28 de marzo de 2024

Nocturna 2016: Entrevista a Luis Rosales

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Entrevistamos de nuevo al director de Nocturna.

Tras seis días de proyecciones, ruedas de prensa, entrevistas y otras actividades dedicadas a consagrar el género fantástico, Luis Miguel Rosales (Vilagarcía de Arousa, 1975), director del Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid, Nocturna, nos atiende en el salón del Gran Hotel Conde Duque para conversar tranquilamente sobre todo lo que ha dado de sí esta edición del festival y, también, para repasar algunos de los momentos más importantes de su trayectoria personal y profesional. A lo largo de casi una hora, surgen temas tan interesantes como su primer contacto con el cine fantástico, la gestación de la revista que dirige desde hace más de diez años (Scifiworld Magazine), el origen de Nocturna, el polémico palmarés de esta edición, la elección de Cthulhu como icono, su opinión sobre James Wan y su admiración por maestros como Ray Harryhausen y Christopher Lee. Os lo contamos todo a continuación.

– Empecemos haciendo un poco de arqueología: tu primer recuerdo relacionado con el fantástico.

Luis Rosales: Te cuento dos. Uno es Simbad y la princesa [Nathan Juran, 1958].

– Éste lo compartes con John Landis, entonces.

L. R.: Sí. Me acuerdo de verla, curiosamente, en la TVG (Televisión de Galicia), siendo un  niño, y que me pasé horas y horas haciendo en plastilina el cíclope que aparece al principio. Y otro, de cuando tenía cuatro o cinco años —y además esto se lo conté tanto a Ray [Harryhausen] como a Christopher Lee, que son en cierto modo eran los grandes culpables—, que en televisión, en La 2 creo recordar, pasaron Drácula vuelve de la tumba [Freddie Francis, 1968], o tal vez alguna otra de la saga de Christopher Lee en la Hammer. A mí me mandaron para la cama; yo quería ver la película, porque acababan de pasar la versión japonesa de animación una mañana de sábado y yo estaba fascinadísimo por el monstruillo. Pero salieron los dos rombos en pantalla y en ese momento me mandaron a la cama.

– Los dos rombos elevaban automáticamente el interés que suscitaba la película.

L. R.: Exactamente. El salón de mis padres tenía la televisión enfrente del pasillo, y justo la primera habitación, que tenía un balcón, era donde estaba yo. Cuando empezó la película yo podía escucharla desde mi cama. Así que me levanté sin hacer mucho ruido, me agaché —además, lo recuerdo muy vívidamente: me había puesto de rodillas, como para ir más abajo, fuera del ángulo de visión—, asomé la cabeza y entonces vi una escena en la que Drácula va bajando por la pared hacia un balcón para atacar a la chica. En ese momento, cuando veo esa escena… «¡¡Ahh!!». Me pillan y me envían a la habitación: me pasé toda la noche sin dormir, porque al tener mi propio balcón estaba segurísimo de que Drácula iba a bajar por la ventana e iba a morderme. El castigo fue la mala noche que pasé.

– ¿Con qué películas creciste?

L. R.: Pues mira: desde los zombies de [George A.] Romero, a Dragonslayer [Matthew Robbins, 1981] de Walt Disney, pasando por Star Wars, por supuesto, Posesión infernal [Sam Raimi, 1981]… «Noche de lobos» fue un referente magnífico, que nos descubrió muchísimas películas; también «Alucine», en la primera, sobre todo porque era una época en la que descubrir ciertas películas era muy complicado. Me acuerdo de que en el 89 yo tenía unos 15 o 16 años y empezamos a hacer un fanzine que se llamaba, precisamente, Dragonslayer, y sacamos tres números. Para el cuarto, yo quería entrevistar a Joan Lluis Goas [presentador de «Noche de lobos»]. Llamamos a información y nos dieron el teléfono de su casa. Llegué a hablar con él en un momento dado, pero poquita cosa; de hecho, dudo que él lo recuerde, pero a mí se me quedó grabado. Años después, cuando por fin lo pude conocer, me encontré con una persona que había influido muchísimo en mi vida, porque al final él siempre hablaba del género, hablaba de Sitges… Así que te pasas toda la vida queriendo ir a Sitges; te comprabas la Fantastic Magazine, en la que escribía Ángel Sala, y te hablaban de Sitges, o te comprabas la Blade Runner y también hablaba del festival. Te decías: «Yo quiero ir al sitio donde están todos los monstruos». Curiosamente, justo antes del Nocturna, Joan Lluis nos felicitó cuando anunciamos la selección de películas, y me hizo sentir muy orgulloso que un referente como él de repente me estuviera felicitando por el festival. Piensas: «No puede ser verdad, ¡es un honor!».

