25 de abril de 2024

Críticas: Bella y perdida

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Viaje onírico por la Italia rural.

Documental y ficción, sus divergencias y puntos comunes, y especialmente la barrera que los separa, definen la trayectoria de Pietro Marcello. Una barrera que el director italiano se ha empeñado en destruir obra tras obra. Su cine parte del documental y se extiende hacia los terrenos de la ficción, en una maniobra que busca, y encuentra, la poesía en la cotidianidad. Bella y perdida es su último film, pero el primero que se estrena en España, y supone su mayor alejamiento de la no ficción. En ella, sitúa a un búfalo macho como peculiar narrador de la historia, al que acompaña un fantasioso personaje que es el único que puede oír sus reflexiones vitales.

El cine de Pietro Marcello no sólo se mueve entre la realidad y la ficción, sino que también lo hace entre lo terrenal y lo poético, entre la tradición de su tierra -ese sur de Italia rural- y la modernidad de las formas cinematográficas que emplea. Su cine es, lo que se dice, de autor: simbólico, poético, árido, esquivo, imaginativo. Si los personajes principales de Bella y perdida son un búfalo y un personaje irreal, esto no responde a un capricho de artista. Se trata de Sarchiapone -animal que esta vez toma la forma del citado búfalo- y Pulcinella, dos personajes que pertenecen a la tradición narrativa de este país -el último se incluye en la commedia dell’arte-. Traición y radical propuesta formal conviven en un relato sobre la naturaleza animal del ser humano y la poética de las geografías que habita.

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El juego entre realidad y ficción no es una excepción en Bella y perdida. Ya en su debut, Passaggio della linea, Marcello se subía a los trenes que recorrían su país,  y que desaparecieron a partir de la crisis económica, y retrataba a las personas que a diario se desplazaban en este medio de transporte, que en muchos casos se habían convertido en el hogar de estas gentes. Una inmersión en el proletariado de su país, tantas veces de origen extranjero, pero que era filmado con una vocación de abstracción. La realidad de los testimonios contrastaba con oníricas transiciones que escapaban de lo terrenal para enfatizar la naturaleza de estos vagones. Un paso adelante en esta manera de entender su cine fue La bocca del lupo. En ella, directamente introducía fragmentos de ficción con los que retratar la verdadera esencia de un Nápoles fantasmal. Entre estos impases, todo un recorrido por la vida de sus dos protagonistas, a los que capta con poderosa naturalidad en secuencias en las que el lirismo de lo terrenal apabullaba con tal facilidad que podría parecer que aquello se había gestado por el arte de la casualidad.

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Una sospecha que no tendría sentido mantener al analizar toda su filmografía, en la que se observa una clara tendencia a abandonar los terrenos del documental al uso para profundizar en la experimentación formal, de la que Bella y perdida es su producto más depurado, arriesgado y con mayor número de capas de lectura. La sensibilidad del búfalo Sarchiapone contrasta con la ferocidad del mundo campestre, en el que el ser humano puede ser capaz de crear obras tan bellas como todo este legado cultural de la tradición narrativa, así como despedazar animales de manera mecánica o sacrificar a un búfalo macho por el simple hecho de no dar un rendimiento alimenticio -a diferencia de las hembras y la leche que producen-. Una propuesta alejada de todo juicio, más interesada en el mestizaje formal, en la investigación en las fórmulas cinematográficas y, especialmente, en ese amor que Pietro Marcello derrocha hacia las raíces que han forjado la esencia de su Italia natal.

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