20 de abril de 2024

Sitges 2016: Valoración global y Top 10

1. El extraño

Conclusiones de Sitges 2016.

La 49ª edición del Festival de Sitges ha servido para demostrar una vez más que estamos ante el evento más importante del mundo dedicado al cine fantástico. No hay mejor forma de conocer el estado de salud del género que acudir a la programación de Sitges, donde se refleja de forma fidedigna lo mejor y lo peor que se está haciendo en estos momentos a lo largo y ancho del globo. Este año se han proyectado unas cuantas joyas pero, también, algunas películas decepcionantes. ¿Hacia dónde se inclina la balanza en una valoración global? Vayamos por partes.

Lo mejor

Habrá ediciones mejores y peores, pero una cosa está clara: la clave del éxito de Sitges reside en el conjunto de películas que, cada año, cautiva al público por su capacidad para sacudir, asentar o renovar el cine fantástico. Gracias a ellas, el festival goza de un innegable prestigio internacional y cuenta con una legión de incondicionales que hace verdaderos esfuerzos por acudir a su cita cada mes de octubre. Este año, esa lista de las diez mejores películas que han competido en Sitges es, a mi juicio, la siguiente:

  1. El extraño (Goksung, Na Hong-jin)
  2. The Neon Demon (Ídem, Nicolas Winding Refn)
  3. Train to Busan (Busanhaeng, Yeon Sang-ho)
  4. La doncella (The Handmaiden) (Ah-ga-ssi, Park Chan-wook)
  5. Creepy (Kurîpî, Kiyoshi Kurosawa)
  6. La autopsia de Jane Doe (The Autopsy of Jane Doe, André Øvredal)
  7. Terraformars (Ídem, Takashi Miike)
  8. Seoul Station (Ídem, Yeon Sang-ho)
  9. Shin Godzilla (Shin Gojira, Hideaki Anno & Shinji Higuchi)
  10. Hardcore Henry (Ídem, Ilya Naishuller)

Las diez han sido analizadas en anteriores entradas y todas resultan, por unos u otros motivos, ampliamente recomendables. Cabe señalar un detalle muy llamativo: del Top 10 de este año, cuatro películas son coreanas (El extraño, Train to Busan, La doncella y Seoul Station) y tres son japonesas (Creepy, Terraformars y Shin Godzilla). Esto revela el increíble momento que está viviendo actualmente el cine de género asiático, capaz, por sí solo, de arrasar en un festival de cine internacional en el que hay presencia de todos los países imaginables. De entre todas estas películas, ponemos el foco por última vez en El extraño, obra maestra absoluta que está llamada a convertirse en un clásico moderno del cine de terror.

Lo peor

Por otra parte, son muchas las producciones de una calidad mediocre que se proyectan durante los diez días de festival: como en cualquier otro aspecto de la vida, lo excelente y lo pésimo escasean, mientras que la medianía abunda. Algunas películas tenían una premisa interesante pero, en algún momento de su metraje, desperdiciaron la oportunidad de desarrollarla exitosamente: es el caso de Museum (Keishi Ohtomo), cuya excesiva dependencia de sus fuentes (principalmente Seven [David Fincher, 1995] y Saw [James Wan, 2004]) la vuelve anodina e irrelevante; de Beyond the Gates (Jackson Stewart), una suerte de Jumanji (Joe Johnston, 1995) revisitado bajo el prisma del terror ochentero cuyo mayor estímulo es la presencia de la siempre magnética Barbara Crampton; o de la esperadísima Sadako vs. Kayako (Kôji Shiraishi), disparatado crossover de los universos de The Ring (Hideo Nakata, 1998) y La maldición (Takashi Shimizu, 2002) que, aun funcionando relativamente bien como parodia de los clichés del j-horror, no es capaz de levantar el vuelo y exprimir todo el jugo que permitía la yuxtaposición de sus referentes.

31
31

Pero de estos films no esperábamos gran cosa, por lo que es fácil amortiguar el golpe. El verdadero problema viene cuando se defraudan unas expectativas previas que, debido al autor que se encuentra tras las cámaras, estaban notablemente justificadas. El caso más notorio ha sido 31, la nueva película del que es, indiscutiblemente, uno de los cineastas de terror del momento: Rob Zombie. Esta nueva obra supone una decepcionante regresión del músico y director a su cine más simple y esquemático tras la hipnótica, siniestra y terriblemente infravalorada The Lords of Salem (2012), con la que Zombie consiguió cautivar a muchos de los detractores de su primera etapa. 31 es tan plana, tan repetitiva y, por encima de todo, tan poco original —cualquiera que haya visto El malvado Zaroff (Pichel & Schoedsack, 1932) coincidirá seguramente en esta apreciación— que muchos tememos que la excelente película de brujería y satanismo anteriormente citada no fuera más que un golpe de suerte en su muy irregular filmografía. Muy comentado también fue el caso de Blair Witch, cuya trampa consistió en presentar lo que a todas luces era un indigesto remake disfrazado de secuela. Adam Wingard, que demostró tener un talento innato para el subgénero del found footage (o metraje encontrado) en las dos entregas de V/H/S (2012 y 2013), parecía el director idóneo para encarar la segunda parte de una de las películas de terror más importantes de finales del siglo XX, El proyecto de la bruja de Blair (Myrick & Sánchez, 1999). Pero, desgraciadamente, se ha limitado a vender al público la misma película con ligeras variaciones (entre las que destaca, eso sí, la dilatación de un intenso clímax). Finalmente, sorprende que Kiyoshi Kurosawa, el mismo director que ha ofrecido en la sección oficial una película tan sólida como Creepy, haya sido capaz de rodar algo tan lánguido y carente de interés como Le secret de la chambre noir (Daguerrotype), film que exacerba todos los defectos de su autor para ofrecer una versión desapasionada y alargada hasta el hastío de Suspense (Jack Clayton, 1961).