Dragonslayer
Dragonslayer

– ¿Tú vivías en Galicia por aquel entonces?

L. R.: ¡Y vivo! Y seguiré viviendo mientras pueda, no lo cambio por nada del mundo. Mientras pueda, seguiré ahí. Vivo en Villagarcía de Arosa, un pequeño pueblo de la provincia de Pontevedra, de unos 36.000 habitantes aproximadamente. La calidad de vida que tienes allí, el contacto con la naturaleza, es otra historia. Está cerquita del mar, tengo la playa a cinco minutos de mi casa. Todo el mundo me dice: «¿Cómo no te vienes a vivir a Madrid?» ¡No tiene mar! Creo que es fundamental. Y, aparte, ahora es muy fácil mantener reuniones por Internet, o pillarte un avión y estar en una hora aquí [en Madrid]. Así que, a ver… el tiempo lo dirá. Pero, de momento, no lo cambio.

– ¿Y la primera vez que fuiste al Festival de Sitges? ¿Te marcó la experiencia?

L. R.: Desde luego. La primera vez que fui estuve desde el jueves, o tal vez el viernes, hasta el lunes. Recuerdo que cogía el avión a las diez de la mañana y tenía concertada una entrevista a las ocho y media o nueve, una cosa muy loca, ¡por poco pierdo el avión! Me fui con Sandra, mi mujer, y fue alucinante. Puede que fuera el año 2006; recuerdo que en esa edición estaban Joe Dante, Mick Garris, Terry Gilliam, Paul Verhoeven, Larry Cohen, el director de La Misión

– Roland Joffé.

L. R.: Sí, Roland Joffé. Había tanta, tanta celebridad que yo pensaba que no podía ser verdad. Además, ahí nació la amistad con Mick Garris, por ejemplo. Y, desde esa ocasión, hemos hecho un montón de cosas juntos.

– Háblame de Scifiworld. ¿Cuándo y cómo nace la revista? Primero en formato digital, en el año 2005, y después, a partir de 2008, en papel.

L. R.: La revista nace cuando yo estaba colaborando con una web que se dedicaba a subtitular series de televisión que no se estrenaban en España. Mi profesión real es publicista, diseñador gráfico y todo lo relacionado con ese mundo, por lo que mi colaboración con esa web no era hacer subtítulos, sino carátulas para que la gente que tuviera esas series —o comprara una serie y no le gustara la carátula que había salido— pudiese tener una carátula personalizada. Así conocí a Raúl [Gil], por ejemplo, que se unió al proyecto. Eso fue sobre 2004, y para 2005 teníamos tal cantidad de material que lo llamé y le dije: «Tenemos que hacer algo con todo esto. Un fanzine o algo así». «¡Tú estás loco! ¿Sabes el trabajo que conlleva eso? Yo tengo mucho curro ahora». «Sí, sé el trabajo que da, pero ¡vamos a hacerlo!». La monté, la lanzamos y… sorpresa, sorpresa: superó todas las expectativas. 30.000 descargas o algo así. Sacamos tres números y dos especiales y, tras eso, recibimos una llamada de teléfono de NBCUniversal, que se querían reunir con nosotros para proponernos algo. Nos citaron en Santiago de Compostela, en el Hostal de los Reyes Católicos, y nos dijeron que iba a venir el Canal SyFy a España. Habían estado viendo nuestra revista y les había gustado mucho, así que querían que la dejásemos aparcada y que hiciéramos la revista del canal. Aceptamos y estuvimos dos años haciendo la revista para ellos, hasta que al final decidimos independizarnos, porque estaban incumpliendo el acuerdo al que habíamos llegado. Tanto por contrato como por acuerdo verbal estaba reflejado que Scifiworld nos pertenecía y no se podía tocar.

