19 de abril de 2024

Entrevistas: Isaki Lacuesta

Isaki Lacuesta: “El cine tiene una particularidad específica que no comparte con el resto de artes que es precisamente su capacidad para plasmar metamorfosis, procesos y el paso del tiempo”.

Isaki Lacuesta regresa a San Fernando 12 años después de rodar La leyenda del tiempo, una de sus películas más celebradas. Por el camino se ha dejado a Makiko, la otra cara de la moneda del filme inaugural. En esta secuela se centra exclusivamente en Isra y su hermano Cheíto. Un ejercicio cinematográfico al estilo de Truffaut, Linklater y tantos otros cineastas que le ha valido su segunda Concha de Oro en el Festival de San Sebastián (la primera la ganó con Los pasos dobles). El estreno de Entre dos aguas en salas españolas coincide con la inauguración en el Centro Pompidou de París de una retrospectiva de la obra artística del director catalán.

– ¿Siempre tuviste claro que querrías volver al universo y personajes de La leyenda del tiempo? ¿Por qué justo ahora?

Isaki Lacuesta: Parte de la fantasía de la primera película sí era volver a rodar ahí con Isra. Cuando empezamos ya imaginé que fuese un proyecto a la largo plazo y que fuéramos rodando, aunque no sabría sí lo podríamos hacer ni si me seguiría interesando.

– ¿Por qué justo ahora?

I. L.: Con Isra y Cheíto hemos mantenido la relación y hace cuatro años nos dimos cuenta de que ahora les ocurrían cosas propias de adultos y todos habíamos cambiado bastante como para hacer una continuación y que fuese una película distinta. De repente Cheíto regresaba de una misión en África como militar y ya parecía el principio de un cuento. Con este punto de partida empezamos a construir este juego de espejos asimétrico con Isra saliendo de la cárcel. Los dos regresan al pueblo para intentar rehacer su vida. El nacimiento de la tercera hija de Isra también fue otro detonante: pensamos que era un momento que teníamos que captar. Entre dos aguas es una película de ficción que en cambio empieza con una secuencia muy propia del documental.

– ¿Dirías que Entre dos aguas, cuyo uso del tiempo y el espacio es fundamental, es tu película más cinematográfica en tanto que el cine es el arte que mejor puede capturar ambos aspectos?

I. L.: Sí, claro, aunque la gracia del cine es que puede ser tantas cosas que no lo limitaría únicamente a eso. Tanto como director como espectador me gusta que sea muy infinito y no terminen nunca sus posibilidades. Ahora bien, el cine tiene una particularidad específica que no comparte con el resto de artes que es precisamente su capacidad para plasmar metamorfosis, procesos, el paso del tiempo u observar como envejecemos. Otra de las capacidades de la naturaleza del cine es la de plasmar, a través de lo físico, pensamientos y sentimientos, cosas aparentemente invisibles quedan registradas en las pieles, en los cuerpos, en las reacciones. Entre dos aguas tiene la doble vocación de filmar emociones y el paso del tiempo.

– En la puesta en escena das mucha importancia al entorno, quizás más que en La leyenda del tiempo donde San Fernando ya era un personaje más.

I. L.: Tanto en La leyenda del tiempo con Entre dos aguas he intentado desprenderme de toda la cinefilia y conocimientos previos para sentirme interpelado por lo que tengo ante los ojos con Isra y Cheíto. En la primera película aposté por contar mucho a través del primer plano, los rostros y las emociones y el pasaje aparecía por montaje, prácticamente no había alrededor de ellos. En esta segunda decidí que era muy importante que todo estuviese unido, he confiado mucho más en el plano general y en la capacidad de transmitir la emoción de Isra y Cheíto tanto en un primer plano como en uno general con paisaje. La vida de ambos siempre ha estado marcada por el entorno, las mareas, esas dos aguas del título condicionan el día a día de los hermanos: la droga también viene de África como Cheíto de su misión con la Marina, el trabajo de Isra mariscando en la costa…

Entre dos aguas

– Imagino que habría muchas horas de rodaje y sería complicado seleccionar el material…

I. L.: ¡No había tantas! Es una película mucho más preparada de lo que parece. En todo momento del rodaje buscaba la sensación de que las situaciones ocurren delante de la cámara sin estar preparadas; para ello, parte de los dispositivos estaban destinados a que todo pareciera espontáneo y para ocultar la luz o la figuración. En este sentido, empleamos un montaje jump cut, cuidamos que la cámara no anticipara los movimientos coreografiados. Tanto desde la escritura como desde la puesta en escena intentamos ser lo más realistas posibles y cuidar todos estos aspectos.

– Lo habéis logrado sin lugar a dudas. No obstante, ¿el guion sufrió modificaciones según lo que iba sucediendo durante el rodaje?

I. L.: Es un guion en constante transformación. Escribimos un primer guion que eran planteamientos, propuestas y descripciones, luego derivó en otro más convencional de muchas páginas con las secuencias totalmente descritas y dialogadas. En los ensayos intentamos que todo lo que estaba escrito no perdiera vida y reescribimos el guion en función de los cambios que pudiesen surgir, por ejemplo, en el rodaje hay subtramas que cambiaron radicalmente porque no funcionaban o porque estaban demasiado escritas.

– En los 12 años que separan La leyenda del tiempo de Entre dos aguas han cambiado muchas cosas. ¿Cuál es el cambio más importante para la nueva película?

I. L.: Filmamos San Fernando de forma distinta gracias a las dos torres que ahora hay construidas y nos permiten un nuevo punto de vista, ver la casería entera desde lo alto. Además tiene un punto metafórico con el afán de Isra de ascensión social y económica mediante una ascensión muy física y literal. El Isra real nunca había visto la casería desde arriba hasta que rodamos esa secuencia.

– ¿Has cambiado en estos 12 años?

I. L.: Soy más viejo, estoy más cerca de la muerte… (risas). El optimismo sigue siendo el mismo.

– ¿Y cómo cineasta? ¿Has experimentado cambios respecto a tu trabajo?

I. L.: Como cineasta estoy entrando en la vida adulta. Siempre digo que me dedico al mundo del cine por equivocación. He ido cambiando de idea. Primero pensé que el cine me interesaba para contar cuentos e historias, me encantaba el cine de Hitchcock y de terror. No obstante, a medida que fui haciendo películas me di cuenta que lo que más me interesaba era cómo el cine te permite vivir otras vidas. De repente te permite vivir en San Fernanrdo con Isra y Cheíto, en el País Dogón, en la selva e incluso con Rafa Nadal en Wimbeldon. Un tipo de experiencias que de otro modo no las podrías tener, pero el cine te da la oportunidad. Te permite vivirlas, ya sea haciendo películas como viéndolas. Como espectador puedes vivir en Marte.

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