28 de marzo de 2024

Críticas: Pig

¿Dónde estará mi cerdo?

Michael Sarnoski debuta como director con Pig, un largometraje donde Nicolas Cage interpreta a Rob, un ermitaño de pocas palabras que vive de buscar trufas en lo más profundo del bosque alejado de toda civilización y casi de toda forma de vida civilizada, junto su mejor amiga, una cerda. Su extraña y apacible vida dará un giro cuando una noche unos extraños secuestren a su amada mascota y amiga. Con esta premisa pareciera que estamos nuevamente a uno de los proyectos locos en los que se embarca Nicolas Cage, pero en esta ocasión no será así, rompe con los prejuicios que puede suscitar dejando de lado el absurdo y tomándose muy en serio con un tono melancólico.

En primer lugar, sería mentir si se niega que la principal atracción de la película es Nicolas Cage que, en esta ocasión se aleja de las actuaciones que lo han caracterizado en los últimos años, con caras locas, gritos, rozando o llegando a la sobreactuación. En Pig tenemos a un Cage más comedido, con una interpretación más cercana a su rol en Leaving Las Vegas (Mike Figgins, EE UU, 1995) y más alejada de sus roles de los últimos años. Al igual que la película, el papel de Cage es totalmente dramático y melancólico, sin espacio para la locura ni el desmadre. Cage se encuentra bien acompañado del joven Alex Wolff y el veterano Adam Arkin, quienes cumplen sus roles de forma solvente.

Tras estos actores esta Michael Sarnoski, debutante director quien se esfuerza de sobremanera por demostrar que detrás de cada decisión y de cada movimiento de cámara hay un director detrás. Múltiples planos buscando el virtuosismo y planos fijos que intentan hablar por sí mismos, pero terminan vacíos de significado. Aún así, en algunas partes Sarnoski logra hablar con la cámara contándonos cosas de los personajes sin diálogos. Cuando Rob llega a la ciudad después de estar aislado en el bosque, ésta se muestra como un ente abrumador, pero también como algo conocido, un recuerdo. El guion, escrito por el propio director, parece hecho para que éste se luzca, con una trama pausada yendo de un lugar físico y emocional a otro. Dicho esto, Sarnoski brilla más como guionista que como director. Juega todas sus cartas a la austeridad. No conocemos casi nada del pasado del protagonista, solo lo necesario para poder empatizar con él y comprender sus actos, siendo a la vez lo justo para que el personaje siga siendo un misterio manteniendo su esencia y dándole un halo más atractivo para el espectador. La premisa termina siendo una trama que queda en segundo plano, siendo una excusa para emprender un viaje indagando en la psicología de los personajes, tratando distintas formas de sobrellevar el duelo. Pig habla de como un hombre sobrelleva la pérdida, ya sea la pérdida de una mascota o la pérdida de un amor.

También subyace en Pig un significado religioso. Rob es un mártir, un ermitaño que emprende un largo viaje de penitencia. Recibe un golpe tras otro, se deja golpear y sangra por el amor hacia su cerda y en lugar de responder con otro golpe, pone la otra mejilla. Al igual que un profeta, a los ojos de la gente solo se ve como un ser extraño cuyos comportamientos son totalmente incomprendidos. La música potencia este significado religioso, utilizando piezas como Lacrimosa de Mozart.

Lejos de los que se podría esperar, Pig no es una película de acción y venganza ni una marcianada de Nicolas Cage, sino un film pausado sobre el amor absoluto y su pérdida. Una película que puede dejar con un sabor agridulce, a medio camino entre algo innovador y algo convencional.

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