Entonces, cuando nosotros detectamos que hay un intento de registro de dominio, que era scifiworld.es, por parte de una empresa de las Islas Canarias —que, aprovechando el tirón que habían tenido las descargas, iba a lanzar una revista con nuestro nombre—, decidimos registrar la marca. Cuando lo intentamos, Universal nos envía una preciosa carta desde Los Ángeles —que tengo enmarcada en mi estudio— diciendo que no podíamos registrar la marca porque Scifi era un término que les pertenecía, amenazándonos con que sus abogados iniciarían todos los trámites necesarios si hacía falta. Y la verdad es que nos acojonamos. Pero tampoco éramos tontos, y pensamos: «Joder, es que tenemos un contrato firmado por esta gente que dice que esto es nuestro». Entonces, presentamos un recurso al tribunal de marcas y preparamos un megadosier en el que había desde recetas de cocina y canales internacionales que utilizaban el término Scifi hasta una carta de Forrest J. Ackerman, con quien había tenido contacto unos años antes. Había una coincidencia muy chula, y es que él nació el mismo día que yo, un 24 de noviembre (pero de distintos años, evidentemente). Le mandé una carta y le dije: «Hola, Forry. Soy un gran fan de tu trabajo y, casualidades de la vida, nacimos el mismo día; tú creaste Famous Monsters [of Filmland] y yo Scifiworld». Cuando le contamos la historia de lo que nos estaba sucediendo, él, conocido también como Mr. Sci-Fi, que fue el que acuñó el término, nos mandó una carta explicando toda su historia, y nosotros la presentamos en ese enorme dosier al tribunal de marcas, argumentando que Scifi era un término genérico, un diminutivo de ciencia ficción [del inglés science fiction], y que no se podía registrar. Al final, nos dieron la razón y pudimos registrar Scifiworld. Más tarde, el canal pasó a llamarse SyFy, supongo que para tener un denominativo propio que pudiese identificarlos claramente.

– Pasan los años y, a partir del número 36 (marzo de 2011), la revista supera el recorrido de la mítica Fangoria y se convierte en la publicación impresa más longeva dedicada al cine fantástico en nuestro país. Eso indica que fue un éxito sin precedentes. Sin embargo, hace poco se ve obligada a publicar bimensualmente. ¿Son malos tiempos para el formato físico?

L. R.: Todo responde a una serie de cuestiones. Nosotros, cuando abandonamos quiosco, es por decisión directa de la editorial, no por falta de ventas sino por un desacuerdo con la distribuidora. Desde la editorial pensábamos que no era normal que nosotros pusiéramos 35.000 ejemplares en la calle, que llegaran al almacén a las diez de la mañana y que a la una de la tarde hubiera 6.000 devoluciones. Era imposible, pero pasaba todos los meses. Si no han llegado a salir del almacén, ¿cómo puede haber devoluciones? Pues resulta que para cubrir todo el territorio ellos estaban enviando a quioscos de prensa que a lo mejor solo vendían periódicos, y, cuando les llegaba la revista, decían que ellos no la vendían. No sé exactamente cuál es el feedback, pero de repente se encontraban con miles de devoluciones. Entonces, les pidieron que a aquellos quioscos que devolvieran la revista durante dos meses seguidos, sin tan siquiera abrir el paquete, dejaran de enviársela y que la pusieran en otros puntos que sí se agotaban, como puede ser El Corte Inglés de Madrid, donde se servían ejemplares, se agotaban durante la primera semana y nunca se reponían. Era todo muy extraño: tienes devoluciones por un lado y por otro no están reponiendo; era totalmente inoperativo. Se les pidió que solucionaran este conflicto y no nos hicieron ningún caso.

La gota que colmó el vaso fue cuando, con la crisis, hubo una bajada de ventas global de revistas y, de repente, ellos, que iban con un sistema de porcentajes de beneficios, nos cambiaron de categoría y nos penalizaron económicamente. ¡Encima de que no hacen lo que les pedimos, nos penalizan! Entonces, decidieron dejar de sacar la revista a quioscos y hacerlo a puntos de venta gestionados directamente desde la editorial y a través de la página web. Coincidió ese cambio cerca del mes de agosto y, como llevábamos unos diez años sin coger ni un solo día de vacaciones, decidimos tomarnos agosto libre. Estábamos felices, ¡un mes relajados! Pero nos dimos cuenta —nosotros, el equipo que hace la revista y posee la marca, que no es lo mismo que la editorial, que era quien gestionaba las ventas— de que hacer la venta nosotros mismos nos desbordaba; sacarla mensualmente era un problema, porque no llegábamos a tiempo y se producían retrasos tanto en la salida de la revista como en el envío. Así que nos plantearon que la única manera de seguir era el cambio de periodicidad. Aparte, en aquel entonces hubo un pequeño problema económico en la editorial, por asuntos ajenos a nuestra revista: ellos adelantaron 250.000 euros en un negocio y se encontraron que no se lo devolvían. De modo que nos dijeron: «Chicos, tenemos un problema. Aparte de la inoperatividad de sacarlo mensualmente, el dinero no está llegando y, mientras no lo solucionemos, no hay posibilidad de sacar la revista mensualmente. Tenemos dos opciones: hacerla bimensual o cerrar». Así que decidimos que era mejor sacarla cada dos meses que cerrar. En cualquier caso, quiero decirte que esta semana hemos tenido una reunión para valorar la posibilidad de volver a sacarla mensualmente en 2017.

