29 de marzo de 2024

Atlantida Film Fest 2018: Samantha Hudson y Españoles en el exilio

Comenzamos las crónicas del Atlantida Film Fest.

Samantha Hudson: Cuando lo queer y lo punk convergen.

Hay veces en las que con tener al personaje adecuado ya es suficiente. A pesar de no haber cuajado entre la audiencia y haber sido cancelada al término de la segunda temporada, Haters back off (2016-2017) fundamentaba su relato en la arrolladora presencia de Miranda Sings, personaje fictio nacido al calor de YouTube y que, debido a su éxito, pudo dar el salto a la teleficción de la mano de Netflix. Por muchos esfuerzos que se pusieran en construir un universo para ella y unos personajes en condiciones que la rodearan, lo cierto es que a la hora de la verdad lo único que realmente valía la pena era el auténtico clown al que interpretaba con maestría Colleen Ballinger.

Algo similar ocurre en Samantha Hudson, con el extra de valor añadido que supone que la cinta sea un documental y no una historia de ficción. El arrollador personaje sobre el que pivota la narración es la mujer que da nombre al filme, alter ego de Iván González que creó como parte de un trabajo de instituto y que poco a poco se fue convirtiendo en un fenómeno de internet, como no podía ser de otra manera en un creador que pertenece a la generación Z, o posmillennial. En apenas una hora de metraje Joan Porcel, director del largometraje, desgrana las aristas y matices que definen a la dualidad Iván/Samantha, y precisamente la virtud del realizador está en la capacidad para desprenderse de tópicos de representación y llegar a la verdadera esencia de un personaje tan caótico e incontrolable. Con la mamarrachería por bandera, Samantha Hudson retrata el auge y caída (literal) de un personaje tan intenso como necesariamente efímero, condenado a la autodestrucción.

Españoles en el exilio

Españoles en el exilio: El pasado nunca volverá.

“La única certeza que podemos tener es que al 2006 no vamos a volver nunca”. Con esta lapidaria afirmación el economista Santiago Niño Becerra sentencia el destino de España en el documental Españoles en el exilio. Previamente ha explicado que, como mucho, en algún momento se podrá alcanzar, con suerte, un nivel de vida similar al de los años ochenta. Con certera brevedad, Becerra expone el atroz panorama económico en el que vive inmersa España, motivo por el que cada vez más personas deciden hacer las maletas para tratar de encontrar fuera de su país algo que pueda darles un mínimo de sustento. En plena poscrisis, una vez que el cataclismo económico ha dejado de ser un estado de gravedad transitoria para convertir la precariedad en un modo de vida perfectamente asimilado por una sociedad resignada, el director Rubén Hornillo expone con sencillez su visión personal y completamente subjetiva (algo que, en un gesto de honestidad, deja bien claro desde el primer minuto) de su país, como un integrante más de los miles de españoles que se han visto forzados al exilio.

El realizador se vuelca de lleno en lo que quiere contar, sin que le importe demasiado la forma en que haga llegar su mensaje. Si bien es cierto que el proyecto ha sido financiado a duras penas mediante micromecenazgo, lo que se observa en la pobre calidad de ciertas imágenes (aparte de por ciertos incidentes ajenos al rodaje que pusieron en riesgo la finalización del mismo) y, en general, en la escasez de medios en la puesta en escena, esto en ningún caso debería ser un impedimento para forjar un discurso audiovisual cinematográficamente estimulante. Dicha situación nunca llega a darse, por lo que es una lástima que tan buenas intenciones de fondo no se refuercen con un armazón formal a la altura de las circunstancias. Sin embargo, a pesar del pobre uso del lenguaje audiovisual, lo que queda de Españoles en el exilio es la penosa situación que tantos jóvenes y no tan jóvenes viven actualmente en diferentes partes del mundo, y es la capacidad para acceder a sus vidas y su día a día el principal valor de la obra.

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