26 de abril de 2024

Críticas: Al descubierto

La historia ante todo.

La actriz y directora alemana Maria Schrader ha logrado conectar con los espectadores en sus trabajos tras las cámaras gracias al humanismo que se desprende de ellos, sea cual sea el género que aborde. Es de suponer que ha sido más el éxito de la serie de Netflix Unorthodox, que el de su último trabajo cinematográfico germano, el enternecedor y divertido romance de ciencia ficción Un hombre perfecto (la cual, por otro lado, fue la candidata para representar a su país en los Oscar el pasado año), el que le ha llevado a enfrentarse a su primera película anglosajona. Y además lo hace con un tema tan jugoso como el origen y el desarrollo del movimiento #MeToo para denunciar el sufrimiento de abusos y agresiones sexuales, iniciado a raíz del descubrimiento de este tipo de ataques por parte del productor cinematográfico Harvey Wenstein contra numerosas actrices y empleadas suyas. Al descubierto nos muestra la investigación que llevaron a cabo dos periodistas del periódico New York Times en 2017 para destapar estas acciones que durante años permanecieron silenciadas por miedo y chantajes.

Como indicábamos anteriormente, Schrader imprime a su obra un cuidado por que los personajes sean cercanos y creíbles, y de esta manera vemos descritas a estas dos mujeres a través de certeras pinceladas sobre su vida personal y su trabajo, las cuales, unidas a las entregadas interpretaciones de Carey Mulligan y Zoe Kazan, nos acaban acercando a ellas y a su causa, en un ejercicio de sororidad extrema y necesaria en el caso de lo que se nos cuenta. En este sentido, la historia basada en la novela escrita de las propias protagonistas, y adaptada por la dramaturga Rebecca Lenkiewicz (conocida por su trabajo cinematográfico en películas como Ida) crea a través de todos los personajes femeninos un microcosmo que habla de los problemas que sufren las mujeres, desde domésticos y diarios relacionado la conciliación familiar, a enfermedades o traumas generados por extralimitaciones masculinas. Se incide también en la manera en que todas estas cuestiones se viven en soledad, y en cómo compartirlas resulta liberador tanto para la emisora como para la receptora. Así lo vemos expuesto en las extensas (e importantes a nivel argumental) escenas con Samantha Morton y Jennifer Ehle, en las que la intensidad del relato queda además enmarcada por las mejores actuaciones del filme. En el lado contrario, Weinstein, al que nunca vemos la cara, pero sí oímos, es presentado de forma algo tendenciosa (sin querer con esta apreciación minimizar sus delitos) como un bully, uno de esos gigantes que se creen intocables aunque el peso de sus acciones caiga sobre ellos.

Nos encontramos ante un drama periodístico sobrio, del estilo de Spotlight, que como aquella está más pensado para recibir premios que lo que su apariencia puede hacer creer (aunque parece que finalmente no va a entrar demasiado en la carrera de este año), aunque gracias a elementos como la banda sonora de un inspirado Nicholas Britell la película genera momentos de cierta angustia, que la emparenta más con trabajos como The Assistant que con lo de su propio género. Pero si el filme de Kitty Green, aún siendo evidente en sus acusaciones, no nombraba directamente a culpables y víctimas, Al descubierto, como su propio nombre indica, habla abiertamente de personajes famosos de la industria con imágenes, recreación de voces, y incluso a algunos de ellos interpretándose a sí mismos. Es el caso Ashley Judd, a quien resulta emocionante ver después de que Wenstein acabara con su carrera por no responder a sus exigencias.

Poco encontramos que reprocharle a una película solvente y directa en lo que quiere transmitir; sin embargo a nivel narrativo y estético resulta bastante convencional, y en ocasiones adolece de una estructura algo repetitiva. Pero quizás lo más discutible es que, siendo un filme muy capaz de establecer juicios a través de las imágenes y las emociones, en ocasiones se decide además por verbalizar esas ideas, quedando subrayadas de más. Al final, una obra que habla de las cloacas de su propio medio queda algo tibia, dando prioridad al impacto de la historia que cuenta más que a sus posibilidades estéticas.

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