Joe Dante en la primera edición de Nocturna
Joe Dante en la primera edición de Nocturna

– En 2013 ve la luz la primera edición de Nocturna. ¿Cómo se gestionó el proyecto de hacer un festival de cine fantástico en Madrid?

L. R.: Nocturna nace como proyecto en 2010. José Luis Alemán, Sergio Molina y yo estábamos presentando un documental en Fantasporto [el Festival Internacional de Cine Fantástico de Oporto] que habíamos producido a través de Scifiworld, La cruzada y Valdemar Media sobre la figura de Paul Naschy. Durante una sobremesa, uno de nosotros dijo: «Es una putada que en Madrid no haya un festival de cine fantástico». Y empezamos a bromear con la idea de hacerlo: teníamos los contactos, sabíamos cómo conseguir las pelis… Pero se quedó ahí. Cuando, al cabo del tiempo, nos volvimos a reunir, volvió a salir el tema: «¿Qué? ¿Lo montamos?» Y en septiembre u octubre de 2012 ya decidimos seguir adelante, y llegamos a Sitges sabiendo que en 2013 íbamos a hacer el festival. Hicimos los primeros contactos allí, que es lo más fácil, porque es un festival que conocemos y del que somos muy amigos. Y, a partir de ahí, nace la primera edición de Nocturna.

– ¿Por qué Cthulhu como icono del festival?

L. R.: Porque es algo que teníamos en común. Al menos dos de los organizadores éramos fans de Lovecraft: uno era José Luis y el otro era yo. Y José Luis ya había tenido a Cthulhu en La herencia Valdemar [José Luis Alemán, 2009], de modo que era una idea lógica darle continuidad en esta nueva historia. En La herencia estaba Paul Naschy, estaba Cthulhu… así que dijimos: «Let’s go!».

– Nocturna 2016 ha sido la edición más difícil de realizar por problemas presupuestarios, y ha sido necesario reducir el número de proyecciones de películas. ¿Cómo han afectado esos recortes?

L. R.: Han generado mucho estrés. Sobre todo una carga de trabajo brutal en ciertos departamentos. Pero ha sido duro, muy duro. Porque de repente te encontrabas que si querías hacer algo lo tenías que hacer tú mismo, porque no había posibilidad de externalizar nada. Te puedo decir que en esta edición me he hecho cargo de toda la imagen del festival, excepto, evidentemente, del spot, que lo dirigió José Luis —quien también le dio la idea al cartelista—, pero lo que fue montaje del cartel, folleto, catálogos, photocall… Tuve que hacerme cargo de esas y otras muchas tareas para economizar presupuesto, igual que el resto del equipo: todos terminamos doblando el trabajo para que el festival fuese una realidad; desde aquí quiero darles las gracias a todos y felicitarles por su labor. Y luego, también, estuvo la gestión de invitados de películas, aunque este año se incorporó Rubén Higueras al equipo de selección. En definitiva, hay que asumir tareas que ocupan una parte enorme de tu tiempo, con el añadido, en mi caso, de no percibir ningún tipo de remuneración.

– ¿No has cobrado por ninguna de tus labores?

L. R.: No he ingresado un euro en esta edición, nada. Es más, he gastado dinero de mi propio bolsillo en ciertas situaciones: si había que coger un taxi, si había que resolver un imprevisto… Creo que hay cosas más importantes que cobrar o no cobrar. Se trata de la pasión, de lo que te hace sentir pleno como persona. Evidentemente, todo trabajo debe ser remunerado. Pero también es cierto que en esta ocasión era imposible por presupuesto y, parafraseando a Queen, «el espectáculo debía continuar». Si tuviese que volver a hacerlo, lo haría sin dudarlo. Aunque espero que el año que viene todo se estabilice; de hecho, ya estamos trabajando para que así sea y podamos hacer no solo la mejor edición del festival hasta la fecha, sino el festival que siempre hemos soñado y que, hasta el momento, no hemos podido llevar a cabo a causa de diversos factores.

– ¿De cuánto ha sido el recorte respecto a la edición anterior?

L. R.: Hemos pasado de 70.000 euros a 50.000.

– 20.000 euros menos es un palo.