Los clásicos

Por suerte, en Sitges siempre hay lugar para la proyección de un puñado de clásicos que, en el momento en que ciertos visionados están empezando a minarnos la moral, nos permiten apostar sobre seguro. Este año hemos asistido a tres pases de muy distinta naturaleza. El primero de ellos ha sido Solaris (1972), el film de Andrei Tarkovsky que, adaptando la célebre novela de Stanisław Lem, utiliza la aventura espacial como excusa para explorar el complejo mundo interior del ser humano (haciendo hincapié en temas como la comunicación, las relaciones afectivas y la memoria). Aunque probablemente no sea ésta su mejor incursión en el género —honor que correspondería a esa radical obra maestra llamada Stalker (1979)—, sí podemos decir que fue la que le otorgó mayor difusión internacional. Solaris se proyectó en Sitges en el marco de un ciclo de cine soviético de ciencia ficción llamado «Red Planet Marx», clara alusión al vínculo entre el planeta rojo y la nación comunista que tantas veces se ha explotado en la Historia del cine. Pasando al terreno del horror zombie, tuvimos la suerte de ver el montaje europeo de Dawn of the dead (George A. Romero, 1978), tal vez la mejor secuela (junto a La novia de Frankenstein [James Whale, 1935] y Terroríficamente muertos [Sam Raimi, 1987]) que ha dado el género. Esta película se convirtió en modelo —erigido sobre las bases de su predecesora, la fundacional La noche de los muertos vivientes— de un cine zombie caracterizado por dotar historias de miedo y acción de un fuerte trasfondo de crítica social, cuya sombra se alarga, sin duda, hasta nuestros días. Por último, no pudimos resistirnos a la tentación de asistir al pase de Aliens: El regreso (James Cameron, 1986) que se hizo en honor a su 30 aniversario, presentado por el actor Michael Biehn (recordado por su papel de cabo Hicks en aquella película). Queda confirmado que, por mucho que pasen los años, sigue siendo una experiencia cinematográfica de primer nivel.

Solaris
Solaris

Conclusiones

Para acabar con la crónica de este año, subrayemos lo que está fuera de toda duda: Sitges sigue siendo una cita obligatoria para todo amante del buen cine. Sin embargo, también hay aspectos que se podrían mejorar, por lo que conviene hacer crítica constructiva. En primer lugar, señalemos que si la calidad media de las películas no llega a ser sobresaliente es debido a la ingente cantidad de títulos que se proyectan: se pueden contar a centenares. Por una simple cuestión estadística, es inevitable que se cuelen cintas desechables que poco o nada pueden aportar al festival. El equipo directivo debería velar más por la calidad, seleccionando con rigor las películas que van a competición, que por la cantidad. Y es que no parece muy razonable que la sección oficial de un festival dedicado solo al fantástico cuente con treinta películas, es decir, nueve más que Cannes o doce más que Berlín este mismo año, por compararlo con otros referentes europeos que, además, tienen carácter general. En segundo lugar, la prensa agradecería un sistema de reserva de entradas que no implique levantarse cada día a las 7 de la mañana, política que nos obliga a renunciar, casi por sistema, a los pases de madrugada. Finalmente, valoramos que se haya mejorado la infraestructura de la sala Tramuntana, inaugurada el año pasado para descargar las salas de los cines principales, pero sigue habiendo una diferencia abismal entre ver una película allí y hacerlo en el Auditori, lo que debería reflejarse en el precio de las entradas.

Por lo demás, todo son elogios. La organización ha trabajado a gran altura; los horarios se han cumplido casi siempre; el precioso pueblo de Sitges, con sus playas, sus calles y la hospitalidad de sus gentes, es un marco inmejorable para la celebración del festival. Las actividades complementarias ofrecen alternativas muy enriquecedoras a los pases de películas: no nos olvidamos de la mítica Zombie Walk, las entrevistas concedidas y la oportunidad de asistir a clases magistrales y ruedas de prensa de auténticas leyendas del celuloide como Max von Sydow, Bruce Campbell, Paul Schrader y Christopher Walken (por citar solo a algunos). Son, todas ellas, oportunidades impagables. Pero, por encima de todo, está la sinergia que se crea en Sitges: los aplausos interminables al comienzo y durante las proyecciones, la gente disfrazada por las calles, las charlas improvisadas con desconocidos en cualquier rincón del pueblo. Eso es lo que marca la diferencia. ¡Larga vida al fantástico! Nos vemos en 2017 para celebrar el 50 aniversario del festival.

4a. Auditori

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