16 de abril de 2024

Críticas: Prisioneros de Ghostland

Simbiosis de lo estrafalario.

En los últimos años, Nicolas Cage con películas como Mamá y Papá (Mom and Dad, Brian Taylor, EE UU, 2017) o Mandy (Panos Cosmatos, EE UU, 2018), parece haber cogido el gusto a ser un abanderado del cine underground más llamativo y estrafalario sin dejar nunca a nadie indiferente. Con esto en mente parece casi obligatorio que la primera incursión en el cine estadounidense del también estrafalario director japonés Sion Sono fuese con Nicolas Cage como protagonista, creando una simbiosis orgánica que da como resultado Prisioneros de Ghostland (Prisoners of the Ghostland).

Cage encarna un antiguo atracador de bancos que es encarcelado tras un atraco al banco de Ciudad Samurái y años después un poderoso señor de la guerra le ofrece la libertad a cambio de buscar y traer de vuelta su nieta adoptiva Bernice, interpretada por Sofia Boutella, poniéndole, para asegurarse que cumpla su misión sin revelarse, un traje con seis explosivos, dos de los cuales están situados en los genitales amenazando con hacérselos explotar. Una loca premisa que se establece rápidamente en tan solos los diez primeros minutos de la cinta, estableciendo el tono del film inmediatamente. Esta premisa es en realidad el total de la trama prácticamente, pues la cinta carece de narrativa siendo un paseo a través del viaje de su protagonista para poder ver a un Nicolas Cage desatado luciéndose, entregándonos sus mejores caras y viendo como disfruta de las escenas de acción, pese a lo torpes que se sienten sus movimientos. El director japonés nos introduce flashbacks e historias dentro de otras historias rompiendo el hilo de la película continuamente, pero al autor claramente postmoderno no es la narrativa lo que interesa y se puede ver como no le importa si la historia que cuenta no tiene sentido o si en algún momento la tiene la hace más alocada para que vuelva a perder la coherencia.

Sono nos entrega una amalgama estética y de worldbuilding donde mezcla el viejo oeste con el japón feudal de los samuráis, el japón actual y el mundo postapocalíptico al más puro estilo de la saga de Mad Max. Esta mezcla carece de completo sentido y coherencia, pero le sirve al director para poner una sin fin de referencias cinematográficas que a él le interesa plasmar sirviendo como herramienta para conseguir planos de potente belleza y plasticidad estética, algo que es habitual en el realizador y consigue con gran acierto. Estos planos tan plásticos, las batallas con la marcada coreografía irreal en muchas ocasiones y los alocados diseños y personalidades de los personajes provocan que dé la sensación de estar viendo un live-action de un anime japonés. Todos los personajes rozan lo absurdo y están pasados de tuerca, habiendo un personaje que sobrepasa los límites de las actuaciones excesivas a la par o incluso por encima de Nicolas Cage: Susie, interpretada por Yuzuka Nakaya. La joven actriz japonesa tras trabajar junto a Sion Sono en El bosque sangriento (The Forest of Love, Japón, 2019) sigue en la línea de la locura exagerada y caricaturizada creando una simbiosis con el director, asegurando una prospera relación director-actriz que de seguro se prolongará a lo largo de los años.

Prisioneros de Ghostland es el sueño cumplido de Nicolas Cage y Sion Sono de encontrar a un realizador y un actor, respectivamente, que comparta sus ideas locas que sobrepasan los excesos dando como resultado una película carente de sentido y que descolocará a cualquier espectador, pero a nadie aburrirá ni dejará indiferente pese a todos sus puntos negativos y todas las carcajadas que provoca en momento no cómicos, creando la pregunta de, ¿y si realmente esto es lo que buscaban los realizadores de la cinta?

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