L. R.: Supone dos invitados menos, sin ir más lejos. 10.000 euros es lo que cuesta un [vuelo en clase] business para el invitado y su acompañante, más el hotel, más dietas y otros gastos. Es lo que nos ha costado traer a John Landis. Y Victoria [Price], que finalmente no ha podido venir. Podríamos haber tenido a más personas, como otros años, pero no había dinero para traerlas. Y ha habido que recortar sesiones porque tampoco había dinero para alquilar las salas del cine. Si te paras a pensar, entre el [cine] Palafox y el gran invitado te has fundido tres quintas partes del presupuesto, que se dice pronto.

– Pese a los recortes, seguís elevando el nivel del festival al traer a leyendas como John Landis y conseguir la premier mundial de Expediente Warren 2 [James Wan, 2016], que probablemente sea la película de terror más esperada del año. En líneas generales, puesto que de momento tenemos prohibido entrar en detalles, ¿qué opinión te ha merecido?

L. R.: Te diré que hubo un momento en que se planteó abrir con Warcraft [Duncan Jones, 2016], que también era premier mundial, pero finalmente no pudo ser. Luego, hubo un momento en que The conjuring [Expediente Warren 2] fue inauguración, y después, cuando la película española que iba a cerrar se cayó, pasó a ser clausura. La de Gonzalo [López-Gallego] la estábamos planteando para una sección oficial, pero luego nos vimos obligados a cambiarla de posición. También tuvimos en consideración Lights out [David F. Sandberg, 2016], con la que podríamos haber inaugurado el festival, pero finalmente no conseguimos la copia de proyección a tiempo con sus correspondientes subtítulos. Se cayó una semana antes del festival, pero la barajamos casi hasta al final. Así que le dijimos a Gonzalo de usar su película [The Hollow Point, 2016] para inaugurar el festival; él estuvo encantado y a nosotros nos hacía muchísima ilusión empezar con una película de talento español. Creo que la de Gonzalo es una muy, muy, muy buena película.

Expediente Warren 2: El caso de Enfield
Expediente Warren 2: El caso Enfield

– Y la clausura fue un éxito. A la gente Expediente Warren 2 le ha gustado muchísimo.

L. R.: Había una cosa que nos daba a todos un poco de miedo. Cuando pusimos la fecha del festival evidentemente sabíamos lo que era la Champions [League], pero nunca pensamos que fuera a coincidir con la clausura, y más en una final con dos equipos de Madrid. Era el peor escenario que podíamos encontrar y, la verdad, nos acojonamos. Pensamos: «No va a venir ni Dios».

– Y no puede ser que en una premier mundial de Expediente Warren 2 no se llene la sala.

L. R.: Efectivamente. Estuvimos pensando en cerrar otro día, bailamos fechas… Pero llegó un momento en que dijimos: «Seamos coherentes; nosotros pusimos la fecha antes de que se anunciara la final. La clausura siempre ha sido el sábado, así que vamos a mantenerla el sábado, vamos a buscar la fórmula para que esto sea un éxito y enfrentémonos al fútbol. ¡A lo mejor ganamos!» Y mira, ¡ganamos! Nunca lo habría pensado, pero sí, hemos conseguido lo imposible: llenar la sala 1 del Palafox (unas ochocientas butacas) durante una final de Champions entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid… ¡en Madrid! Nunca me lo habría creído, pero hay gente que prefiere una buena película a tíos corriendo en pantalón corto detrás de un balón. [Risas]. Y con todo mi respeto a la gente a la que le gusta el fútbol, por supuesto.

– James Wan: ¿es el director de cine fantástico más importante en la actualidad?

L. R.: Desde Luego, James Wan sabe lo que hace. Eso lo tenemos todos claro, solo hay que repasar su filmografía: es absolutamente alucinante que haya creado Saw [2004], Silencio desde el mal [2007], Sentencia de muerte [2007]… Y luego Insidious [2010] y Expediente Warren [2013]. Te paras a pensarlo y dices: «¡Menuda trayectoria!». Yo creo que ya está más que consolidado. Además, el tío se mueve cómodo en cualquier campo: de repente te hace Fast & Furious [7] [2015] y funciona. Es una gran promesa y nos habría encantado tenerlo aquí, pero entre el tema de que estaba terminando un montaje y que luego se tenía que ir a Corea —de hecho, ahora mismo está en Corea—, no fue posible. Nos habría encantado darle el mismo premio que le dimos a Alexandre Aja el año pasado. La película [Expediente Warren 2] es un cañón: si la primera es buena, ésta yo diría que es mejor.

