Segundo día del FICX, de venganzas y Convergencias.
Segundo día del Festival Internacional de Cine de Gijón, y primero para la sección Convergencias de la que tanto os hemos hablado. La sección de la crítica se ha inaugurado hoy con la película propuesta por la crítico Esther Miguel Trula del blog Flamenca Stone, y no ha sido otra que el segundo film que firma como directora la actriz Melanie Laurent, Respire. No existe respiro en Respire. Profundamente asfixiante, la película sigue la amistad entre dos adolescentes en plena búsqueda de su propia identidad. Charlie, alumna modelo, amiga de sus amigos de siempre, se rinde a la fascinación que le provoca una nueva alumna llegada a su instituto, Sarah. Laurent adapta la novela homónima de Anne-Sophie Brasne, recreando con su cámara la atmósfera irrespirable que existe entre las dos chicas, soberbias Josephine Japy y Lou de Laâge, y el ambiente malsano entre las distintas relaciones que se muestran en la película. Una cruda exposición del maltrato psicológico hasta límites insoportables y del consentimiento enfermizo que algunas personas le otorgan, que sacude al espectador y le ahoga como se ahogan las protagonistas en él. Estupendo comienzo de sección y sin duda, y con diferencia, lo mejor que hemos visto en la jornada de hoy.
Jornada que al margen de Respire, ha estado marcada por la venganza, la redención, la superación y todas esas cosas que tan buenos resultados dan entre un público entregadísimo a la causa. Empezando por Fuego, una producción española vista en la Sección Oficial, que no sólo tiene todos esos elementos que mencionaba antes sino que, además, tiene un síndrome de Down, un atentado de ETA, una chica minusválida, un inmigrante, sentimientos de culpa, conflictos internos…y a José Coronado. Vamos, que no le falta de nada salvo personalidad, estilo a la hora de narrar y dirigir actores y un guión medianamente aceptable. Todo en la película suena y se ve impostado y artificial, desde unos diálogos que sonrojan a una composición de personajes desconcertante, sin olvidar que simplemente con la banda sonora le bastaba para indicarnos cuándo llorar, cuando reír o cuando temer la esperada venganza de Coronado.
Y seguimos con niños con problemas y mucha tragedia con la película coreana Hope. So-won (Hope) es una niña feliz a pesar de vivir con una madre muy ocupada y con un padre que muestra total indiferencia hacia ella. Un día, de camino al colegio, So-won es raptada y violada de una forma brutal provocándole múltiples y graves lesiones. La niña se encierra en sí misma sin querer hablar con nadie mientras su padre intenta por un lado conseguir que su hija vuelva a sonreír y por otro hacer todo lo posible para que el culpable cumpla su castigo. La película de Lee Joon-ik, vista en la sección Rellumes, transita por dos sentidos diferentes que combina de manera muy irregular y por tanto hace de la película un híbrido narrativo difícil de clasificar. Por un lado, no omite ningún detalle escabroso de las heridas de la niña, así como de las otras heridas internas que sufren tanto ella como sus padres. Se podría decir que utiliza la “pornografía emocional” sin ningún tipo de pudor forzando al espectador a llorar en la mayoría de las escenas, pero sin embargo a la hora de mostrar los esfuerzos del padre para acercarse a su hija, recurre a un elemento sorprendente como es el de unos muñecos que la niña adora, que suben bastante el interés de la película.
Más venganza es la que propone la producción austro-alemana The Dark Valley vista en la sección Generos Mutantes. Se trata de un western un tanto gótico ambientado en un pequeño pueblo de los Alpes austriacos, dominado por un cacique y sus seis hijos que tienen atemorizados a los vecinos. Un forastero aparece un día por el pueblo con la intención de realizar fotografías del valle y de sus habitantes, pero poco a poco empiezan a morir los hijos del cacique tras lo cual se desvela una venganza que lleva años esperando a salir. La atmósfera turbia y siniestra que refleja la fotografía de Thomas W. Kiennast para The Dark Valley, junto con una banda sonora igualmente oscura y omnipresente, confieren a la película un halo de irrealidad que por lo general funciona bastante bien con el esquema clásico del western. Sí es cierto que en algunos momentos llega a resultar algo pesada por la cadencia con la que el director narra la historia, casi al mismo ritmo que el metrónomo que utiliza el protagonista para poder dormir, y que toma decisiones técnicas que desconciertan bastante, pero a pesar de ello se trata de una nueva revisitación del género del western muy interesante.