19 de abril de 2024

Críticas: La canción de los nombres olvidados

El tributo sonoro.

A pocas horas de que la ya complicada situación se tense hasta límites insospechados, todavía sigue en pie el calendario de estrenos cinematográficos de las próximas semanas. Lleno no sólo de grandes producciones norteamericanas llamadas a romper taquillas, sino también coproducciones medianas con públicos muy definidos. Películas de honorables atuendos que transitan por festivales y demás destinos de prestigio para acabar calando hondo en audiencias de edad veterana. La película que nos ocupa se podría englobar dentro de este grupo, amén de presentar otras características relevantes para enaltecer su promoción. Es una adaptación literaria, lo cual en sí mismo implica una estructura argumental específica que funciona bien entre el público. Presenta nombres de peso en su reparto y en su equipo técnico, y se entronca dentro del drama histórico que apela a las sensibilidades e inquietudes de una bancada atraída por la cultura. Estoy hablando de La canción de los nombres olvidados, largometraje de François Girard que cerró la Sección Oficial del último Festival de San Sebastián. Una película de atractivo musical que desembarca con una campaña modesta pero acertada por parte de Filmax, y un filme recibido con escaso ruido mediático y la promesa de ser un filme llamado a enamorar al público. Se me pasó la posibilidad de descubrirla en la ciudad donostiarra, pero me apresuré a confirmar la cobertura de este estreno dispuesto a ser sorprendido con muy pocas referencias. Sala de proyecciones para prensa poco habitual, película de temas tiempo ha no analizados. Y si algo es prioritario destacar de esta película es su sensibilidad. Una producción de enjundia cinematográfica prácticamente nulo, pero de un atractivo literario que sin duda hará las delicias de muchos de los espectadores que se la encuentren (esperemos) en la sala de cine.

En los albores de la Segunda Guerra Mundial, el polaco Dovidl desembarca en una burguesa familia inglesa, que le dará cobijo y patrocinio mientras lucha por convertirse en uno de los mejores violinistas del mundo. Mientras se confirma como un prodigio infantil, desarrollará una fuerte amistad con su hermano de circunstancia, Martin. Pero el día de su primer concierto en un gran auditorio, Dovidl desaparece sin dejar rastro. Décadas después, un ya maduro Martin devenido en profesor musical no perderá la esperanza de encontrar a su querido hermano. Un drama a través del tiempo con una omnipresente memoria histórica del genocidio judío. La música para purgar el dolor e impedir el olvido. Dos amigos separados por el trágico contexto que les toca vivir y unificados como dos personas nuevas. El viaje solitario y doliente de un hombre comprometido con una misión. Un más que encomiable intento de llevar a la pantalla una parte muy personal de la cultura judaica que bien merece ser conocida. Una película de un argumento harto atractivo, y ejecutada con eficiencia de oficio. Pero si por algo gana muchísimos enteros es por su notable banda sonora de Howard Shore, que cumple función argumental, rítmica y tonal. Tanto Tim Roth como Clive Owen llevan tiempo desaparecidos, por lo que siempre es un placer reencontrarse con los dos carismáticos intérpretes.

Aún sin haber leído el libro, presiento que la sensación que me ofrecería su lectura sería muy parecida a la que me produce su visionado. Es un libro en imágenes, una traslación que opta por la literalidad y un nivel de lectura superficial, siendo el argumento el único foco. No aporta nada que no aporte un libro. En cuanto a puesta en escena y lenguaje audiovisual es un filme plano, limitado a nivel expresivo, con escasa personalidad y suave fuerza tonal, atmosféricamente liviana. Es un ejercicio académico mortecino, con un trabajo de dirección artística nada destacable. Un filme que nunca llega a sorprender durante su desarrollo, y al que le captamos los conflictos y vínculos emocionales pero nunca nos llegan con la intensidad de los grandes dramas. Es una película que agrada, pero diríase diseñada para no producir ninguna emoción fuerte. Leve el impacto durante la proyección, leve por consecuente el recuerdo.

Una película que los aficionados de los dramas de época y las películas de temática musical disfrutarán. Pero tanto para ellos como para el resto es una película a la que acudir con las expectativas moderados, pues a nivel global es una película de muy escasa entidad.

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