– ¿Es una limitación para James Wan que esté mirando constantemente al cine de los 70 y los 80, en lugar de mirar un poco hacia delante?

L. R.: No, porque siempre tiene su propia impronta, no es que esté tratando de imitar a nadie. A mí, por ejemplo, It follows [David Robert Mitchell, 2014] me gustó muchísimo cuando la vi, pero no me gustaba demasiado el final, veía referencias demasiado claras: la escena de la piscina es La mujer pantera [Jacques Tourneur, 1942]. El travelling éste que hace la primera vez que lo ves dices: «¡Buah!», pero cuando lo repite varias veces piensas: «Se nota que es una primera película, pero promete». En cambio, James Wan lo ha hecho bien desde el principio, es muy curioso. Yo no creo que sea un problema que esté imitando al pasado, porque siempre le añade su propia marca. Tiene unos referentes claros, pero también su propio estilo, y eso queda patente en todas y cada una de sus películas. De la misma manera que Tobe Hooper, John Landis, Joe Dante o cualquier otro monstruo de estos tenía sus propios referentes y homenajes dentro de su cine.

– Si ves un muñeco siniestro en una película de terror actual, probablemente sea de James Wan.

L. R.: De hecho, su nick es Creepy Puppet.

– Quizá Saw es la que desentona un poco en su filmografía.

L. R.: ¡Pero también hay un muñeco!

– Sí, el muñeco siniestro está. Pero creo que donde se asienta por completo el estilo de James Wan es en Insidious, donde te basta con ver un minuto para identificar perfectamente su autoría.

L. R.: Yo diría antes: en Silencio desde el mal ya están todos los elementos de las películas de James Wan, y su atmósfera queda patente, como en esa escena en que llegan a la casa y aparecen todas las muñecas colocadas.

Polder
Polder

– Volvamos a Nocturna. El palmarés de este año ha sido especialmente controvertido, no solo porque Polder [Julian M. Grünthal & Samuel Schwarz, 2015] no haya gustado demasiado a crítica y público sino porque ha acaparado los seis premios de la Sección Oficial. ¿Qué opinión te merece esta polémica? ¿Es tan inmerecido el triunfo total de Polder?

L. R.: A ver, yo ahí no puedo opinar… Es decir: yo habría preferido más diversificación, y además me habría encantado que alguno de los equipos que estaba en la Sección Oficial del festival hubiera podido subir al escenario a recoger premios. Pero el jurado es soberano. El público es soberano. Nuestra labor como festival es seleccionar películas que consideramos que son interesantes por uno u otro motivo. En el caso de Polder, creemos que es una película muy interesante visualmente, que mete una serie de conceptos en una batidora y los lleva a su propio terreno, con su propia forma de narrar. Un festival tiene que tener un programa con una parte más mainstream y otra parte de descubrimiento de nuevas películas; nosotros queremos que la gente tenga la oportunidad de ver películas a las que de otra manera no podría acceder. Es más, a lo mejor el día de mañana sale Polder en DVD y la gente la ve.

La labor de un festival no es repetir películas que ya han pasado por otros festivales, eso es lo de menos. Es importante no limitarse a pasar películas conocidas, como algunas que hemos tenido este año: Expediente Warren 2, que era muy esperada, El péndulo de la muerte [Roger Corman, 1961], Un hombre lobo americano en Londres [John Landis, 1981], Summer Camp [Alberto Marini, 2015]… Había películas que o bien venían de otros festivales y tenían un buzz detrás o bien son clásicos consagrados. Pero luego hay películas que son apuestas del festival: crees que tienen que estar porque son las que equilibran la balanza y te dan ese peso específico y esa versatilidad. Teníamos, por ejemplo, Polder, The open [Marc Lahore, 2015], Embers [Claire Carré, 2015], Patient [Jason Sheedy, 2015]… una serie de películas que estaba ahí para que la gente tuviera la oportunidad de ver otro tipo de cine que normalmente no se verá nunca en circuitos comerciales. The open nunca va a tener un estreno en salas, a pesar de que es una magnífica película. Tendremos suerte si la llegamos a ver en DVD. Con Polder sucede lo mismo, era una película que había que ver. El jurado, desde luego, se quedó fascinado —palabras textuales— porque era la película más personal de la Sección Oficial. Buscaban una película que tuviera entidad propia, y Polder sin duda la tiene.

– En ese sentido, sería esperable que le dieran el premio a Mejor Película, Mejor Guion… Pero es que le han concedido hasta Mejor Actriz y Mejor Actor.

