19 de abril de 2024

Críticas: Wonder Woman 1984

La lucha entre la verdad y la mentira.

Wonder Woman regresa a los cines después de su pletórico estreno hace tres años con todo lo que implicaba para la industria y para el público (nuevos referentes en la cultura popular). Un blockbuster de superhéroes dirigido por una mujer cineasta y una superheroína como principal reclamo. El resultado fue uno de los mejores films inaugurales de franquicia del género con su estupenda combinación de comedia y aventuras. La fórmula sigue funcionando en esta Wonder Woman 1984, pese a su larga duración y un desenlace excesivamente almibarado que evitan el principal cometido de la película: el entretenimiento absoluto.

Finalmente ha llegado. La superheroína dispuesta a salvar el mundo en la ficción y a las salas de cine en la realidad. En un 2020 de sequía de grandes estrenos de Hollywood por la pandemia del coronavirus, la secuela de Wonder Woman sí se estrena en cines. Un motivo de alegría, ya solo por ello. Pero además es una película plenamente disfrutable con un sentido del espectáculo encomiable. Wonder Woman 1984 empieza por todo lo alto con un prólogo de la infancia de Diana (y ocasión para recuperar los personajes de Robin Wright y Connie Nielsen), una set-piece espectacular que te adentra de nuevo en un personaje ya icónico del cine contemporáneo.

Y gran parte del mérito es de Gal Gadot. Se adueña en todo momento de la película con su carisma y su portentosa interpretación. Su química con Chris Pine es magnífica. Fue el flanco de muchas críticas en la primera entrega y ahora se repiten: la historia de amor como motor narrativo. Francamente, la trama funciona bien y parece que algunos no se acuerden de Spider-Man y Mary Jane o Capitán América y Peggy Carter. No obstante, Wonder Woman 1984 peca de un mensaje ñoña demasiado exacerbado, no solo en la relación amorosa, también en el mensaje que vertebra el guion y en la resolución de todos los conflictos planteados.

Por otro lado, esta secuela mejora respecto a la primera en un aspecto importante: los villanos. Si el personaje de David Thewlis, el dios Ares escondido en general del ejército, resultaba algo paródico y poco suculento, en la nueva entrega los personajes de Pedro Pascal y Kristen Wiig son mucho más jugosos, sus motivaciones resultan más interesantes y permiten construir una aventura mucho más potente con un mensaje con doble lectura en tiempos tan inciertos como los actuales. El rol de Pascal es una mezcla entre Charles Foster Kane, el Jordan Belfort de El lobo de Wall Street y el genio de la lámpara, que sacude a la Tierra entera y pone en pie de guerra a todas las naciones del mundo. La ambición, la avaricia y el poder como grandes enemigos de la humanidad. La verdad como escudo ante la mentira, el populismo y los mensajes engañosos ¿Cuántas veces hemos leído y usado lo de «una película de la era Trump»? Con Wonder Woman 1984 también es aplicable. La dicotomía entre verdad-mentira no es para nada casual y el caos planetario desatado, tampoco. Insisto, lástima de una resolución tan azucarada que resta entidad al conjunto. La última escena de Pedro Pascal es sonrojante. La escena navideña, también. Un deslucimiento innecesario.

La película tiene las mismas o menos costuras que otros títulos de Marvel y éstos no recibieron críticas tan destructivas. Algunos parece que se acercan a Wonder Woman con más uñas por el simple hecho de ser un blockbuster dirigido y protagonizado por una mujer. Su mensaje feminista o, mejor dicho, la importancia de tener una protagonista superheroína, no está puesto con calzador, sino integrado orgánicamente al servicio de la historia. Wonder Woman 1984 está un peldaño por debajo de su predecesora y, como toda película del catálogo de DC Comics, resulta extrañamente exquisita y una rareza a reivindicar en el cine de superhéroes por encima de sus férreos detractores. 2020 necesitaba terminar cinematográficamente con un espectáculo tan digno como el de Wonder Woman 1984, aunque sea tan irregular como las nuevas aventuras de Diana.

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