25 de abril de 2024

Críticas: Lunana, un yak en la escuela

Todo y nada a la vez.

En uno de sus poemas sobre el acto de educar, afirma Gabriel Celaya que “(…) es consolador soñar, / mientras uno trabaja, / que esa barca, ese niño / irá muy lejos por el agua. / Soñar que ese navío / llevará nuestra carga de palabras / hacia puertos distantes, hacia islas lejanas”. Cada individuo es una mezcla de sus circunstancias, sus sueños e, inevitablemente, esas personas que para bien o para mal se cruzan en su camino. Y entre estas, como intenta insistir Pawo Choyning Dorji en su ópera prima Lunana: a yak in the classroom (Bután, China, 2019), los maestros son figuras cruciales en tanto que son capaces de “tocar el futuro”. A través de sus enseñanzas, hacen que sus alumnos no olviden de dónde vienen y los empujan hacia su personal e incógnito devenir.

Así pues, el protagonista de la película es precisamente un joven profesor, Ugyen (Sherab Dorji), que sueña con conseguir una visa para marcharse a vivir a Australia y ganarse la vida como cantante. Sin embargo, ese sueño se ve retrasado cuando en su obligatorio último año como docente es enviado a Lunana, una aldea en las montañas ajena a la modernidad del mundo urbano. Ese choque socio-cultural en su propio país detonará una historia que se acaba perdiendo a sí misma. Partiendo de una premisa bastante convencional y sumado a una progresión elíptica y confusa del paso del tiempo, la película cae en un relato que divaga sin concretar, que sobrevuela sin aterrizar.

Este problema narrativo se reproduce también en unos personajes cuyo tratamiento artificioso y superficial provoca que las sólidas actuaciones de un reparto de actores no profesionales queden desaprovechadas. Algunos se presentan como simples instrumentos para llevar la acción por una dirección determinada; otros plantean un notable conflicto en su entorno que se deja en el aire -como el de Pem Zam y su familia-, y luego está el protagonista que, abanderado de esa inconsistencia en la configuración de los personajes, evoluciona con dudoso realismo y discutible rapidez. Al final, todos ellos se descuidan entre caprichosos elementos redundantes que van perdiendo emotividad e importancia a más se usan -como los yaks o el tema Yak Levi Khabar-, mientras se sucumbe a un preciosismo paisajístico vacío de intención en grandes planos generales.

Y cuando llega la hora de concluir, Lunana: a yak in the classroom se cierra precipitadamente sin un claro sentido narrativo, casi como si un apático e invisible deus ex machina acelerara los sucesos para llegar al final que se tenía pensado de antemano. Esa especie de artificialidad en el devenir de los acontecimiento refuerza aún más que ese cierre circular -ligando principio y final a través del periódico leitmotiv musical- pierda cualquier impacto emocional en el espectador.

Como arquitecto de su propio film en la dirección y en el guion, Pawo Choyning Dorji rehúye el “menos es más” a la hora de elaborar su historia, plantear una significativa puesta en escena y asentar la esencia de aquello que realmente quiere contar. A pesar de reiterar hasta la saciedad su tesis sobre la importancia de la figura de los profesores, la entremezcla al mismo tiempo con otros temas cuyo tratamiento queda relegado a algo anecdótico. Y, aún peor, todos estos supuestos asuntos se verbalizan explícitamente y se entregan al espectador de forma mascada. ¿Es realmente una declaración sobre el poder de los maestros sobre el futuro de sus alumnos? ¿Una especie de film “en busca de la felicidad”? ¿Un alegato sobre ese ideal de éxito y prosperidad que, universalmente, las jóvenes generaciones parecen solo tener la esperanza de encontrar en el extranjero? ¿Un relato sobre las raíces de cada individuo y la eterna ligazón a ellos y a la propia tierra? La ambigüedad parece ser la única forma de responder a todas ellas. Es, quizá, todo y nada a la vez.

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