L. R.: ¡Es que les ha encantado! A ver, como te decía, yo soy el primero al que le habría gustado más diversificación. Pero ayer estuve hablando con los miembros del jurado, menos con Chapero-Jackson, que no pudo venir, y uno de ellos me decía: «Me he quedado alucinado. Es la película que me gustaría hacer». Polder ha venido pegando muy fuerte… Ganó en el Festival de Trieste, el año pasado, el premio a la Mejor Película Europea. Y ha estado en todo el circuito de festivales, así que su triunfo no es tan descabellado. ¡Yo no veo la polémica!

También quiero decir que en Nocturna este año hemos querido poner el foco en una tendencia muy curiosa, que es el enfoque de un mismo tema desde distintos puntos de vista. Por ejemplo: tenemos Expediente Warren 2, The Offering [Kelvin Tong, 2016], Queen of Spades [Svyatoslav Podgaevskaya, 2015], Patient… Son películas que tratan el mismo tema pero desde diferentes ópticas. Creo que era muy interesante realizar ese ejercicio de abstracción y poder ver cómo se acercan todas estas películas de diferentes nacionalidades a una temática común. Eso era lo que pretendíamos en la Sección Oficial y creo que es la labor de un festival, más allá de que las películas sean todas magníficas. Además, nunca van a gustar a todo el mundo. Es más: si hacemos caso a las redes sociales, no hay nada bueno. ¡Suicidémonos ya! Nos hemos convertido en entes odiosos que pululan detrás de una pantalla y lo único que hacemos es echar pestes de todo. Así que ya no sabemos si el ruido que hay detrás de todo esto es real o no. No lo sabe nadie, es imposible saberlo. Un ejemplo: me ha hecho mucha gracia la polaridad de opiniones que ha suscitado Scream Week [Martijn Haijne, 2016]. Unos la han puesto a parir, otros han dicho que es magnífica. Y piensas: «¿No hay término medio?». Creo que en Madrid sucede más que en otros festivales o en otros lugares de España; quizá esté provocado por la propia dinámica de la ciudad. También sucede en otros festivales del mundo, claro, pero la cantidad de películas proyectadas es muy superior. Si vas a Sitges, y lo sabrás porque tú has estado allí, también ocurre que ponen a parir películas que a ti te gustan mucho, pero claro: ahí hay 165 películas.

– Y solo la Sección Oficial estuvo compuesta, en la anterior edición, por 36 películas.

L. R.: Es decir: su Sección Oficial es el equivalente a todo nuestro festival. Bajo mi punto de vista, es exagerado. Pero Ángel [Sala] tiene una idea muy clara de lo que quiere, y ole sus huevos por llevarla adelante. Ángel está haciendo un grandísimo trabajo detrás de Sitges y eso es para quitarse el sombrero. Pero creo que reducir un pelín la cantidad estaría bien, sobre todo para hacerlo más abarcable. Yo creo que la idea que tiene Ángel es que sea una ventana a la producción mundial, que sea un contenedor donde todo tenga cabida.

Pero, volviendo a lo que hablábamos, creo que la polaridad de opiniones sobre un tema siempre es positiva y que eso provoca que la gente tenga todavía más ganas de ver la película y sacar sus propias conclusiones. Y respecto a Polder, os lo conté ayer en la rueda de prensa: la secretaria del jurado estaba con ellos, pero separada. La deliberación se  hizo aquí [en el Gran Hotel Conde Duque] y ellos estaban debatiendo sin nadie del festival que les diera caña, con total libertad. Si ellos deciden que Polder tiene que llevarse los premios, qué le vamos a hacer. El año pasado también causó bastante revuelo que Liza, the Fox-Fairy [Károly Ujj Mészáros, 2015] arrasara, pero cuando la gente tuvo oportunidad de verla la aprobación fue unánime. Polder es una película muy diferente de Liza, eso sí; de hecho, son completamente opuestas en cuanto a concepto.

– Recomienda una película de la Sección Oficial de este año que no sea Polder.

L. R.: Me gustó mucho el acercamiento [al tema fantasmal] de Queen of Spades, también me pareció muy interesante Cold Moon [Griff Furst, 2016]… Ahora mismo no me acuerdo de todos los títulos, pero hay muchas. Básicamente, todas están por alguna razón. Por ejemplo, The Offering era perfecta para proyectarla junto a las demás películas que se acercaban al mundo de los espíritus y posesiones y mostrar ese balance de tempos y de formas distintas de narrar una historia.

– El premio a Mejor Actor se ha bautizado este año en honor a Vincent Price. ¿A qué actriz cabe esperar que se homenajee con el galardón análogo en el futuro?

