19 de abril de 2024

Críticas: Lo que esconde Silver Lake (I)

Laberinto entre vinilos y cereales.

Hará ya tres años, el realizador norteamericano David Robert Mitchell puso a la cinefilia patas arriba. Su película de terror It follows fue tan aplaudida y admirada que automáticamente tenía el favor de crítica y público en su siguiente proyecto. Cuando se anunció la naturaleza de relato de investigación noir de este, produjo un desconcierto muy estimulante, que aumentó con el paso de más de un año hasta que llegó a festivales. Cuando las primeras impresiones nos hacían saber que se añadía a la mezcla un humor de desidia millenial y un bombardeo de referencias pop, la curiosidad alcanzaba niveles estratosféricos. Lo que esconde Silver Lake gustó en Cannes, entusiasmó en Sitges y llega a nuestras pantallas como el Turrón de Suchard, por navidad. No estamos convencidos de que atraiga masas en taquilla, pero nos acomodamos en un pase abarrotado. Mis expectativas eran tan altas que era muy difícil suplirlas, cosa que la película no logró. De todos modos, hablamos de un filme notable. Una bestia extraña, que invita a la reflexión y al visionado atento por la variedad de ingredientes introducidos en la coctelera. Un juego con los códigos ajena a corrientes del cine contemporáneo. Un ejercicio retromoderno que mira al pasado fílmico para hacer uso del mismo en nuevas vías.

Sam (Andrew Garfield), un joven ocioso sin oficio ni beneficio, vive una vida sin alborotos en Hollywood, solitario en un apartamento del que no apaga en alquiler. Su rutina incluye fiestas lujosas con estrellas, y ocasionales escarceos con hermosas muchachas. Una vecina con la que tiene un primer encuentro desaparece la mañana siguiente. Inquieto por el misterio, tornará en un improvisado detective que escrudiñará tramas ocultas en carteles de publicidad, cajas de cereales o letras de las canciones. Un noir pop y alucinógeno, chanante y sobrio a la vez. Paranoia conspiranoica enterrada en brillantina y focos. La apatía millenial de mediana edad aunada al espíritu clásico de glamour y suspense. Un filme que remite a Hitchcock o a Lynch sin dejar de tener personalidad propia y un embriagador gamberrismo juvenil. Una mezcolanza impredecible que inquieta tanto como divierte y, ante todo, entretiene, logrando esto último a raudales.

Las virtudes de It follows, su excelente fotografía y banda sonora, se mantienen, realizadas por las mismas personas pero, en el caso de la música, orbitando en coordenadas muy diferentes. De manera adicional encontramos el que tal vez sea el mejor papel de la carrera de Andrew Garfield, que personifica un haragán pero entrañable antihéroe. Un personaje con el que unirnos para escudriñar los universos de delirio y sectarismo que subyacen tras el olimpo de la cultura popular. Un camino de baldosas amarillas de numerosas ideas, con todos los visos de devenir en un filme de culto.

Una película que tal vez es demasiado chanante para su propio bien, con situaciones escatológicas o grotescas que bien pudieran haber sido matizadas o incluso desechadas. Su absurdo y su histrionismo desvergonzado la alejarán de un sector de la crítica y de la audiencia más veterana, y su tono experimental e impredecible trama encajará mal con el gran público. El filme apuesta más por la experiencia del viaje que con la plenitud del objetivo, de modo que una vez se resuelve el misterio, aunque este case a nivel tonal con lo previamente establecido, se siente como una resolución escuálida, inferior a la fuerza del nudo. Aquellos que esperaban un filme en un estilo similar al de It follows, se verán decepcionados por lo radicalmente diferente de este. Y uno no puede evitar tener la sensación de que, si aislamos la lluvia de referencias y la presentación, la trama en sí misma no tiene tanto interés.

A grandes rasgos, Lo que esconde Silver Lake es una película estupenda y fresca en su maridaje de clásicos y de cine indie, ofreciendo un noir, cada vez menos habituales, con una personalidad propia. Se disfruta más sin expectativas ni referencias previas, y su impacto puede ser muy diferente dependiendo del espectador. Pero la recomendamos sin ápice de duda.

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