25 de abril de 2024

Críticas: La profesora de parvulario

La profesora de parvulario - Cinema ad hoc

La virtud y el caos.

Una de las mejores secuencias del notabilísimo debut de Nadav Lapid, la singular Policía en Israel (Policeman, 2011), presentaba a los miembros de una célula antisistema cuestionando la utilidad de la inclusión del discurso poético como arma para aniquilar un orden fundado en lo prosaico. Aquella película, que en España sufrió este mismo año una distribución clandestina, era un impactante retrato de los abismos a los que se guía una sociedad atravesada por una profunda brecha divisoria y reveló en el israelí una voz narrativa tan sugestiva como punzante.

En su segunda obra La profesora de parvulario, que insiste en una senda similar a la de su predecesora, el sistema está representado en el nivel más raso del mismo, el educativo, y la subversión no es otra que la belleza del arte. Nira, una profesora de mediana edad, halla en su alumno Yoab un supuesto talento para la palabra llamado a ser desechado por un estado insensible a las diferencias y generador de funcionales máquinas de servidumbre contra el enemigo. Al comprender que el ensimismado entorno del pequeño no puede atender sus cualidades, y menos contribuir al desarrollo de las mismas, el acercamiento se torna obsesivo y escabroso.

La profesora de parvulario (2) - Cinema ad hoc

Nira, que vive un día a día anodino y sin alicientes en el hogar familiar, transgrede la frontera de su labor pedagógica por la incapacidad de encontrar dentro de ella una vía para rescatar al niño de la podredumbre moral. Ésta se manifiesta en los cánticos militares y patrióticos que se inculcan desde la más tierna infancia, llamados a tener continuidad en una carrera en las fuerzas armadas representada aquí por el personaje del propio hijo de Nira. Del mismo modo que Yoab revela su sorprendente don en forma de breves poemas, comunicados como un rito mecánico que casi roza el autismo, también es capaz de interiorizar himnos ultras o la propia orden que desencadena el desenlace. En un doble juego audaz, Lapid logra cuestionar la capacidad de absorción y producción lingüística de un niño de edad tan temprana a la vez que deja en evidencia a todo un brazo de su país.

Al igual que sucedía con el abrupto corte narrativo de Policía en Israel, el cineasta opta por trasladar esta convulsión presente en el discurso a sus formas. Aquí expresa mayor atrevimiento en una planificación de estilo rabiosamente anómalo, en la que encuadres estáticos se combinan con suntuosos barridos y un magistral juego con los puntos de vista –en el jardín de infancia, la cámara se sitúa a ojos del niño; fuera de él, la postura adoptada es predominantemente adulta–. Este constante recurso parece trasladar la relación de tutelaje a un territorio paralelo casi onírico, alejado del rutinario y decadente marco social exterior.

La profesora de parvulario (3) - Cinema ad hoc

El cineasta toma cada decisión para sembrar una vasta serie de cuestiones, a las que otorga una continuidad asumidamente errática y conclusiones que no saciarán a aquellos que rechacen la existencia de una ambigüedad como la que retrata. Su desenlace, de nuevo, testifica una victoria del sistema ante lo diferente, encauzado hacia esa interminable historia circular para generaciones pasadas y venideras, pero ante todo muestra la incapacidad de todos los personajes para tomar decisiones correctas en un entorno viciado. La única salida para plantar cara a lo rutinario pasa por métodos harto irracionales, destinados siempre a perder contra la violencia alimentada por una estructura política y militar que se perpetúa. Así, la sensibilidad de Nira, representada en el hallazgo del inconsciente Yoab, se convierte en arma arrojadiza.

Es el de Nadav Lapid un cine de bandos destinados a no ser escuchados, de posibles comunicaciones frustradas por un sistema que potencia las igualdades y trata de erosionar las anomalías. Pero, sobre todo, La profesora de parvulario indaga en un nuevo relato de la sociedad israelí alejado del habitual foco mediático en el conflicto con Palestina: aunque el enemigo trata de localizarse en el exterior, parte de la clave está dentro y nadie quiere verla. Las conclusiones desbrozadas, demoledoras y brillantes, confirman en el director una excepcionalidad tan estimulante como la de su pequeño protagonista. La autoridad se impone a lo subversivo, el niño prodigio será neutralizado en la masa homogénea.

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