L. R.: Buena pregunta. ¡No lo hemos pensado! La verdad es que no lo sé, porque primero habría que conseguir que nos lo concedieran. Hay tantas que podrían ser… Por ejemplo, un premio Fay Wray.

Simbad y la princesa
Simbad y la princesa

– ¿A qué Maestro del Fantástico te ha hecho más ilusión conocer, dentro o fuera del marco del festival, a lo largo de los últimos años?

L. R.: A Ray Harryhausen. Fue muy, muy, muy especial. Recuerdo que le montamos un set con las carátulas que toda la redacción me había pedido que me llevara para que se las firmara. La única condición que puse para llevarlas fue que todas fuesen distintas, desde libros hasta carátulas. Antes de la entrevista, las montamos en una mesa. Cuando Ray y su mujer llegaron, se sentaron y vieron aquello… A la mujer se le cayó una lágrima. Estaban alucinando. Decían: «Qué bonito que nos hayáis preparado esto». Y yo recuerdo que, mientras le colocaba el micro, no pude evitar emocionarme, porque lo veía tan mayor… La llama se iba apagando, y pensaba: «Se nos va».

– Se cierra el círculo con el primer recuerdo del fantástico que me contabas al comienzo de esta entrevista: Simbad y la princesa.

L. R.: Sí. Y el otro círculo se cerró cuando fuimos a Londres, invitados por Christopher Lee a su casa, y me acordaré siempre de llegar a su portal, llamar al timbre y oír aquella voz diciendo: [voz grave] «Yes?». Nos quedamos… ¡Que es Christopher Lee! Nos abrió la puerta, subimos las escaleras y llegamos al piso. Vemos la puerta abierta; una pared, un pasillo, la cocina… Y, de repente, vemos a Christopher Lee en zapatillas lavando la loza. [Risas]

– ¿Se cayó el mito?

L. R.: No, ¡se humanizó! Llegó a nuestro lado y nos dijo: «Perdonad, tengo las ventanas abiertas para que corra el aire, porque acabo de fumar y no quería que oliera la casa a humo». Después, el yerno nos contó que le habían prohibido fumar y solo le dejaban fumar un cigarro al día. Pero se fumaba un puro así de grande. Entonces pasamos y estuvimos hablando con él toda la tarde. Llamamos a Paul Naschy desde mi teléfono y estuvieron hablando… ¡Drácula con el hombre lobo! También nos contó la anécdota de que él vivía en un segundo piso, creo recordar, y en el primero durante muchos años vivió Boris Karloff. Y por la noche la gente tenía miedo a tirar la basura en la calle porque aquella era la casa de los monstruos. [Risas]. Tuve la oportunidad de decirle que había sido una gran influencia en mi vida y que me lo había hecho pasar muy mal; él era en parte culpable de que yo acabara metido en este mundo.

– Para acabar, despidámonos hablando de lo que más nos gusta. En el número 50 de Scifiworld publicasteis un Top 50 de las mejores películas fantásticas de todos los tiempos, elegidas por toda la redacción. Cuéntame cuál sería tu top particular, el que confeccionarías con tus películas favoritas del género.

L. R.: Alien [Ridley Scott, 1979], La cosa [John Carpenter, 1982], Posesión infernal, Drácula

– ¿Cuál de ellos? ¿El de Terence Fisher, el de Tod Browning…?

L. R.: Uff, es que me gustan todos. La novia de Frankenstein [James Whale, 1935], King Kong [Merian C. Cooper & Ernest B. Schoedsack, 1933], Furia de titanes [Desmond Davis, 1981], Simbad y la princesa, por lo que significó, Zombi [George A. Romero, 1978]…

– ¿Tú también piensas que Zombi es mejor que la primera parte, La noche de los muertos vivientes [George A. Romero, 1968]?

L. R.: A mí me encantó Zombi. Y La noche de los muertos vivientes, claro, pero es que Zombi fue en su momento una cosa increíble. También Videodrome [David Cronenberg, 1983]. Star Trek, en general: soy más de Star Trek que de Star Wars. Pesadilla en Elm Street [Wes Craven, 1984], por supuesto, ¡siempre Freddy! Es una de mis filias y mis fobias. Y de John Carpenter… he dicho La cosa, pero también La Niebla [1980] y otras tantas. Es uno de mis grandes ídolos. Bueno, para mí y creo que para todo el mundo. Y seguro que me voy a dejar alguna película en el tintero… así que mejor lo dejo aquí.

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