19 de marzo de 2024

D’A Film Festival 2020: Crónica 2

Segunda crónica del D’A 2020.

Aunque la mayoría de sus películas traten temas espinosos y sean dramas tremebundos, la celebración del D’A Film Fest de Barcelona a través de Filmin ha sido una panacea para muchos cinéfilos durante estos días de confinamiento. Un festival de cine sin tertulias con los compañeros, patios de butacas llenos, colas entre una sesión y otra, pero al fin y al cabo ha sido como vivir esa experiencia de un modo distinto y un acercamiento a la normalidad previa a la crisis sanitaria que estamos viviendo. La décima edición del certamen barcelonés ha dado dos grandes titulares a lo largo de estos diez días. Por un lado, la sesión sorpresa con Sátántangó, el clásico de Béla Tarr de siete horas y media de duración, que ha ofrecido una de las mejores experiencias cinematográficas que recuerda este cronista. Ojalá haberla vivido en la gran pantalla, pero el remedio ha sido un deleite. La cinta húngara merecería un artículo entero para ella, en estas líneas solo quiero ensalzar su valía, su inmensa capacidad para reflejar el paso del tiempo y la magnitud de una segunda parte absolutamente magistral coronada con el imponente monólogo con el que arranca la tercera parte.

Por otro lado, el segundo titular es la retrospectiva que el D’A Film Fest le ha dedicado a la cineasta austríaca Jessica Hausner con toda su filmografía disponible, incluyendo su último trabajo, Little Joe, presentada en el último Festival de Cannes donde conquistó el premio a la mejor actriz para Emily Beechman, quien interpreta a Alice, una bióloga que trabaja creando nuevas especies de planta, su último logro es una flor cuyo valor terapéutico es hacer sentir algo parecido a la alegría a quien la consuma. Hausner cimienta bajo esta premisa una cínica y perturbadora crítica a la dictadura de la felicidad instaurada en el mundo occidental y, si se quiere, hacia el sistema capitalista, capaz de invertir dinero en esta hipotética necesidad. Una propuesta muy notable que mezcla el drama familiar (la relación de la protagonista con su hijo es el verdadero eje vertebrador del relato) y lo sobrenatural con mucho ahínco y acierto. Little Joe es una sci-fi tan inquietante como sugestiva que plantea un interesante estudio de la conducta humana mediante una estética visual y sonora muy estimulante; el trabajo con el color es soberbio.

Un blanco, blanco día

Una de las películas que más pasiones ha levantado ha sido la islandesa Un blanco, blanco día, galardonada con el premio Talents otorgado por el Jurado. Desde los primeros días del certamen online fue uno de los títulos más comentados y no es para menos: se trata de un potentísimo thriller de venganza al uso y a su vez no es ese tipo de película. Es decir, el relato y su desarrollo tienen todos los ingredientes de un John Wick por así decirlo, pero toda su atmósfera, la mirada del director Hlynur Palmason o su coqueteo con lo onírico dista mucho de ser la típica producción de esta índole. La repentina muerte de la esposa de Ingimundur, un ex jefe de policía, es el punto de partida a este retorcido y perturbador drama sobre el luto y el amor entre él y su adorada nieta, una lúcida vuelta de tuerca a la vendetta de un hombre devastado por el dolor. El cineasta filma siempre desde lo inquietante y lo místico: esa niebla omnipresente, esa roca despeñándose a marchas forzadas cual corazón en un puño o esos parajes sin límites aparentes, pero herméticos en su condición insular. No resulta demasiado novedosa Un blanco, blanco día, pero se erige como unos de los mejores thrillers del año pasado sin duda alguna.

Nocturnal

En el palmarés, el jurado también ha concedido una mención especial a Nocturnal, una sorprendente ópera prima que además perdura en el recuerdo. El debut de Nathalie Biancheri es un drama sencillo centrado en la relación entre un joven de treinta y tantos y una adolescente de dieciséis. Todo parece ir por los derroteros predecibles, pero la película esconde un conflicto principal que, pese a que quizás tarda demasiado en florecer, resulta muy revelador para abordar, desde un juego de ambigüedades, el tema central del filme, el cual es mucho mejor desconocer de antemano. La cinta va desgranando poco a poco sus claves y con mucho acierto va deambulando por territorios desconocidos y desarrollando a los personajes en un microcosmos muy sugerente. Una primera película muy lúcida, muy sólida y capaz de emocionar con una autenticidad que acostumbra a ser difícil de capturar. El trabajo de los dos protagonistas, Cosmo Jarvis y Lauren Coe, aporta buena parte de esta naturalidad y también redondean un debut ya de por sí notabilísimo.

La película que más aplausos ha levantado en este D’A online es posiblemente Los lobos y lo es porque, en buena medida, el mexicano Samuel Kishi lo busca en todo momento. A saber: la historia de una madre y sus dos pequeños hijos que cruzan la frontera con Estados Unidos y empiezan a sobrevivir (mejor dicho, malvivir) en Alburquerque para intentar estar mejor que en su país de origen. También para poder cumplir una promesa de ella a sus pequeños: llevarlos a Disneyland. A medio camino entre la estupenda The Florida Project y la horrorosamente sentimentaloide Cafarnaúm, Los lobos es tierna a rabiar, pero sin caer nunca del lado de la segunda, siempre firme en esa fina línea, pero demasiado obvia en su mensaje e intenciones. ¿Funciona? Muchísimo. ¿Emociona? Mis lágrimas de este festival se han vertido con estos dos hermanitos y su madre coraje. Las animaciones ficticias de la imaginación de los niños son el gran hallazgo de este trillado relato de perseverancia, buenas intenciones y emoción que equilibra bien el costumbrismo, el drama social y la delicadeza en la relación fraternal.

Los lobos

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