15 de octubre de 2024

Atlántida Film Fest 2015: Fávula

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Ella pierde el control otra vez

¿Hacia qué dirección va el cine? ¿Avanzamos en esta época digital o sólo reciclamos mismas ideas, mismos mundos? No paramos de mirar hacia atrás buscando nostalgia y encontrándonos muy cómodos en ella pero qué pasaría si os contara que Fávula es todo lo que habéis visto pero nunca habéis experimentado. Pongamos en contexto a su realizador, el argentino Raúl Perrone: más de 30 películas realizadas desde principios de los 90, lo que le convierte en un imparable creador que ha tardado casi 30 años en llegar a audiencias de todo el mundo. Tras P3nd3j05 llega Fávula, la deformación del cuento tradicional de la que vamos a hablar.

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No es que el contenido sea lo de menos, es que se cifra bajo capas y capas de experimentación narrativa que funciona de igual manera con la superposición de unos planos con otros. Intuimos que la historia parte de un contexto de fábula infantil: la chica esclavizada en la casa de la bruja perdida en medio del bosque. Otra serie de personajes, adolescentes y adultos, completan el recorrido de nuestra protagonista, pero el viaje no será muy típico. Perrone se ancla en unas formas primitivas, de ahí su mirada hacia un pasado no con nostalgia, sino con la intención de dialogar con los antaño innovadores como Meliés o Lang. Sin apenas diálogo, y cuando lo introduce, lo hace descoordinado intencionadamente y al revés y con una fotografía de bordes quemados y formato cuadriculado, así como con intertítulos o con el ya mencionado montaje de la composición fotográfica.. Adapta la forma al origen de su relato, de todos los relatos.

Pero si de la imagen extraemos tantas experiencias, no podemos dejar atrás el montaje de sonido y una banda sonora totalmente ucrónica con la idea que Perrone ofrece, con composiciones electrónicas pachangeras sin rubor alguno y reproducidas en bucle, combinadas con sonidos relajantes procedentes de la naturaleza o de bruscas interrupciones causadas por los disparos de un arma. La asociación entre temas la marca el primitivismo: deseo, sexo, muerte, vida. Facciones extremas de la pasión que envuelve a la juventud en la cinta argentina y que baña con la mitología de forma similar, para mentalizar al lector más cinéfilo, a la que nos tiene acostumbrado el tailandés Apichatpong, en unas bizarras uniones animales con la realeza, de la cual no nos extraña que deriven los elogios del asiático a la película de la que hablamos.

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El punto diferenciador de Fávula es el ansia viva del realizador que la firma, escribe y edita. Una persecución de lo nuevo, un riesgo de que puede salir trasquilado si uno no mira y recibe con la misma honestidad que Perrone a sus antecesores. Como un artista del collage convierte y deforma para posicionarse en unos extremos del cine experimental que desatoran cañerías mentales y nos invita a dejarnos llevar. No en vano, finaliza su obra con una versión castellana del clásico de Joy División: “Ella pierde el control otra vez…”. Nos cuestionábamos al principio hacia dónde nos dirigimos. Quizás no deberíamos saberlo para llegar allí.

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