Dos puntos de vista sobre The Guilty.
Contrarreloj oficinista por Néstor Juez Rojo.
La trascendencia que presentan en la actualidad los festivales de cine como altavoz comercial para cierto tipo de cine es evidente. Gracias al apoyo del público de estos y el boca a boca positiva, películas que muchas veces no salen de su geografía de origen acaban teniendo distribución internacional. Es este el caso de la película que nos ocupa. Es el thriller danés The guilty (Den Skyldige), galardonado con el premio del público en Sundance y con el premio a Mejor Guion en la Seminci. Una película, además, elegida por el país escandinavo para representarles en los Oscar. Una propuesta modesta pero muy efectiva, llamada también a funcionar entre el público patrio. Y una vez visionada no seremos nosotros los que neguemos la fuerza de este filme de suspense.
Asger Holm es policía de Copenhague. Un incidente le ha llevado a ser relegado a operador telefónico del servicio de emergencias. Una labor rutinaria que le frustra y amarga. Una noche le llamará una mujer, y para su sorpresa pronto averiguará que esta está en peligro. Las siguientes horas intentará salvarla, sin abandonar el espacio de su oficina y ejerciendo justicia desde el otro lado de la línea. Una película limitada y, a su vez, fortalecida por su dispositivo narrativo. Un ejercicio en el que su actor principal, Jakob Cedergren, no tiene donde esconderse. Él sostiene el filme, y hace un trabajo excelente. Sin salir de la oficina y sólo a través de sus gestos y su voz respondiendo desde su diadema telefónica transmite la gravedad del conflicto y la ardua lucha interior que atraviesa. Pero ésta surge de un guion que es la gran virtud de la obra de Gustav Möller, que va dosificando con sutileza cuando ir descubriendo la verdad sobre la víctima, el culpable y sí mismo, ahondando poco a poco en su turbulento pasado. El filme logra mantener en todo momento la tensión con muy pocos elementos. La angustia es total, y la elección de la planificación y el montaje de Möller logra tenernos también en vilo al no tener nunca una panorámica completa de la situación.
Bien es cierto que la película no ofrece nada más de enjundia que este juego con la intriga y lo escabroso, incurriendo en momentos en detalles muy morbosos de la familia de la víctima que quizás pudieran haber sido evitados como elementos de impacto en detrimento de otros más elegantes. Y aún manejando bien sus ingredientes, un cinéfilo experimentado o un espectador crítico encontrará insatisfactorio esta película por ser visualmente sosa, con poco cuerpo.
De un modo u otro, es una película extremadamente entretenida, un ejercicio de relojería que bien merece una entrada para apaciguar estos días de lluvia. Está demasiado bien hecha para que no agrade a todo el mundo en distinto grado.
Llamadas expiatorias por Alain Garrido Blanes.
Aunque The Guilty no sea una película redonda ni proponga un planteamiento nada original, sí está claro que se trata de un prometedor debut cuyo director, Gustav Möller, demuestra unas tablas con la cámara y un dominio del pulso narrativo del todo imprescindibles para la propuesta formal de la historia. Ésta gira en torno a -casi- un único personaje presente en pantalla, Asger Holm, un agente de policía relegado temporalmente a telefonista en el servicio de emergencias, que durante el turno de noche debe gestionar una llamada arduamente complicada: la de una mujer que ha sido secuestrada. A partir de ahí, sorprendentes giros de guion van desgranándose con altas dosis de tensión y misterio.
La importancia del punto de vista es capital en esta historia, tanto por la percepción de la realidad que hace Asger bajo sus prejuicios y experiencia como por quién cuenta qué al otro lado del teléfono en las sucesivas llamadas. La verdad y la mentira, la serenidad y el terror y, sobre todo, la autoflagelación de Asger por una mala actuación policial meses atrás. La llamada de esta mujer se abre como una salvación personal para expiar sus pecados. Ahí radica el gran pero a una película realmente potente, puesto que en su tercer acto resulta muy convencional y facilona, incluso inverosímil, en la resolución del conflicto del protagonista.
En The Guilty lo mejor es la conjunción narrativa y visual entre aquello presente en pantalla (la luz roja encendiéndose como si fuera una llamada divina, la desesperación de Asger, el claustrofóbico despacho) y aquello ausente: la angustia, el estremecimiento y la emoción surgen desde el fuera de campo, solo Asger y el teléfono están en el plano en todo momento, toda la terrorífica historia de la mujer solo es escuchada. Gustav Möller realiza un trabajo notable de dirección en su ópera prima, a la altura de otros ejercicios de intriga similares como Buried de Rogrigo Cortés o Locke de Steven Knight, e incluso La soga de Hitchcock siempre está presente, aunque la obra del genio del suspense se desarrolla con múltiples personajes.
El principal escollo que el cineasta debía superar, y logra rebasarlo sin problemas, es mantener el ritmo narrativo y las dosis de intriga sin caer en la reiteración. The Guilty, en ese sentido, es modélica, gracias a una historia con continuos plow twist, todos al servicio de la trama y al resquebrajamiento interior de Asger, cuyos códigos morales se desmontan. No hay efectismo, más allá del obvio desenlace expiatorio apuntado anteriormente. Por otro lado, el tour de force de Jakob Cedergren es el motor perfecto para conducir la historia por todos los vericuetos a los que debe ir. El nervio, la voz y los silencios del actor son la guinda de una pequeña pieza de cámara altamente elogiable, pero cuyas costuras son bastante latentes.