción entre los dos países.

– ¿Ha tenido algún referente de otras películas para hacer Mandarinas, como puedan ser Infierno en el Pacífico de John Boorman o En tierra de nadie de Danis Tanovic?

Z. U.: No me ha influido ninguna película en concreto pero sí hay algunos directores que de algún modo me dan el empuje de crear este tipo de películas. Uno de ellos es Almodóvar (risas). En Hollywood sí que he leído en alguna ocasión que En tierra de nadie podía ser una referencia de esta película, pero ni siquiera la he visto.

– La película tiene una carga dramática actoral muy fuerte. Háblenos de cómo fue el proceso de selección de los actores y el trabajo con ellos, en concreto con Lembit Ulfsak y Elmo Nüganen por su amplia experiencia teatral.

Z. U.: En teatro se acentúa mucho más la actuación y aquí quería que trabajasen de forma más realista. Allí los actores deben saber cada movimiento, cada entonación y aquí en la película hay menos improvisación. Creo que es importante que los actores hagan lo que el director les pide porque ellos no tienen la perspectiva general de la película que sí tiene el director, y ellos han hecho el trabajo tal como yo se lo pedía. Ensayábamos mucho, se repetía todo mucho y luego se rodaba.

 Fotografía de Alexandra H. Gail

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